miércoles, 31 de octubre de 2007

«Estaba como un pajarito»

26.10.2007
AINHOA DE LAS HERAS a.delasheras@diario-elcorreo.com

El Correo



Una anciana sorda e impedida sufre un accidente casero

Sanitarios de la DYA de Barakaldo y ertzainas, avisados por una vecina, asisten a una mujer de 94 años, sorda y sin dedos en manos y pies, que se cayó de la cama


«Estaba como un pajarito, en el suelo, tapada sólo con una sábana y al lado de una ventana abierta. ¿Dentro de la habitación hacía un frío...!» Leticia y su compañero, ambos sanitarios de la DYA de Barakaldo en guardia de noche, se encontraron con esta estremecedora escena en un domicilio de la calle Falla al que acudieron avisados por una vecina que oía desde hacía media hora los gritos de auxilio de una anciana que vive en el piso inferior.

Felicísima, más conocida como 'Juli', se había resbalado de la cama al intentar levantarse. La anciana, de 94 años, apenas pesa entre 35 y 40 kilos. Sorda e impedida, nació con una malformación en las extremidades, no tiene dedos en manos y pies. Vive sola desde hace aproximadamente una década y ahora está encamada. No sale de casa desde hace años.

Al morirse su hermana, viuda, una sobrina política se hizo cargo de la mujer. Acude a diario a llevarle comida en 'tuppers'. Además, una asistenta del Ayuntamiento hace limpieza en la casa desde hace un par de meses. Verónica, su vecina de arriba, quien denunció su estado de «abandono», cree que necesitaría un seguimiento durante «las 24 horas».

Sin embargo, según una vecina, la nonagenaria se niega a ingresar en una residencia. Verónica asegura que «no tiene nevera en casa ni luz en el baño». Otros vecinos, sin embargo, creen que está bien atendida y que, si ha vivido todos estos años, es gracias a los cuidados de su único familiar. «Cuando faltó su hermana, todos temimos que ella también moriría de tristeza, y mírala, ahí la tienes», comentaba ayer una conocida en el portal de la vivienda.

La vecina de abajo dispone de una llave de la casa de Felicísima para casos de emergencia como el que ocurrió la noche del pasado sábado al domingo. Cuando escuchó los golpes de los Bomberos, que intentaban abrir la puerta para rescatarla, la mujer salió al rellano y les ofreció la copia.

Los ertzainas que acudieron al domicilio elaboraron un informe que iban a remitir el pasado lunes a los servicios sociales del Ayuntamiento de Barakaldo. La patrulla llegó al domicilio al mismo tiempo que la DYA. «Trabajamos en equipo, nos distribuimos por la casa; mientras unos levantábamos a la mujer, que estaba destapada y tiritando, otros iban cerrando las ventanas que estaban abiertas», recuerda Leticia.

Botella con agua caliente

Eran cerca de las dos de la mañana y en la calle la temperatura no superaría los siete grados. «La 'pobrecita' estaba muerta de frío; hicimos la cama, le pusimos mantas que ni siquiera tenía y una 'toquillita'». Según Verónica, las ventanas de la vivienda «llevaban abiertas de par en par desde hace dos meses». A Leticia y su compañero se les ocurrió calentar agua y meterla en una botella de coca-cola para ponérsela en los pies. Felicísima lo agradecía: «Ahora estoy a gusto», susurró la mujer mientras la arropaban.

La mujer estaba «indefensa y parecía muy poquita cosa», pero no presentaba ninguna dolencia que obligara a su traslado a un hospital, por lo que se quedó en casa. «La dejamos ahí 'metidita'». «Este tipo de situaciones humanas te hacen reaccionar así, cualquiera lo habría hecho», piensa Leticia, que ha tenido que acudir a otros domicilios en los que había ancianos que viven solos, muertos desde hace días e incluso meses, o a levantar a otros que se han caído y sus maridos y mujeres no pueden ayudarles.

«Es un caso para recordar, por un lado, y para olvidar por otro. Te sientes útil y piensas: 'Al menos le hemos ayudado a dormir calentita esta noche», confiesa la joven, con 15 años de experiencia en las ambulancias y que también ha sufrido una agresión por parte de una paciente. «Esto es vocacional, compensa cuando ayudas a alguien. Con un simple gracias nos sentimos pagados».

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20071026/pvasco-espana/estaba-como-pajarito-20071026.html

martes, 30 de octubre de 2007

La parte subordinada de la primera parte

29.10.07
FERNANDO SAVATER

El Correo


Una de las paradojas de la delicada situación política de España es que la radicalización de los partidos nacionalistas no proviene en el fondo de la frustración de sus demandas sino todo lo contrario: de que las han visto satisfechas en lo esencial demasiado pronto. Todo lo que habían solicitado durante la clandestinidad como requisitos para su armónica integración en el Estado lo obtuvieron en muy poco tiempo, parte por las disposiciones de la propia Constitución y el resto merced a los estatutos de autonomía. En busca de la armonía y en el entusiasmo fraternal de los primeros años de la democracia incluso se hicieron concesiones institucionales excesivas cuyos peligros de abuso permanente se han visto después, ya disipadas las brumas iniciales en las que todos suponíamos que todos querían lo mejor para todos. Los nacionalistas de perfil más moderado se vieron así con sus reivindicaciones tan prontamente satisfechas que sintieron la amenaza de ser ya políticamente superfluos.

Para evitar el desempleo, continuaron exprimiendo y estrujando lo conseguido hasta lograr pasar de tener la voz propia que les había sido antes negada a convertirse en aspirantes a ser la voz única en sus autonomías y amordazadores de las voces ajenas. El caso de la lengua ha sido paradigmático, sobre todo en el terreno educativo, donde los idiomas antes reprimidos pasaron a ser cooficiales y después prioritarios y hegemónicos a machamartillo, hasta el punto de que el castellano ocupa hoy el lugar institucional e injustamente marginado que antes padecieron el catalán, el euskera o el gallego. La cadena de las reivindicaciones sobrevenidas se reveló infinita y cada vez más pesada de soportar por el conjunto de los ciudadanos. Ayudados por la matemática electoral, que les concede una representación exagerada, y por los equilibrios parlamentarios que les hacen necesarios para formar mayorías de gobierno, la tendencia caciquil de los nacionalismos no ha hecho más que aumentar. Cuanto más consiguen, incluso a costa de desequilibrar el Estado de Derecho que compartimos, más descontentos están y más 'oprimidos' se sienten: por lo visto les asfixia no saber ya qué más pedir.

Como todas las peticiones razonables -es decir, compatibles con el mantenimiento del país-, e incluso otras bastantes más dudosamente cuerdas, han sido complacidas, los nacionalistas sensatos y con sentido de la decencia pública han adoptado un perfil bajo o se dedican a otra cosa. Pero ello no hace más que empeorar la situación general, porque dejan paso a los orates del extremismo o a los oportunistas que han encontrado en el desmadre de los 'derechos históricos' un río revuelto en el que pescar hasta que se agote el caladero. Es el momento de atacar a la bandera española, quemar la foto del Rey, marginar a los escritores en castellano o pedir un referéndum para dejar 'libremente' claro de una vez por todas si a los amenazados por ETA les parece conveniente ceder ante ETA o no. En Euskadi este fenómeno de metástasis radical del morbo nacionalista lo vivimos de forma particularmente aguda, por la pervivencia de la amenaza etarra y sobre todo por la cristalización institucional de lo que la coacción terrorista ha hecho con esta pobre sociedad. Prueba de ello es el llamado 'currículo educativo vasco', un atropello social y cultural de alcance mucho más grave que el proyectado referéndum de Ibarretxe pero que merece una atención mediática mucho menor, precisamente porque para comprender lo que ahí está en juego hace falta un poco más de reflexión. Esperemos que los recién nombrados miembros de la Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras se hagan oír a este respecto

Aquí estamos sometidos a un régimen en el que se deplora la violencia, pero se comprende e incluso se valora a los violentos como luchadores contra una opresión injusta en lugar de verlos como lo que son: vesánicos que han convertido en injustas reivindicaciones aceptables y justificadas. Escuchen ustedes a monseñor Setién, por ejemplo, que los considera «revolucionarios». Y lo son, qué duda cabe: como lo fue Hitler, uno de los mayores revolucionarios del siglo XX aunque no más recomendable por ello. Un síntoma de lo que vivimos es la indecente colección de fotos expuestas en el Guggenheim por un sedicente artista (¿ay, los artistas! Un día habrá que hablar de ellos, de su decencia pública y de cómo se han portado en los últimos treinta años respecto al terrorismo vasco). El señor Vidarte, director del museo, puede que las haya expuesto sin mala intención: sin embargo lo que está claro es que nunca se habría atrevido a exponer algo igualmente 'legal' pero que pudiera entenderse como equidistante respecto al franquismo o a los GAL. A sus grandes conocimientos de arte une un máster en el arte más importante de todos: el arte de no desagradar a quien le ha nombrado a uno y puede despedirte si metes la pata.

Pero si alguien quiere entender el fondo de la mentalidad nacionalista, lo mejor es que medite largo y tendido sobre esa frase de Ibarretxe: «Euskadi no es una parte subordinada a España». ¿Inagotable pensamiento, revelador de la veta enfermiza y acomplejada del separatismo arcaico y negador de la moderna ciudadanía! Porque claro que Euskadi no es una parte subordinada a España, como tampoco lo es Cataluña, Murcia o Badajoz. En un Estado de Derecho como el nuestro no hay partes subordinadas porque todas comparten con igual título y primacía la soberanía del país. Euskadi no está subordinada a nadie: su única 'subordinación' es a la convivencia con los demás, que valen ni más ni menos que ella en el Estado. Está subordinada a convivir en igualdad con quienes forman el primordial mercado de sus productos, comparten el Estado que protege en Europa sus industrias, los mismos que sufragan gran parte de las infraestructuras de su autonomía o reciben como compatriotas en todas partes y para puestos en medios de comunicación, financiación artística, etcétera, a los vascos que buscan su destino laboral o social fuera de Euskadi. Ésa es la subordinación de Euskadi a España: la de una parte que no puede disponer a su antojo de las ventajas del todo y juntamente rechazar sus deberes con los demás como injusticias que hacen comprensible la perpetua protesta y hasta la violencia revo- lucionaria. De modo que ya va siendo hora de que quienes no estamos estupidizados por el separatismo dejemos de fingir que este asunto es de gran calado ideológico en lo político o social. Manos a la obra para que se cierre de una vez la almoneda en que se subastan desde hace décadas los atributos y garantías de nuestra democracia.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20071029/opinion/parte-subordinada-primera-parte-20071029.html

viernes, 26 de octubre de 2007

Nuevos equilibrios en la cúpula china

23.10.07
XULIO RÍOS

El Correo


Finalizado el XVII Congreso del Partido Comunista (PCCh), Hu Jintao, reelegido para un segundo y último mandato, ha presentado en Pekín a los nuevos líderes. El retrato del Comité Permanente del Buró Político, el máximo órgano de poder en China, refleja un delicado y complejo equilibrio que contrasta con la unanimidad generada por el giro social y 'científico' que Hu Jintao ha promovido en este evento. Las palabras, pues, no parecen ser el problema. Otra cosa es el poder.

