miércoles, 26 de noviembre de 2008

La rebelión de las bacterias se cobra vidas

Los microorganismos se defienden creando resistencias a los antibióticos - Viejas enfermedades vuelven a matar - Uno de cada cien pacientes muere por infecciones contraídas en el hospital

M. PÉREZ OLIVA

26/11/2008

El País


¿Es posible que lleguemos a morir, nosotros o nuestros hijos, de las mismas infecciones que morían nuestros abuelos o bisabuelos? ¿Moriremos otra vez de pulmonía o incluso de una simple infección de orina, como ocurría antes de que apareciera esa arma de destrucción masiva de bacterias que fue la penicilina? Pues sí. Si tenemos la mala suerte de infectarnos por un microorganismo resistente a los antibióticos, eso puede ocurrir y de hecho ocurre. Las bacterias que provocan esas enfermedades han aprendido a defenderse creando resistencias que las hacen invulnerables, y pueden acabar ganando la batalla.

Las infecciones resistentes ya no están únicamente en los hospitales

Desde 1998 han aparecio 11 antibióticos, pero sólo 3 eran nuevos

La capacidad de mutar se transmite entre los distintos microorganismos

Tratar las cepas más resistentes es mucho más caro que la penicilina

La lucha contra las infecciones, que en el siglo XX contribuyó a que se doblara la esperanza de vida, está retrocediendo en nuevos e inesperados frentes. La resistencia de los patógenos empezó en el santuario mismo de la medicina, el hospital, y allí siguen acantonados, cada vez más resistentes. Unos 50.000 europeos mueren cada año por infecciones contraídas durante la hospitalización, y la mayoría de estas muertes están provocadas por cepas bacterianas resistentes a los antibióticos. El problema es que las bacterias resistentes están saliendo del hospital: cada vez se diagnostican más casos de infecciones contraídas en la comunidad que no responden a los tratamientos habituales.

Estamos pues ante un nuevo escenario en el que los microorganismos van más deprisa creando resistencias que la industria farmacéutica produciendo nuevos antibióticos. De modo que aunque "no es posible comparar la situación actual con la de nuestros abuelos y bisabuelos, porque ellos no tenían ningún antibiótico y nosotros tenemos muchos", según palabras de Jerónimo Pachón, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, lo cierto es que las posibilidades de morir de una infección relativamente común están aumentando.

"Sí, es posible que muramos de enfermedades que creíamos totalmente controladas. Hemos de reconocerlo y advertirlo a la población, porque de lo contrario no seríamos honestos ante el futuro. Cada vez nos encontramos con más casos de organismos resistentes, no a uno, sino a varios antibióticos, de manera que las opciones terapéuticas que quedan son muy limitadas, y en algunas ocasiones, nulas", corrobora Rafael Cantón, jefe del Servicio de Microbiología del hospital Ramón y Cajal de Madrid.

"Las resistencias surgen porque las bacterias evolucionan y también porque el mal uso y abuso de los antibióticos les está dando la oportunidad de adaptarse y crear nuevos mecanismos de defensa. Ellas siguen una regla esencial para la supervivencia de cualquier ser vivo. Y los microorganismos que se han atrincherado en los hospitales son precisamente aquellos que son capaces de resistir mejor el ataque de los antibióticos. Luego el problema que tenemos es muy serio", añade Antoni Trilla, jefe del servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del hospital Clínic de Barcelona.

Varios factores contribuyen a este retroceso. En primer lugar, el mal uso de los antibióticos, bien porque se prescriben cuando no son necesarios, bien porque el paciente no cumple las pautas de dosis y tiempo prescritas. Es también un efecto indirecto del progreso médico: vivimos más años, cierto, pero también hay más enfermos crónicos, que ingresan una y otra vez con los patógenos a cuestas. Los hospitales atienden cada vez a pacientes de más riesgo y por tanto, más frágiles. El resultado es que entre siete y quince pacientes de cada cien que ingresan contrae una infección en el hospital, y el 10% de ellos, es decir, uno de cada cien ingresados, morirá, no de la enfermedad que le llevó al hospital, sino por la infección que ha contraído allí.

"Estamos viendo algunos tipos de infecciones hospitalarias para los que no hay ninguna alternativa de tratamiento o las que hay no son del todo efectivas", explica Benito Almirante, jefe clínico de Enfermedades Infecciosas del hospital Vall d'Hebrón de Barcelona. Almirante cita a la Pseudomona aeruginosa como una de las bacterias más temibles. Algunas cepas de pseudomonas son tan resistentes que cuando infectan a pacientes con afecciones respiratorias graves como fibrosis quística o bronquitis crónica, prácticamente no tienen opción terapéutica. "En nuestro servicio vemos unos seis casos al año", indica Almirante.

El ejemplo paradigmático de cómo evolucionan las resistencias podría dar título a una novela de Le Carré: se llama MRSA, iniciales en inglés del Staphilococcus aureus resistente a la meticilina. Es la bacteria que infecta con frecuencia las heridas quirúrgicas y también puede provocar neumonía o infecciones de la sangre y los tejidos blandos. Su hábitat más propicio son las unidades de cuidados intensivos, aunque se puede aislar en otras zonas del hospital. Primero creó resistencias a la penicilina, y luego a su sucesora, la meticilina. En estos momentos, entre el 20% y el 40% de las cepas son también resistentes a la meticilina. Afortunadamente quedan dos fármacos, aunque ninguno de los dos ofrece garantías de efectividad en todos los casos. La pregunta es: visto su historial, ¿cuánto tardará este estafilococo en hacerse resistente también a estos antibióticos?

El problema radica en que estas cepas resistentes han salido del perímetro hospitalario. En Estados Unidos se han notificado casos comunitarios de variantes extremadamente virulentas de MRSA en niños y deportistas. Rafael Cantón observa que, últimamente, no todos los enfermos que se diagnostican en España han contraído la infección en el hospital: "Los últimos datos indican que el 45% de las infecciones por estafilococo áureo son resistentes a varios fármacos, y el 8% del total se ha contraído fuera del hospital".

También las neumonías causan estragos. Pueden estar provocadas por diferentes patógenos, pero el más frecuente es el neumococo. El mal uso y la automedicación con antibióticos, recuerda Trilla, había conducido a que España figurara entre los países con mayor tasa de resistencia de este patógeno a la penicilina. Se llegaron a alcanzar tasas del 40%.

Gracias a las campañas públicas para un mejor uso de los antibióticos, estas resistencias han bajado al 25%. Es una buena