Las lecturas que podemos hacer de la composición de la cúpula dirigente china son las siguientes. En primer lugar, se aprecia una clara continuidad, no sólo por la renovada presencia de Hu Jintao o de Wen Jiabao, su primer ministro, figuras indiscutidas, sino, sobre todo, por la continuidad de Wu Bangguo, presidente del Parlamento, y de Jia Qinglin, presidente de la Conferencia Consultiva. Estas dos figuras estaban en cuestión por varios motivos. A los problemas de salud de Wu Bangguo, graves según algunas fuentes, se suman las sombras que pesan sobre Jia Qinglin, involucrado, a través de su esposa, en graves corruptelas en la provincia sureña de Fujian, tal como se ha denunciado en reiteradas ocasiones en la prensa hongkonesa, entre otras. La continuidad de ambas figuras refleja tanto el doble discurso existente en materia de lucha contra la corrupción como la persistente influencia de Jiang Zemin, el anterior secretario general, a quien ambos guardan fidelidad. En segundo lugar, entre los recién incorporados, sólo Li Keqiang, jefe del partido en la provincia norteña de Liaoning, puede considerarse un afín a Hu, mientras que los otros tres presentan un perfil muy singular e individualizado. Zhou Yongkang, ministro del Interior, es el natural sucesor de Luo Gan, que podría representar al grupo conservador de Li Peng, e inclinarse a favor de Hu. Por el contrario, He Guoqiang, al frente del aparato del partido, sustituye en él a Zheng Qinghong, rival de Hu. Finalmente, si bien Li Changchun, responsable de ideología puede considerarse próximo a Hu Jintao, no está claro que pueda decirse lo mismo de Xi Jinping, una figura en ascenso que ha irrumpido con mucha fuerza desde el Comité Central al Comité Permanente, sin la escuela previa del Buró Político -un recorrido similar al del propio Hu Jintao-, y que, de no haber cambios, deberá compaginar esta responsabilidad con la jefatura del PCCh en Shanghai. A Xi Jinping se le vincula más con Zeng Qinghong.

En suma, parece claro que Hu Jintao no avasalló. ¿No ha querido o no ha podido hacer más? Tan complejo panorama pudiera revelar algunas interpretaciones. De una parte, haciendo de la necesidad virtud, Hu Jintao habría optado por integrar las principales sensibilidades del universo partidario, evitando un escenario de confrontación y armonizando las diferentes familias o clanes, en coherencia con esa llamada a la 'vigilancia' efectuada desde el Congreso ante los desafíos cruciales que se avecinan. De otra, dejando abierta su propia sucesión en 2012, que estaría en disputa entre dos figuras principales: Li Keqiang y Xi Jinping, cuestión que ahora no queda resuelta en modo alguno.

Con independencia de las tensiones internas, la nueva dirección china tendrá en su agenda algunos grandes asuntos. En primer lugar, la implementación del cambio de modelo de desarrollo, haciendo realidad el giro social y las cautelas ambientales anunciadas, pero también promoviendo el salto tecnológico que pueda hacer de China un país puntero en esta materia. Esa será la gran prioridad, con el objetivo puesto en sentar las bases de una sociedad más equilibrada y sostenible. En segundo término, en un nivel más reducido, explorar las vías y los mecanismos para avanzar en una democratización sui generis del régimen. Las sugerencias en este sentido han sido claras y constituyen la principal novedad político-discursiva del evento. Excluyendo la aplicación de un modelo occidental, los líderes chinos se aprestan a crear un modelo propio que será objeto de experimentación en el interior del partido y en sus aledaños institucionales, unas veces primando elecciones más abiertas a diferentes niveles y en otros recabando la participación de personas independientes en la gestión de determinadas áreas del poder. Es posible, siendo optimistas, que, a medio plazo, ello pueda afectar a parcelas sensibles como la justicia, hoy claramente privada de su más elemental independencia, lo que haría más creíble, por ejemplo, el discurso anticorrupción de Hu Jintao, pero se ha excluido de forma taxativa cualquier modificación de la estrechísima relación existente entre el partido y el Ejército.

«Democratizar China al estilo occidental no es una cura segura para todos los problemas de China», asegura un comentario de la agencia oficial Xinhua. Si el PCCh ha logrado introducir el mercado en una economía rígida como la vigente en el maoísmo sin destruir el sistema político, ¿por qué no podría introducir más libertad sin por ello poner en cuestión la preeminencia del PCCh?, se lee en otro. Así pues, siguiendo los ritmos propios de la política oriental, a la vuelta de diez años, apurando un poco el paso, podríamos imaginar los nuevos contornos de la reforma política que ambicionan realizar los actuales líderes chinos. Entonces Hu Jintao ya se habrá jubilado y una nueva generación habrá tomado el relevo.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20071023/opinion/nuevos-equilibrios-cupula-china-20071023.html

jueves, 25 de octubre de 2007

Retorno a Bergara

23.10.07
FLORENCIO DOMÍNGUEZ
f.dominguez@diario-elcorreo.com

El Correo


Cuando las gentes de orden deciden extremar sus postulados en el ámbito de la política acaban llegando a los territorios en los que habitan otros, los radicales auténticos, desde hace tiempo. Es difícil ser original en ese campo y eso es lo que le está pasando al PNV que al extremar sus posiciones está instalándose en el espacio tradicional de la izquierda abertzale.

La radicalización comienza primero por los conceptos y, al final, llega a las tácticas políticas. El PNV, o al menos un sector importante, ha sido siempre, sobre el papel, partidario de la autodeterminación, pero en la Transición consideró que plantearla de forma directa, como hizo Francisco Letamendía en el Congreso, era una «virguería marxista» frente a la que oponía una vía foral hacia la soberanía. Sin embargo, en la última década el PNV se ha vuelto hacia el concepto de autodeterminación expresado mediante una fórmula más ambigua, la exigencia de respeto a la decisión de los vascos, en unos términos que proceden del documento 'Alternativa Democrática' elaborado por ETA en 1995.

Ahora, el presidente de la ejecutiva guipuzcoana del PNV, Joseba Egibar, ha expresado la idea de presentar en las próximas elecciones generales candidaturas conjuntas de todos aquellos que apoyan la propuesta autodeterminista del lehendakari, idea que ya se le había ocurrido antes a la izquierda abertzale. Arnaldo Otegi y Rafa Díez presentaron el 16 de diciembre de 2003 lo que bautizaron como 'Propuesta de Bergara' que consistía en la elaboración de candidaturas conjuntas del nacionalismo de cara a las elecciones de marzo de 2004.

En la idea original, la de Otegi, Díez y ETA, se especificaba que la candidatura nacionalista «se convertiría en la interlocución nacional del pueblo vasco en lo que respecta al Estado español» y que serviría para «abrir un proceso de negociación» con España para que «sea respetado el derecho de autodeterminación». Joseba Egibar fue el encargado entonces de rechazar aquella propuesta en nombre de su partido, a pesar, incluso, de que ETA intervino en público en dos ocasiones, el 29 de diciembre de 2003 y el 16 de enero siguiente, para ofrecer una tregua si se aceptaba la candidatura de concentración nacionalista.

La 'Propuesta de Bergara' tenía también en común con la de Egibar la exclusión de facto de la consideración de vascos de los partidos -y por extensión de los votantes- no nacionalistas, del PSE de Patxi López y del PP de María San Gil. Sólo los nacionalistas se presentan como genuinos representantes de lo vasco. Los otros no son partidos «de obediencia vasca», como dice el dirigente del PNV, o son «sucursalistas», como decía ETA de los socialistas durante la tregua del pasado año.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20071023/opinion/retorno-bergara-20071023.html

martes, 23 de octubre de 2007

Amenazas del caudillo Z

21.10.2007
HERMANN TERSTCH

ABC


Somos muchos los españoles que estamos de acuerdo al menos en una cosa en esta vida con doña Maria Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta de este gobierno, cuando, en expresión probablemente frecuente en un Consejo de Ministros en el que se presupone el lenguaje tabernario sabiéndose de la presencia de tan eminentes juristas como ella y el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, dijo un indefinido «esto» es una «gran putada».

Estamos de acuerdo con la ya aclamada cabeza de lista socialista por Valencia en que «esto» es una «gran putada». Muchos pensamos que incluso algo más. Recordemos ese «intercambio de impresiones» entre la gobernanta y la presidenta del Tribunal Constitucional, en la tribuna del desfile en la Castellana de Madrid el día 12 de Octubre, que fue una amenaza más de las que despliega, disuelto y desarmado el Partido Socialista Obrero Español, la corte del Caudillo Z. Todo un ejemplo de la excelencia y elegancia con que se distingue la mayoría de los miembros de la tropa que tomó el poder en el PSOE en el 2000 y en el Moncloa cuatro años después:

Mª Teresa: «Es un abuso. Para mí... te digo que es una putada. Es igual... Hay que tomarlo. ¿...? No me gusta, de una puta vez (...) Esto nos pasa por respetar el capítulo. Es una burla que te...

Mª Emilia: «Por mí no te preocupes. Te estoy diciendo que yo no puedo...»

Mª Teresa: «No puede ser, no puede ser...»

Mª Emilia: «Ya veremos, hombre».

Sentencia siniestra

Reconocerán los lectores que lo que más miedo da de lo descifrado de este alarde de matonismo de la vicepresidente al que la presidenta del Tribunal Constitucional contesta con un intimidado o resignado «ya veremos, hombre» es, aparte de las putadas diversas, una sentencia siniestra: «Eso nos pasa por respetar el capítulo». No tengo la menor idea de a qué capítulo se refiere la vicepresidenta, pero todo el mundo habrá de reconocer el talante que revela.
Si la semana pasada hablábamos del «rufianismo en el poder», lo sucedido en ésta no hace sino dejar más claro, si cabe, que los riesgos a los que se enfrentan la libertad individual y colectiva, la seguridad nacional y la decencia en este país son existenciales.

Almas despistadas del PP

Nada tienen ya que ver con propuestas democráticas alternativas y van mucho más allá de diferencias en las prioridades de gobierno durante la próxima legislatura. Todo hace temer que muchas de las almas despistadas a las que aún dejan pergeñar estrategias en el Partido Popular no se hayan dado cuenta de la gravedad de la situación. Y que los peores ilusos del centro y la derecha democrática aún crean que si no pueden ganar a Zapatero en marzo pueden afrontar cómodamente nuevos proyectos para más adelante.

Fracasados todos los proyectos de la secta agrupada en torno al «Caudillo Z» (que ha secuestrado y liquidado como activo las siglas del PSOE) para vender a la ciudadanía el «cambio tranquilo» (Estatuto, paz eterna, sentimentalidad reduccionista, falsificación del pasado y del presente y relativismo definitivo e inatacable), fracasado después el amago de la compra general del voto en oferta grosera y tercermundista de favores a sectores diversos, ha comenzado la ofensiva nerviosa, desordenada pero feroz, para destruir al adversario. Y en esto son expertos. Lo hicieron en su día con Nicolás Redondo Terreros para comenzar con Patxi López la negociación con ETA sobre el futuro político de los españoles. Como en los relatos de rufianes, la secta defenestró a todo aquel que suponía un impedimento, si era terco por medio de la amenaza o la muerte civil y el descrédito. El último ejemplo es el de Juan Ignacio Plá, que ha hecho sitio con gentileza forzosa a la flamante presidenta de la «gran putada» en el foro valenciano. En el campo económico no se hizo otra cosa, pero ahí todo es más fácil porque el empresariado español, entregado siempre al poder y la contrata fácil, es más cobarde aún que el dólar del dandy.
Pero ahora toca, porque los sondeos no tranquilizan, la operación masiva de intimidación, hostigamiento y amenazas a quienes critican la política del Caudillo Z de pacto con los enemigos del Estado y de fraude sistemático a la ciudadanía. Y en este plan juega un papel clave la querella contra el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) Francisco José Alcaraz, rechazada en su día y reactivada por asociaciones amigas que todos los que hemos estudiado el fenómeno del totalitarismo en el siglo XX conocemos bien.

Régimen excluyente

Ya no basta con humillar y despreciar a las víctimas. Se trata de amedrentar ya a toda voz crítica hacia los planes del Caudillo Z, los habidos y por haber. Se trata de sembrar miedo en la sociedad como se sembró en el partido y como ya se vive en partes de España donde nacionalistas y socialistas han instaurado un régimen con vocación de excluir toda posibilidad de alternancia.

Por eso, guste o no guste la forma de Alcaraz de expresarse, en esta ofensiva todos los demócratas debieran saber que la resistencia sólo lo es de veras si no llega tarde. El Foro de Ermua ha decidido ofrecer a Alcaraz autoinculparse en el proceso. Es evidente que, en sus afirmaciones sobre Zapatero, Alcaraz dice la verdad y tiene razón. Será interesante ver si el proceso contra él y contra quienes se autoinculpen se convierte en un juicio contra la agresión general del Caudillo Z a las instituciones, a las libertades y la dignidad de los españoles.

http://www.abc.es/20071022/opinion-firmas/amenazas-caudillo_200710220808.html

La infamia

21.10.2007
ROSA DÍEZ

ABC



HE dejado pasar veinticuatro horas antes de comentar la entre-vista a José María Setién, obispo emérito de San Sebastián, publicada en El País este domingo con motivo de la presentación del libro: «Un obispo vasco ante ETA». Pensé que las palabras del obispo, su falta de piedad ante los que sufren la persecución, su soberbia justificando esa falta de humanidad, eran de tal calibre que no merecían más que el desprecio. Pero he decidido escribir sobre ello para evitar que el silencio termine extendiendo un velo de impunidad sobre el que insulta nuestra memoria, nuestra conciencia, nuestra dignidad como seres humanos.

Les animo a leer con detenimiento la entrevista realizada por José Luis Barbería, un gran periodista que conoce en primera persona cómo es la vida en el País Vasco de las personas que sufren persecución por sus ideas; cómo es la vida de las víctimas vivas, la vida de aquellos que han decidido resistir, que no se doble-gan ante la tiranía del nacionalismo obligatorio y/o del nacionalismo terrorista.

El obispo, instalado en esa atalaya del que se sabe impune por estar protegido por los pistoleros y por sus apóstoles, se atreve a insultarnos no sólo de obra —lo hizo mientras fue obispo titular—, sino también de palabra. Se atreve a contestar así:

P. «Dice que la violencia no invalida la justicia y la ética de los objetivos políticos de ETA».

R. «Me refiero a los objetivos de autodeterminación y territorialidad. Detrás de la situación del País Vasco hay una injusticia que no denuncia únicamente ETA. Los derechos históricos vascos fueron violentados mediante la acción de una violencia que se ha convertido en Derecho. Y lo que quiero saber es si esos derechos existen o no y si han sido incorporados debidamente a la Constitución».

Obsérvese la perversidad en el lenguaje: las reivindicaciones de los nacionalistas —de los que matan y de los que no, pero en este caso, particularmente de los que matan,pues a ellos se refiere la pregunta— son para Setién derechos violentados mediante la acción de una violencia que se ha convertido en Derecho. ¿Puede haber un discurso más antidemocrático, más justificador del terror y del crimen que esas palabras de Setién? ¿Puede hacer ese discurso un pastor de la Iglesia sin que la jerarquía eclesiástica españo-la haga algo más que remitirse a su posición oficial? ¿No es impunidad lo que la jerarquía eclesiástica le brinda a quien justifica objetivos que requieren del uso del crimen para imponerse? ¿No termina esa impunidad, brindada a Setién, extendiéndose a los propios criminales?

Setién habla también de lo que él considera un vasco y un español:

P. «Usted divide a la población vasca entre españolistas, por un lado, y vasquistas y nacionalistas por otro. ¿No está caricaturizando una realidad compleja?».

R. «¿Y qué otros vascos va a haber?».

Está claro: para Setién ser vasco equivale a ser vasquista y/o nacionalista. Los que no lo somos sencillamente no somos vascos. ¿Hacen falta más argumentos para justificar la expulsión de los no nacionalistas? ¿Cabe mayor coincidencia entre las palabras del obispo y los objetivos del pacto de Lizarra, ese pacto firmado entre el nacionalismo y ETA para excluir de la vida civil a los no nacionalistas?

P. «¿No se puede ser vasco y español sin ser españolista, vasco sin ser nacionalista?».

R. «Los españolistas son los que no reconocen la nación vasca.(....) Yo no quiero para Euskadi la unicidad del modelo soberanista de la llamada nacionalidad española. ¿España es una nación? (...) ¿Quién se traga eso?»

El obispo dice que no quiere la unicidad del modelo soberanista de la llamada nación española. Traducido: no quiere que todos los ciudadanos que vivimos en Euska-di disfrutemos de los mismos derechos. Ni más ni menos lo que el lehendakari proclama en su plan: «Serán vascos todos aquellos que vivan en Euskadi. La nacionalidad se regulará por ley». El obispo bendice la discriminación de derechos entre ciudadanos con la misma tranquilidad con la que otros pastores de otras iglesias,tiempo ha, bendecían a quienes se ponían las capuchas del Ku Klux Klan. ¡Qué peso se habrán quitado de encima los verdugos nacionalistas vascos que a día de hoy están preparando el próximo crimen! Lo hacen, Setién lo ha dicho, cargados de legitimidad; se les ha impuesto un modelo, no les reconocen sus derechos. Ya lo ha dicho el obispo: «En el fondo, los miembros de ETA son revolucionarios».

Y luego está su burla respecto de la nación española. Y que nadie trate de relativizarlo apelando a las palabras del presidente ZP: «La nación es un término discutido y discutible». Porque los ciudadanos pode-mos cambiar al inquilino de la Moncloa con nuestro voto; pero no podemos hacer nada frente a las dañinas palabras; y quienes pueden callarlo no están dispuestos a hacerlo.

Pero lo más vomitivo, lo más infame de las palabras del obispo Setien, está dedicado a las víctimas:

P. «¿Las cree (a las víctimas) manipuladas?»

R. «Sí, pero, afortunadamente, el juicio que llegue a hacerse sobre mi persona, no lo harán las víctimas. ¡Han dicho tantas cosas de mí! Nunca me he negado a recibirlas y no sé a qué responde esa acusación de frialdad que me atribuyen. Quizá no han encontrado en mí la colaboración que pretendían para ponerla al servicio de los objetivos que buscaban».
Difícil encontrar en una frase tan corta mayores niveles de perversidad y de soberbia.

P. «Afirma que las víctimas pueden ofrecer su perdón a los asesinos, aun en el caso de que éstos lo rechacen. Dice que es una manera de iluminar el problema desde la fe cristiana. ¿Llegado el caso esa fórmula facilitaría la excarcelación de los presos de ETA?».

R. Ésa es otra cuestión. La dimensión del perdón tiene que ser fundamentalmente personal. Si el perdón exige previamente la aplicación de una justicia vindicativa y se queda ahí, no hay perdón porque responde al ánimo de venganza al menos en el orden puramente jurídico. La propia idea del perdón es trascendente y va mucho más allá del ordenamiento jurídico».

P. «Para muchas víctimas es todo un ejercicio de heroísmo».

R. «En ocasiones, la fe exige comportamientos heroicos»

Venganza, le llama Setién a la Justicia. Tener fe y comportarse heroicamente son para el obispo sinónimos de renunciar a que se haga justicia. No sé si saben que, poco después de que ETA asesinara a su hijo Joxeba, Pilar Ruíz se encontró con Setién por las calles de San Sebastián. Se acercó a él y se presentó. Él hizo un amago de darle el pésame; Pilar le interrumpió: «Quiero decirle que les considero a ustedes, a la iglesia que usted representa, cómplices de los asesinos de mi hijo. Si Jesucristo volviera a la tierra les expulsaría del templo por fariseos».

Sí, yo también le considero a Setién cómplice, responsable de una pedagogía antidemocrática que lleva más de treinta años educando jóvenes en el odio y en la mentira. Responsable de ayudarles a encontrar coartadas para canalizar el odio frente a los que no estamos dispuestos a plegarnos frente al terror.

Responsable, José María Setién; y responsable, la jerarquía eclesiástica que calla ante la gravedad de sus palabras. ¿Cuántas generaciones de adolescentes encontrarán en las palabras de Setién elementos para alistarse en el odio y el terror?

Quizá, tal y como es la costumbre, la Iglesia pida perdón dentro de doscientos años. Pero para entonces ya será demasiado tarde. Y no habrá nadie de los ofendidos que pueda perdonarles.


http://www.abc.es/20071022/opinion-firmas/infamia_200710220758.html

Dos en La Moncloa

21.10.07
JAVIER ZARZALEJOS

El Correo



Mariano Rajoy ha recibido estos días uno de los elogios más expresivos e inesperados en la legislatura en forma de titular de portada del primer diario en difusión que, en la víspera del encuentro en La Moncloa, explicaba el rechazo de Rodríguez Zapatero a la consulta anunciada por el lehendakari Ibarretexe «para neutralizar los ataques del PP». Para una oposición de cuya utilidad se duda no está nada mal que se le atribuya tanta capacidad disuasoria sobre el presidente del Gobierno. Y para éste no es precisamente un cumplido que su decisión frente a Ibarretxe se haga depender de la vigilancia del partido de la oposición más que de sus propias convicciones sobre el particular. Si al rechazo presidencial a la consulta del lehendakari, aunque sólo sea por razones de procedimiento, se añade la rectificación de las intenciones iniciales de los socialistas de pactar con los nacionalistas en Navarra, se le suma la reintroducción de la 'derrota de ETA' como expresión honorable, y la discreta liquidación del proceso de revisión autonómica, al menos para llegar con la mesa despejada a las elecciones generales, el balance de oposición, en la función que le corresponde en un sistema parlamentario, no es en absoluto desdeñable.

En el caso de la 'hoja de ruta' que, de nuevo, el lehendakari ha trazado para sus proyectos soberanistas, la vigilia de la oposición es una garantía añadida que en vez de ser afeada a Rajoy merece ser reconocida. Y son necesarias garantías añadidas ante el nuevo ciclo de desestabilización que augura el anuncio de Ibarretxe, porque el asunto dista de estar zanjado después de la visita del lehendakari al Palacio de la Moncloa.

Muchos análisis parecen confiar excesivamente en una percepción de las posiciones respectivas de Ibarretxe y de Rodríguez Zapatero que, cuando menos, resulta discutible.

En efecto, se están dando dos suposiciones altamente cuestionables. La primera es la que cree que Rodríguez Zapatero ha despertado de su ensoñación confederal y quiere realmente rectificar. La segunda consiste en pensar que el envite de Ibarretxe es una simple escenificación electoralista.

En el caso del lehendakari, se recordará que al comienzo de la legislatura todo fueron palabras condescendientes y gestos de comprensión hacia Ibarretxe, a quien los socialistas, recién llegados al Gobierno, inventariaban entre las víctimas del Ejecutivo del PP. El plan Ibarretxe fue objeto de una oportunista fabulación por parte del PSOE como una reacción exasperada pero comprensible frente a la intransigencia de los populares, personificada en Aznar. Desaparecida la causa, Rodríguez Zapatero despachó las pretensiones soberanistas del lehendakari como restos de un pasado que en el nuevo tiempo político perdería sentido. Ahora la fabulación cambia y, otra vez, aparece el socorrido argumento del 'consumo interno' para quitar importancia a lo que Ibarretxe ha propuesto y que, por uno u otro procedimiento, está dispuesto a materializar.

Sin embargo, explicar el envite soberanista por un mero cálculo electoral entra en abierta contradicción con el insistente recordatorio de los mediocres resultados obtenidos por el PNV en las autonómicas de 2005. Se olvida que la de Ibarretxe es la opción que ha prevalecido en el seno del Partido Nacionalista Vasco, cobrándose en la persona de Josu Jon Imaz la más significativa víctima política. Parece pasarse por alto que la nueva ponencia política del PNV, que se encuentra en el trámite interno de consulta, otorga carta de naturaleza al soberanismo y confiere al movimiento del lehendakari la legitimidad de constituir la expresión institucional de los objetivos programáticos del partido. Y no se repara en que el descontento de los nacionalistas 'moderados', la preocupación de los empresarios o el descrédito del tripartito, hasta que no se demuestre lo contrario, no son más que lugares comunes, temas recurrentes de tertulia, fructíferos para el chascarrillo pero inoperantes a efectos políticos.

No parece posible comprender el salto soberanista comprometido por Ibarrextxe como una pulsión puramente endógena de un nacionalismo que cree haber exprimido ya todo el jugo del régimen constitucional del 78. Otros factores no atribuibles al lehendakari han creado un entorno en el que juega el carácter esencialmente oportunista de la reivindicación nacionalista.

Un proceso de revisión del modelo territorial como el que desencadena el nuevo Estatuto catalán no podía pensarse que tuviera efectos neutrales en el nacionalismo vasco. Embarcarse en una negociación política con ETA no ha significado sólo traspasar una línea roja que ningún Gobierno democrático había franqueado, sino asumir la clave nacionalista que une terrorismo y 'conflicto' en su génesis y, lo que es peor, en su solución. Devolver a las instituciones al entramado político de ETA alimenta las referencias más radicales dentro del nacionalismo. Que el presidente del Gobierno haga malabarismos con aquello del 'respeto a lo que decidan los vascos' mientras anuncia la apertura del diálogo con ETA es una invitación irresistible a la desestabilización. Construir el Gobierno sobre la exclusión de la oposición quiebra un pilar de consenso que más temprano que tarde habrá que reconstruirse. Desacreditar el pacto de la Transición y dar vía libre a la mutación del sistema autonómico a través de los estatutos no es precisamente la receta para fortalecer el marco constitucional que ha de hacerse valer frente a las pretensiones de Ibarretxe.

Nadie duda de que Ibarretxe es impermeable al diálogo que tanto predica. También es cierto que está por ver a qué han renunciado los nacionalistas como no sea a imponer el calendario de pagos además del precio. Pero si en lo que parece consustancial al lehendakari será difícil influir, el problema que éste plantea sería infinitamente menor si se recuperaran los factores de estabilidad y fortaleza del Estado autonómico y constitucional que se han ido dejando por el camino. Ahí es donde debería sustanciarse la autenticidad de la rectificación que se quiere ver en Rodríguez Zapatero y que observada en detalle no es en absoluto tan clara.

El presidente del Gobierno no ha querido ir más allá de elementales razones de procedimiento constitucional para expresar su rechazo a la iniciativa de Ibarretxe, reduciendo el problema a un conflicto de atribuciones sobre la titularidad de la competencia para convocar referendos y la distinción doctrinal entre referéndum y consulta. Bien está. Pero quedarse ahí es quedarse en un inquietante vacío cuando al Estatuto, por un lado, se lo da por amortizado pero, por otra, sigue demostrando ser irremplazable por un acuerdo más amplio mientras ETA reactiva su potencial de violencia terrorista. La cuestión es que nada indica que el nacionalismo radicalizado que se ha sentado en el poder de la mano de los socialistas vaya a reducir su influencia en el diseño de la mayoría de Gobierno que Rodríguez Zapatero, si triunfa en marzo, volverá a promover.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20071021/opinion/moncloa-20071021.html

lunes, 22 de octubre de 2007

Sobre las ruinas del siglo pasado

21/10/2007
FÉLIX AZÚA

El Periódico


EL INDEPENDENTISMO COMO ACTO DE FE

Quienes hacia 1970 teníamos una fe berroqueña en la revolución comunista no hacíamos otra cosa que seguir a nuestros padres y abuelos en la vieja tradición española de sustituir la decepción religiosa por una ideología política asumida como fe teológica. En aquellos años, sitiados por la unanimidad franquista y el entramado de intereses que mantenía vivo a un régimen canallesco, ni siquiera nos planteábamos qué posibilidades reales, qué sacrificios, qué sufrimientos podía traer consigo la imposición de nuestra fe. Jamás consideramos el elevado riesgo de que emergiera un terror superior al de Franco. Solo importaba que el comunismo triunfara lo antes posible. Cuando alguien sensato nos acorralaba, acabábamos por gritar: "Primero hay que hacer la revolución, luego ya se verá".

No de otro modo se comportan quienes dicen luchar por la independencia de esta o aquella región española. Su deseo de una escisión blanca, como la de Chequia y Eslovaquia, oculta la peculiaridad de cada caso y evita nombrar a Serbia y Croacia, para cuya escisión fue necesaria un matanza. Ahora tienen puestos los ojos en Bélgica, por si hay un milagro. Una fe típicamente hispánica en la explosiva felicidad que invadirá a la población escindida permite escamotear las dudas sobre el día siguiente. Nadie sabe cuál será la suerte de la mitad de los vascos y los dos tercios de catalanes que se sienten "igualmente españoles". Ni si las nuevas fronteras exigirán pasaportes y acuñación de sellos. O qué pasará con las relaciones de los nuevos nacionales en el resto de España y viceversa. La respuesta es: ya se verá.

¿Tan pacífico imaginan el proceso? ¿Tan súbita la admisión en la UE? ¿Cruzar el Ebro será como pasar de Alemania a Austria? No creo que estas preguntas tengan respuesta. Aun estando persuadido de que hay militantes redactando informes optimistas sobre tales asuntos, todo es humo. Lo que suceda en un proceso semejante (la escisión de dos poblaciones unidas desde hace cuatro siglos) es imprevisible. Los buenos propósitos son arrasados por la energía de la escisión, por su fuerza caótica. Nadie sabe si nos encontraremos en Eslovaquia o en Chechenia, ni puede saberlo. Tengo la seguridad de que por lo menos una de las partes, la que llaman España, no iba a facilitar las cosas, entre otros motivos porque la mitad de la población vasca y dos tercios de la catalana no quieren dejar de ser españolas. Ni a tiros, según se ha comprobado.

ALGUIEN HABRÁ entre los separatistas y soberanistas que haya cavilado sobre esto --no están tan locos--. Sin embargo, también creo que las cautelas prácticas no les arredran. Tanto a ellos, como a nosotros cuando éramos comunistas, no les incumbe lo que venga después: primero la independencia, luego ya veremos. Para muchos ciudadanos, ese "ya veremos" es fácil de prever si la fuerza dominante del día siguiente es el PNV y su brazo chulesco, o ERC con Laporta de líder. Da escalofríos. Pero no hay remedio. La ideología que se apoya tan solo en sentimientos se convierte en religión po- lítica, vieja condena española. Sus dirigentes no sirven a la ciudadanía: son cruzados que sirven a una causa. El cálculo de víctimas, sufrimientos, destrozos irreparables, ruina probable o dolor inútil queda para los tibios, los que "tienen michelines", como dijo con colosal zafiedad un caudillo vasco. Primero, la revolución; luego ya veremos.

En un espléndido estudio, Pasado imperfecto (Taurus), Tony Judt ha analizado el envilecimiento moral de los intelectuales franceses durante los años 1944 y 1956, cuando fueron incapaces de atacar las atrocidades de Stalin y distanciarse del Partido Comunista. Para aquellos acomodados burgueses, los asesinatos debían entenderse en su contexto histórico y dentro de la heroica lucha de los rusos por imponer una sociedad más justa. Argumento compartido por la cúpula del PNV y buena parte del soberanismo catalán cuando se aplica al nacionalismo totalitario vasco. Las figuras francesas tardaron más de una década en reconocer que el comunismo ruso era una satrapía criminal dominada por un reducido grupo de explotadores. Y tardaron tanto porque, si lo hubieran reconocido, se habrían quedado sin religión. Aceptar el fracaso bolchevique significaba renunciar a la fe en que la historia tiene sentido y se la puede tutelar hacia el progreso. Sin esa fe, aquellos hijos de Hegel pasado por Kojève no podían soportar su confortable existencia. Para soportarla, debían morir varios millones más.

NO DE OTRO modo, si los independentistas tuvieran que calcular los posibles sufrimientos de una independencia vasca o catalana, podrían ver su fe amenazada. ¿Y qué demonios puede hacer en este mundo un nacionalista sin fe? El dolor y la angustia que provoca la crisis religiosa en los adolescentes es casi insoportable para un adulto. Por esta razón es agotador dialogar o argumentar con ellos: en cuanto ven amenazada su fe reaccionan negando la evidencia.

¿Cómo acabará este nuevo capítulo de la mística hispana? Pues o bien en el caos imprevisible de una ruptura unilateral, o bien en el tedio que toda religión acaba produciendo en los creyentes cuando se hace evidente la esterilidad de sus quimeras. Es lento: los secesionistas viven mejor sin secesión. Y lo saben.

*Escritor
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=451671&idseccio_PK=1006

domingo, 21 de octubre de 2007

Cuentistas

20/10/2007
FERNANDO SAVATER

El País


Para Nico, sin escolta


No había reparado en ello, pero por lo visto tenemos en España una sociedad de la información especialmente posmoderna. Los conceptos de verdadero y falso parecen gloriosamente arrumbados, al menos en lo tocante a aportar comprobaciones fiables de lo que se afirma tajantemente: pero también los más modestos criterios de razonable o inconsistente parecen obsoletos. Sólo cuenta la perspectiva ideológica desde la que se habla o, aún más, a la que se ataca. Lo demás por lo visto son ganas de buscarle tres pies al gato. De modo que se puede sostener hoy con indignada vehemencia una postura y mañana la exactamente opuesta con no menor ahínco, sin que sea de buen gusto explicar lo más mínimo la brusca transición entre la una y la otra. O si se ofrecen explicaciones es aún peor porque son de una calidad tan rebajada que humillan la inteligencia más de lo que la ilustran. Claro que no debe ser a la inteligencia precisamente a la que se dirigen...

Tomemos como ejemplo la argumentación destinada a justificar que finalmente se haya encarcelado a la mesa de Batasuna, cuyas reuniones como organización ilegal (por apoyo al terrorismo, no lo olvidemos) son ahora culpables aunque ayer fueron toleradas y hasta elogiadas. Según apunta el auto del juez Garzón y han repetido como si fuese cosa evidente los informadores progubernamentales, no es lo mismo la asamblea de ese grupo proetarra cuando aspira a establecer la paz que cuando vuelve a amparar y promover la violencia. Pero se trata de una distinción de fases que no se apoya en nada salvo en la errónea interpretación del Gobierno de la voluntad etarra. En ningún momento, por cuanto sabemos -y ya sabemos demasiado-, los portavoces de Batasuna plantearon una renuncia definitiva e incondicional de la violencia, sino sólo un alto el fuego cuya permanencia dependería de los objetivos políticos extraparlamentarios que consiguiesen a cambio. Lograron de partida algunos bien notables: el primero de ellos, que se les tratase como interlocutores políticos válidos y después una serie de promesas no por inconcretas menos lamentables. Todo ello poco tenía que ver con la paz y mucho con el acuerdo sobre las conquistas realizadas por medio de la violencia. Si dicho acuerdo finalmente no se concretó fue por culpa de la ambición insaciable de ETA y no por la constitucional firmeza del Gobierno. Se nos trata de convencer de que los representantes gubernamentales siempre dejaron claro que había que respetar las leyes y la Constitución: pero ¿cómo no recordar aquí precisamente la idea gubernamental de que la legislación debe aplicarse según políticamente conviene en cada caso? ¿Es imaginable que los encuentros hasta hace poco negados con los terroristas hubieran ido tan lejos como fueron si desde el primer día se les hubiera dejado meridianamente claro que no iba a hablarse para nada de política, sino sólo del abandono de las armas y de la suerte penal de los violentos? Para eso hubiera servido precisamente la aplicación inmediata de las consecuencias penales de la prohibición de Batasuna: para impedir que prosperase el equívoco entre dejar las armas (lo deseable, el triunfo del Estado de Derecho) y establecer un nuevo orden político propiciado por su abandono (lo deseado por ETA y el nacionalismo radical). Si las detenciones a los fiduciarios del terror se hacen ahora y no antes -cosa a celebrar, desde luego- ello no se debe a la lógica de las circunstancias, como aseguran los cuentistas, sino al deseo de reparar una confian-za pueril de borregos en la imperceptible buena voluntad del lobo.

Volvemos a lo de siempre: en el País Vasco no luchamos para evitar que nos maten, sino para recuperar nuestra libertad constitucional. Que es la que nos roban día tras día las coacciones de un nacionalismo establecido a cuyos dictados (políticos, educativos, culturales, etcétera) debes someterte de buen grado o protestando un poco para cubrir las apariencias, salvo que prefieras que vuelvan los de la bomba y el tiro en la nuca. Hasta hace cuatro días, como éstos ya no parecían tan empeñados en matar como antes, los acomodaticios de turno decían sentirse casi felices. Incluso había socialistas, pobres almas, que aseguraban verse más amenazados en Madrid -donde se les insultaba en los bares por llevar EL PAÍS bajo el brazo, mire usted qué cosa- que en Rentería o Hernani. Vamos, más o menos igual que pasaba en los mismos lugares durante el franquismo, según Mayor Oreja: falta de libertad, claro, pero "absoluta placidez" por lo demás. Sin embargo, ahora ya no hay tregua y, por tanto, la falta cotidiana de libertad política es vista como algo insoportable: por lo visto, para algunos lo único intolerable de los radicales violentos es que maten, pero resulta más o menos aceptable en cambio lo que nos quieren imponer matando. Ibarretxe se va a quedar sin referéndum por culpa de ETA,

que si no seguro que hubiera logrado colarlo con todos los parabienes de nuestros milagreros que estrechan o ensanchan el derecho según conviene en cada caso. ¿Qué de malo hay en ello?..., tal como a fuerza de cuentos nos van enseñando a aceptar.

Por tierra, mar y aire (es decir, por prensa, radio y televisión), los cuentistas progubernamentales sostienen con más vigor que elocuencia que las denuncias del PP sobre la quiebra de la unidad de España y en defensa de símbolos como la bandera o la monarquía son exageraciones interesadas con vistas electorales. La argumentación en su conjunto recuerda a la de los críticos de Al Gore, que minimizan su denuncia de las amenazas ecológicas que se ciernen sobre nosotros señalando errores científicos o incluso falsedades en sus planteamientos de choque. Bueno, seguro que Gore se equivoca en muchos de sus datos, hace trampa con otros e incluso es probable que busque con su nueva cruzada una segunda oportunidad política y una revancha personal. Pero eso no impide que lo sustancial de su alegato señale un problema muy auténtico y un peligro que si no se ataja a tiempo puede llegar a ser letal. Algo semejante ocurre con las alarmas que hace sonar el PP, a menudo con demasiada estridencia o con evidentes excesos sectarios: a veces exagera o manipula, pero es indudable que pone el dedo en una evidente llaga que otros quieren por conveniencias no menos espúreas ocultar. La unidad de España no se rompe, si por tal entendemos que al mapa territorial se le caigan pedazos aquí o allá: pero la verdadera unidad del Estado de Derecho, que es la igualdad de los ciudadanos más allá de condicionamientos territoriales, no sólo puede romperse sino que ya se ha roto en muchos aspectos. Y los símbolos unitarios del país están amenazados no por quienes quieren sustituirlos por algo más democrático, sino por quienes combaten el contenido democrático que, más allá de exaltaciones retóricas, hay en ellos.

Por cierto, volviendo a los cuentistas, es aleccionador lo ocurrido con el vídeo de Rajoy (tan desafortunado de forma y engolado de contenido): los cuentistas lo denunciaron como el primer paso de una campaña de crispación para el día de la Hispanidad; luego, como no pasó nada relevante, nos informaron muy satisfechos de que el proyecto de crispación -inventado por ellos mismos- había fracasado...

Tratan de convencernos de que la quema de fotos de los Reyes o la oposición a exhibir la bandera constitucional es cosa de unos cuantos, un puñado de cernícalos extremistas. Muy cierto, pero eso no logra tranquilizarnos. ¿Saben por qué? Porque estamos acostumbrados ya en este país a que minorías de ínfima implantación popular o subnormal calado ideológico logren determinar el presente político de la mayoría de los ciudadanos. También los que matan en el País Vasco son poquísimos y quienes les apoyan son minoritarios, pero estamos sufriéndoles como si fueran un infinito enjambre. ¿Acaso alguien puede creerse de veras que en Cataluña, Euskadi o donde sea hay una mayoría de separatistas? Y sin embargo, ésa es la impresión que da, no sólo dentro de España sino también a los observadores extranjeros. Y se les hacen concesiones políticas como si fueran la inmensa mayoría: ¿volvemos a recordar ahora el entusiasmo real y cuantificable suscitado por los referendos de los estatutos autonómicos más recientes?

Dice Zapatero que el partido socialista actual es el que más se parece al conjunto de España y, aunque ahora puede que no sea verdad, temo que llegue a serlo. Ya sabemos lo que decía Picasso cuando le reprochaban que su retrato de Gertrude Stein no se asemejaba al modelo: "Descuida, que ya se parecerá...". Si este temor se confirma, tenemos cuentistas para rato y esto va a ser el cuento de nunca acabar. Porque sólo los ciudadanos españoles, es decir, los que no se parezcan tanto como nos aseguran al modelo que se les ofrece, pueden decir de una vez: colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Cuentistas/elpepuopi/20071020elpepiopi_6/Tes

sábado, 20 de octubre de 2007

La amenaza energética

19.10.07
ROBERTO BERMEJO

El Correo


El petróleo sigue su escalada alcista. En los últimos días, el precio del barril (168 litros) se ha acercado a los 90 dólares en el mercado de Nueva York. Y no me deja de asombrar que nuestra sociedad siga desarrollando su vida, como si nada pasara. En cambio, el problema sí preocupa a múltiples empresas, a la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y a los principales expertos del petróleo. Además, un nutrido número de sociedades, cuyas poblaciones suman decenas de millones de habitantes, están trabajando en la creación de una economía sostenible, porque son conscientes de la emergencia energética que sufrimos.

Tal como indica un informe de la banca Mellon -coincidiendo con la mayoría de los analistas-, el problema fundamental del petróleo es «la creciente dificultad de respuesta (a la demanda) del sistema productivo», la cual provoca la escalada de los precios, aunque en un contexto de enorme volatilidad, por la aparición de fenómenos coyunturales y porque el mercado del petróleo es muy especulativo. Casi todos los analistas siguen elevando sus previsiones de precios futuros. Así lo reflejan, por ejemplo, las encuestas que Bloomberg realiza periódicamente entre unos treinta expertos de entidades financieras (Forbes, Goldman Sachs, Barclays, Merrill Lynch, etcétera). Cada vez son más los que estiman que en 2008 el barril alcanzará los 100 dólares.

Además, esta «creciente dificultad» se convertirá en el futuro próximo en una incapacidad absoluta, en el momento en que las extracciones lleguen a su cenit (el techo de extracciones), para empezar a descender hasta el agotamiento en un futuro lejano. El petróleo se encuentra en las grietas de las rocas e impregnando arenas, lo cual hace difícil su extracción una vez que se reduce la presión original de un yacimiento. Los expertos en petróleo más prestigiosos (así como numerosos analistas de empresas financieras) sitúan el techo entre 2010 y 2015. Entonces el precio del petróleo se disparará, lo que provocará un colapso económico. El problema se ve agravado porque una transformación energética requiere varias décadas.

Múltiples datos avalan la proximidad del techo del petróleo. Según las estadísticas de la AIE, la oferta mundial de petróleo está casi estancada desde hace dos años, debido a que los países no pertenecientes a la OPEP han venido incrementándola ligeramente, mientras que la OPEP la ha disminuido en estos dos últimos años. La mayoría de los analistas opinan que la OPEP no tiene ya capacidad de aumentar su bombeo ni, por lo tanto, de fijar los precios. La satisfacción de la demanda en aumento ha sido posible, en un contexto de oferta casi estancada, a costa de la práctica desaparición de la capacidad extra de bombeo, que históricamente se venía manteniendo para ser usada en caso de emergencias. En décadas pasadas la OPEP mantenía en reserva una capacidad de 4-6 millones de barriles diarios (Mb/d). Pero desde mediados de esta década se ha ido reduciendo y hoy es casi inexistente. La AIE estima que la oferta ociosa mundial es de 2,85 Mb/d, pero reconoce que en un 88% se trata de petróleo muy pesado (imposible de ser tratado por la mayoría de las refinerías), lo cual se traduce en que sólo le quedan 0,35 Mb/d de petróleo realmente comercializables. Esta situación se ha visto agravada por un relanzamiento de la demanda, que en las dos últimas décadas ha aumentado en un 1,7%. En 2007 la AIE prevé que esta cifra alcance el 2,5%, lo que supone un aumento del consumo de 2,2 Mb/d (el consumo actual ronda los 85 Mb/d). Además, pronostica un ratio anual del 2,2% para el periodo 2008-2012, basándose en la previsión del Fondo Monetario Internacional de que la economía mundial crezca al ritmo anual del 4,5%.

Desde hace tiempo la AIE viene alertando de problemas de desabastecimiento a corto plazo, que se agravarán en el futuro. Claude Mandil, ex director de la AIE, afirmaba que «la palabra clave es urgencia ( ). Con las tendencias actuales (nuestro) sistema energético irá de crisis en crisis ( ). Este futuro energético no sólo es insostenible sino que está abocado al fracaso». Otras manifestaciones de la AIE confirman este diagnóstico: «A pesar de cuatro años de precios del petróleo altos, este informe ve un mercado crecientemente tenso más allá de 2010 ( ). Es posible que la crisis de suministro pueda ser retrasada (mediante la reducción del crecimiento de la demanda), pero no por mucho tiempo». Ya hemos visto que la AIE no considera previsible tal reducción, al pronosticar un aumento más rápido del consumo.

Por todo ello, urge aplicar estrategias de desenganche del petróleo. Así lo solicitan numerosas organizaciones y diversos organismos de la Administración estadounidense, el más importante de los cuales, la Government Accountability Office (GAO), expresa sus conclusiones en el título de un reciente informe: «La incertidumbre acerca del suministro futuro obliga a desarrollar una estrategia para encarar el techo y declive de la producción de petróleo». Aunque no se pronuncia sobre la fecha más probable del techo, llega a la conclusión de que es necesario definir cuanto antes una estrategia que «mitigue las consecuencias del techo y del declive de la producción de petróleo».

Ante esta situación, un grupo de sociedades, nutrido y en rápido aumento, está trabajando en la creación y aplicación de estrategias transformadoras. Un país pionero en este terreno es Dinamarca, que sufrió especialmente las crisis del petróleo de los años setenta al estar su sistema energético totalmente basado en este recurso. Aplicó una política de drástica reducción de su dependencia del petróleo, y no la abandonó (sino que incluso la fue mejorando) cuando bajaron los precios a los niveles anteriores a las crisis. En 1976 el Gobierno danés adoptó una estrategia de promoción de la eficiencia, de desarrollo de las energías renovables (especialmente la eólica), y de prospección de yacimientos de gas natural y petróleo en el mar del Norte. En 1985 renunció a la energía nuclear y en 1995 prohibió la construcción de nuevas plantas de carbón. Ahora es autosuficiente en energía y su consumo ha permanecido constante durante más de treinta años, mientras que el PIB se ha duplicado. La energía eólica ha alcanzado el 20% del suministro eléctrico. Por otro lado, en los dos últimos años, los gobiernos de Suecia, Francia, Nueva Zelanda y dos Estados australianos, Australia Occidental y Queensland (este último la semana pasada), han declarado la cercanía del techo del petróleo. Pero sólo Suecia está aplicando una estrategia transformadora, y su objetivo es reducir su dependencia de todos los combustibles fósiles en un 40%-45% para 2020.

En los dos últimos años, muchas poblaciones y ciudades han aprobado resoluciones sobre la proximidad del techo del petróleo y la necesidad de elaborar estrategias: Willits (California), en octubre de 2005; Franklin (Nueva York) y Kinsale (Irlanda), en diciembre del mismo año; San Francisco (California), Portland (Oregón), Bloomington (Washington) y Oakland (California), en 2006, y Austin (Texas), en junio de 2007. Lo mismo están haciendo Hamilton y Burnaby (Canadá), Brisbane (Australia) y la isla de La Palma, cuyo Cabildo adoptó a finales de 2006 una resolución que asume la cercanía del techo y define el objetivo de alcanzar para 2010 un modelo energético renovable. También a finales de 2006 se inició en Reino Unido un movimiento de poblaciones que trabajan en una rápida transición hacia economías sostenibles (conocido como Transition Towns), siguiendo el ejemplo de la localidad irlandesa de Kinsale. Agrupa ya a más de veinte poblaciones, entre las que se encuentran Bristol, Exeter y Nottingham.

opinion@bakeaz.org


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20071019/opinion/amenaza-energetica-20071019.html

miércoles, 10 de octubre de 2007

La hora de la firmeza política

10.10.2007
JON JUARISTI

ABC


SIN duda, el atentado de Galdácano es una represalia por la detención y encarcelamiento de los dirigentes de Batasuna. Por si no estaba claro, la banda subraya así la relación orgánica que mantiene con su brazo político: la bomba lapa en el coche del concejal socialista Juan Carlos Domingo complementa las acusaciones lanzadas estos últimos días contra el PSOE por Fernando Barrena.

Hay que tomarse en serio las palabras de Barrena, porque constituyen el único indicio discursivo fiable de los futuros movimientos de ETA. Sabemos ya que su obsesión actual -la de ETA y la de Barrena- es castigar al PSOE por una traición real o imaginaria, lo mismo da (puesto que los terroristas la viven como muy real). Ahora bien, ¿qué significa «castigar al PSOE» en la situación presente? No sólo atentar contra sus militantes, cargos electos y escoltas de los mismos, sino, ante todo, provocar el hundimiento político de los socialistas. Estamos, en resumen, ante un horizonte aparentemente similar al de los últimos meses de la segunda legislatura de Aznar, con Batasuna fuera de la ley, y ETA preparando el atentado espectacular que confronte al Gobierno con el fracaso absoluto de su política antiterrorista. La historia parece repetirse, pero el gobierno de Rodríguez Zapatero se halla en una posición considerablemente más débil que la del gobierno de Aznar.

Ante todo, es preciso entender qué es lo que ETA se propone conseguir. Lógicamente, la negociación política no es hoy un objetivo a su alcance. El presidente Rodríguez podía aún alimentar absurdas esperanzas en la reanudación del «proceso de paz» hace unos meses. Plantear hoy su sola posibilidad equivaldría a suicidarse políticamente. Sin embargo, en la medida en que los socialistas descartan la reconstrucción del pacto antiterrorista con el PP, ETA no percibe la interrupción de dicho «proceso» como algo definitivo. Para la banda, el problema reside en la relación de fuerzas. Mientras el «proceso» estuvo en marcha, ésta le fue claramente favorable. La ilegal Batasuna se reunía públicamente con dirigentes socialistas y mantenía su presencia en el Parlamento vasco a través de las marionetas del PCTV. Por otra parte, ETA se rearmaba sin dificultades y la kale borroka, de nuevo en vigor, le suministraba efectivos frescos para sus comandos. Ante el cambio de signo en la relación de fuerzas, ETA necesita demostrar que le sobra todavía la necesaria para humillar al Gobierno, imponiendo a la presente legislatura un final catastrófico. Necesita, en fin, probar con hechos que sigue siendo capaz de condicionar la evolución de la democracia española.

Por eso es un error pensar que no pasa nada si, por ejemplo, se detiene a la cúpula de Batasuna y se la manda a la cárcel. Sí pasa. Las calles no arderán en pompa, aunque se quemen unos cuantos cajeros automáticos y algún autobús, pero ETA atentará y los nacionalistas, en su conjunto, aprovecharán la coyuntura para deslegitimar un poco más al Estado. El Gobierno no está en una posición ventajosa para afrontar las consecuencias de su propia política, por varias razones. En primer lugar, porque ha sido incapaz hasta ahora de restaurar los consensos básicos en materia antiterrorista con el principal partido de la oposición. Hasta ahora, en efecto, le ha podido resultar rentable culpar al PP de la gran disensión que ha caracterizado la vida nacional en los últimos tres años. Hasta ahora, ha podido especular sin riesgo sobre una gran alianza antiterrorista que incluyese a todos los partidos, en la seguridad de que, dada la renuencia del PP, podría seguir haciendo de su capa un sayo, con los parabienes de los nacionalistas.

Pero ya se acabó la broma. El Gobierno vasco, que impulsa abiertamente un programa de secesión gradual, se opone a cualquier medida de firmeza frente a ETA y exige la vuelta al «proceso de paz», con su presencia tutelar en unas negociaciones de las que espera obtener réditos soberanistas. ERC nunca ha sido un socio digno de confianza en estas cuestiones, y la escalada de Ibarreche hacia la insurrección institucional, unida a la revuelta del catalanismo radical y a la radicalización del catalanismo moderado, suscitará previsiblemente reacciones miméticas en el partido de Carod y hará imposible cualquier acuerdo razonable con el PSOE. Se mire por donde se mire, a los socialistas sólo les queda un aliado potencial, y no me refiero a IU, que sigue formando parte del frente nacionalista que gobierna en el País Vasco.
En segundo lugar, es dudoso que los socialistas puedan recuperar su crédito con simples invocaciones al rigor presente, que se percibe como un giro oportunista ante la inminencia de las elecciones. Parece lógico que el PP ponga sus condiciones (ilegalización inmediata de ANV y del PCTV, compromiso formal de no emprender ningún nuevo «proceso de paz») para dar su apoyo a la política antiterrorista del Gobierno. Es obvio que la oposición aprobará las medidas concretas que tome aquél contra ETA y su trama social, pero no parece probable que consienta en refrendar dicha política sin garantías de que no habrá más cambios caprichosos según la coyuntura. A lo largo de estos años, Rodríguez Zapatero ha presentado su compromiso antiterrorista con Aznar como un favor o un gesto generoso hacia el anterior presidente, y, en consecuencia, perfectamente revocable a tenor del enfriamiento de las relaciones entre los partidos de ambos. No estaría mal que se fuese cerciorando de que el pacto contra el terrorismo no era cuestión de cesiones benevolentes, sino de absoluta necesidad nacional.

Gabriel Ginés, escolta del concejal socialista Juan Carlos Domingo, ha sido la primera víctima de una venganza de ETA contra el PSOE que no ha hecho más que comenzar. No es pecar de agorero suponer que, hasta las elecciones, la banda tratará de hacer el mayor daño posible al Gobierno y a su partido, y sobra recordar que puede hacerlo también en cabeza ajena. Nos alegraríamos todos de que una acción policial eficaz redujera al mínimo la criminalidad terrorista y aún más si la evitara por completo. Por desgracia, la experiencia nos enseña que ETA se ha salido muchas veces con la suya. Está muy bien apelar a la unidad de los demócratas, pero debe hacerse desde una actitud de firmeza que no se reduce a la persecución policial de los terroristas y de sus cómplices. Lo que se exige del Gobierno es firmeza política. La suficiente para que ETA comprenda que la relación de fuerzas no cuenta para nada cuando existe la decisión democrática mayoritaria de erradicar el terrorismo sin concesiones de ningún tipo.

http://www.abc.es/20071010/opinion-la-tercera/hora-firmeza-politica_200710100248.html

viernes, 5 de octubre de 2007

Atención a las palabras

04.10.07
J. M. RUIZ SOROA

El Correo


El lehendakari ha hecho referencia en repetidas ocasiones a los estatutos de autonomía de Cataluña y Andalucía a modo de argumento analógico para fundar la competencia del Gobierno vasco para convocar una consulta popular. Este argumento se ha malinterpretado por casi todos, pues se ha entendido que se refiere a los referenda de ratificación de los nuevos estatutos que se han celebrado el pasado año en Cataluña y Andalucía. Y así, se ha dicho que la situación vasca no tiene nada que ver con aquéllas, pues aquí no hay un nuevo texto autonómico que ratificar.

Es patente, sin embargo, que a lo que el lehendakari se está refiriendo insistentemente es al artículo 122 del Estatuto catalán, que establece bajo el título de 'Consultas populares' que es competencia exclusiva del Gobierno catalán la realización de «encuestas, audiencias públicas, foros de participación y cualquier otro instrumento de consulta popular», texto que encuentra un correlato idéntico en el artículo 78 del Estatuto andaluz. Lo que está afirmando es que, aunque estos textos no son aplicables en el País Vasco, difícilmente puede negarse al Gobierno vasco una competencia que se ha reconocido recientemente a otras autonomías. Y que si ello es constitucional allí, no puede dejar de serlo aquí. Es de destacar, sin embargo, que la versión final de estos estatutos añadió a los citados artículos 122 y 78 una cautela que no aparecía en los proyectos respectivos: la de que la posibilidad de efectuar cualquier «instrumento de consulta popular» tenía una excepción: lo previsto en el artículo 149.1.32 de la Constitución o, como más claramente lo expresa el Estatuto andaluz: consulta popular sí, pero «con excepción del referéndum».

Resulta entonces que las referencias recurrentes a estos estatutos nos están anunciando un futuro cargado de semántica: el lehendakari va a sostener que lo suyo no es un referéndum, sino una consulta, y que por eso cabe en la legalidad constitucional. Con lo que acabaremos en una discusión acerca de las notas que distinguen a la especie 'referéndum' dentro del género 'consulta', una fértil campo para los nominalismos de toda laya. Auguro que pronto veremos a una pléyade de juristas de confianza empezar a trabajar en este campo.

Y como es obligado, adelanto mi opinión: una consulta mediante votación pública de la totalidad del censo, con fecha y papeleta, y con opción bipolar, es un referéndum consultivo del artículo 149 de la Constitución, no una simple consulta. Empieza el debate nominalista.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20071004/opinion/atencion-palabras-20071004.html

Cuestión de Justicia

05.10.2007
MAITE PAGAZAURTUNDUA

El Correo


Caty Romero vino a vivir a Euskadi por amor. Después del asesinato de su marido, en la década de los 90, apareció una pintada que decía: 'Morcillo, jódete'. Años después, Caty fue una de las fundadoras del Colectivo Víctimas del Terrorismo del País Vasco, Covite.

Nati Rodríguez tuvo que clamar para que borraran una pintada en el garaje donde guardaba su coche. Habían asesinado a su marido, en el año 2000, y nadie borraba aquel 'ETA mátalos'. Nati es presidenta de la Fundación Fernando Buesa Blanco.

Cristina Cuesta era una joven estudiante cuando asesinaron a su padre y al escolta de éste. Poco después se convirtió en una de las pioneras en la ruptura del silencio espeso contra las víctimas de ETA. Contra las víctimas de ETA es una forma precisa y objetiva de denominar el tratamiento a las víctimas del terrorismo etarra en la década de los 80. Un tratamiento como la pintada humorística que se podía leer en la Universidad sobre el asesinato de la familia Garrido -padre, madre e hijo-, perpetrado en el hermoso centro de la ciudad de San Sebastián. Además de a los Garrido, la banda mató en aquel atentado a otra ciudadana que pasaba por allí, si no me falla la memoria.

Cierro los ojos y veo a Caty, a Nati, a Cristina, a Ana María, a Teresa, a Javier, a Angel, a Silverio y a tantos otros que no se comportaron como esclavos ante el poder del miedo a ETA en la sociedad vasca. Y es que hay deberes que están por encima de las arbitrariedades políticas, de la lealtad de partido, del tacticismo político o del narcisismo que se ve -de forma creciente- en la opinión pública que nos circunda. Son los deberes con los seres queridos y los deberes ciudadanos en el sentido democrático más profundo para que la sangre no llame a más sangre sino a la Justicia.

El País Vasco es rico, es hermoso, se vive con una engañosa tranquilidad si se aparta la mirada de la impunidad ambiental y de la corrupción moral que ha traído el miedo a ETA. Algunas víctimas, algunos ciudadanos, nos han ido arrojando a la verdad como lo hicieron Fernando Buesa y Gregorio Ordóñez. A ambos los asesinaron siendo parlamentarios de la Cámara autonómica vasca. A Fernando lo asesinaron, entre otras cosas, por realizar el discurso más noble y mejor argumentado contra el derecho de autodeterminación. A Gregorio lo asesinaron por animar a los ciudadanos a plantarle cara a ETA y por declararse vasco y español sin complejos.

El 25 de junio de 2003, el Parlamento vasco aprobó una proposición no de ley con una serie de medidas que podían significar una agenda inequívoca de deslegitimación de la violencia, con hechos, desde el mismo corazón de la sociedad vasca. Unas medidas para acompañar a las víctimas y, además, unas propuestas para hacer frente en el sistema educativo vasco al adoctrinamiento y reclutamiento de niños que, con astucia, realiza el mundo que rodea a ETA dentro de nuestra sociedad.

Los acuerdos de hace cuatro años no se han desarrollado plenamente. Habrían necesitado voluntad política y un liderazgo inequívoco que encabezara la lucha contra la impunidad social del mundo de ETA. No entiendo por qué el lehendakari Ibarretxe no ha convertido esos acuerdos en una auténtica 'hoja de ruta' política contra ETA y por la libertad de los ciudadanos amenazados y perseguidos No entiendo por qué tiñe de desconfianza el trabajo de gente de su Gobierno y de sus filas políticas que desean estar con las víctimas y darle prioridad al combate contra la impunidad social de ETA, mediante la necesaria deslegitimación concreta de ese mundo.

Los acuerdos de 2003 pedían un claro liderazgo institucional que diera preferencia a esta cuestión. Las resoluciones que se aprueben a partir de ahora en el Parlamento vasco sólo podrán pasar de las palabras a los hechos si existe un liderazgo institucional que vuelque toda su energía en convertirlas en realidad. Es cuestión de Justicia, de Dignidad y de Memoria, pero también de respeto a las víctimas y de prioridades en la agenda política.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20071005/opinion/cuestion-justicia-20071005.html

miércoles, 3 de octubre de 2007

¡Por allí resopla!

01.10.07
FERNANDO SAVATER

El Correo


Permítanme que les entretenga con una pequeña anécdota personal, ejemplo de un mal muy frecuente y extendido: la manipulación que convierte la información en maledicencia. Hace bastante más de un año tomé parte en una mesa redonda en un hotel madrileño sobre el Estatuto de Cataluña, junto a mis amigos Arcadi Espada y Roberto Blanco Valdés. En mi exposición hice una defensa de la ciudadanía, la igualdad democrática de derechos y deberes, etcétera, frente a las concepciones territoriales discriminatorias y a las asimetrías autonómicas. En el coloquio, uno de los asistentes nos reprochó a todos los participantes no haber mencionado 'la idea de España'. Yo traté de explicarle que a mí España no me interesaba como idea, esencialista y metafísica, sino como Estado de Derecho que garantiza mis libertades y las de todos los ciudadanos. Ante la insistencia de mi interlocutor en su planteamiento, terminé por decirle con culpable impaciencia (es mi carácter, como se excusó el escorpión ante la rana): «Mire, a mí la idea de España me la sopla». Hubo cierto revuelo, que incluso se prolongó en días sucesivos en las páginas de 'Abc'. Nada del otro mundo.

Hace una semana, en una comida con la prensa para presentar algunos de mis libros en nueva edición, uno de los periodistas recordó el incidente de meses atrás. Como tengo el vicio pedagógico, en vez de reírme y descartar el asunto volví a repetir la explicación que arriba queda indicada. Al día siguiente, en algunas radios y algunos diarios, se ofrecía sin mayor atención a las circunstancias el tremendo titular: 'Savater dice que la idea de España se la sopla'. Y los comentarios que glosaban la cita no eran mejor intencionados. Después de todo, estamos promoviendo un nuevo partido político y tal atrevimiento no cuenta con demasiadas simpatías en ciertos grupos mediáticos. El descontextualizado titular de marras iba rebotando por emisoras y columnistas, agravándose en su formulación mientras se alejaba de su origen informativo o deformativo, como prefieran. Según algunos, lo que me la soplaba no era la idea de España sino España misma en cuerpo presente. Hubo uno que aseguraba que mis palabras exactas fueron 'España me la suda' y seguro que otras versiones ofrecieron variantes como 'la Hispanidad me la refanflinfa', 'el Cid me la suliveya', etcétera Quizá alguien, asombrado por tales exabruptos, se haya preguntado por qué diablos un servidor se ha tomado durante años tantas molestias por defender algo que al parecer le interesa tan medianamente. En fin, qué cosas.

Disculpen este lamento pro domo y contra la manipulación de la palabra, fenómenos desgraciadamente nada raros en los medios de comunicación. La verdad es que no quiero quejarme ni excusarme, sino aprovechar el incidente para intentar una breve reflexión sobre esa cosa vidriosa, último refugio de los bribones según parecer del doctor Jonson: el patriotismo. Comenzando por lo obvio, nadie puede mandar en sentimientos y adhesiones emotivas. Hay quien siente su colectividad con tanta pasión como se ama a la familia y quien la considera desde un punto de vista más convencional y práctico. Algunos -la mayoría, supongo- combinamos ambas cosas, en dosis variables de emotividad y razonamiento. Lo importante a mi juicio es dejar claro que, hoy por hoy, España no es simplemente el nombre de una entidad platónica o de una exaltada colección de leyendas piadosas, sino la denominación del Estado de Derecho gracias al cual somos ciudadanos libres y no vasallos o siervos de la gleba, sometidos a los caprichos atávicos de un territorio y sus tradiciones. Quienes defendemos la unidad del país y la igualdad de todos dentro de él -leyes iguales para todos y todos iguales ante la ley- lo hacemos porque sin unidad e igualdad no puede haber garantía democrática de nuestras libertades. Precisamente somos los vascos opuestos al terrorismo (y por tanto amenazados por esta lacra) los que estamos en mejores condiciones para comprender la importancia de pertenecer al Estado de Derecho español y no depender totalmente de una administración local que en demasiadas ocasiones ha demostrado poca beligerancia contra la violencia y hasta cierto entendimiento político con las sinrazones de los violentos.

El campo en el que mejor se percibe la necesidad de un patriotismo ciudadano o racional es en la cuestión de los símbolos del país. Lo ha tratado muy bien recientemente Antonio Elorza en un artículo magistral ('El vaivén de los símbolos', 'El País', 21-9-07). Quienes no tenemos una especial relación apasionada con la bandera española -ni con ninguna otra, claro, salvo quizá la de la Cruz Roja- sentimos cierta dificultad a la hora de reclamar su presencia de acuerdo con la ley en los edificios públicos. Parece un asunto menor, al que sólo pueden conceder importancia los fanáticos. Sin embargo, no es así. Más allá de las connotaciones sentimentales que pueda tener para algunos, la bandera española tiene para todos los ciudadanos una significación utilitaria, como la tienen las diferentes luces de un semáforo: representa al Estado que defiende nuestros derechos y libertades. Allí donde se oculta o se menosprecia es porque se ha decidido no defender nuestros derechos o libertades ciudadanas. En un edificio oficial, la bandera indica que allí hay refugio y ayuda contra la amenaza de quienes quieren saltarse las leyes del Estado para imponer las leyes de la tribu... es decir, de su tribu. No mostrarla no ofende a una esencia sublime e incorpórea, sino que arremete contra personas concretas, decentes y que pagan impuestos entre otras cosas para garantizarse protección contra los usurpadores violentos. De ahí que sea incomprensible (o demasiado comprensible, ay, dada la vigente dejación de responsabilidades por parte de tantas autoridades) que no se le conceda importancia a su desaparición del ámbito público, como hace con culpable desahogo el ministro de Justicia diciendo que son cosas que «han pasado, pasan y seguirán pasando». Cuántas vergonzosas bobadas tenemos que soportar y pagar por oír, puesto que a fin de cuentas se trata de funcionarios cuyo sueldo sale de nuestros bolsillos.

Algo semejante podemos decir respecto a la quema casi ceremonial y provocativa de retratos de la familia real que últimamente parece haberse puesto de moda. Es difícil que alguien sea menos monárquico que yo, pero mis objeciones a la institución monárquica buscan el debate democrático y en su caso el cambio de las instituciones, no la exaltación de la violencia en nombre de un nacionalismo étnico aún más reaccionario, cerril y antidemocrático que la peor de las monarquías. No es lo mismo un chiste poco respetuoso en una revista cómica, aunque sea de muy mal gusto (los bufones siempre han tenido ciertos privilegios), que salir a la calle con una lata de gasolina para amedrentar al personal. También los miembros del Ku-Klux-Klan quemaban cruces en las calles de Alabama y no hace falta ser cristiano para sentirse agredido por semejante gentuza Es verdaderamente patético escuchar las 'argumentaciones', por llamarlas así, de quienes intentan que atropellos semejantes, no contra la Familia Real sino contra nuestros derechos de ciudadanía, como son esos aquelarres incendiarios, pasen por simples travesuras cuando no por manifestaciones de la libertad de expresión. ¿Y luego dirán que no hace falta la Educación para la Ciudadanía!

De acuerdo, todo eso está muy bien -me dicen algunos- pero usted, señor Savater, usted en persona: ¿No siente ninguna emoción respecto a esos símbolos y a esa España? Desde luego, no padezco ningún patriotismo obligatorio: me siento ligado a la España constitucional y democrática, pero no a la de Franco o a la de cualquier otro tipo de dictadura. Si mañana volviese el autoritarismo anticonstitucional de cualquier signo, no sentiría por esa España ningún tipo de simpatía. Pero por lo demás, cada cual tiene su corazoncito. Alguien tan poco dado a efusiones patrióticas como Pío Baroja escribió en 'Juventud, egolatría': «Yo quisiera que España fuera el mejor rincón del mundo y el País Vasco el mejor rincón de España». Pues bien, siempre he compartido el íntimo deseo del gran cascarrabias donostiarra.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20071001/opinion/alli-resopla-20071001.html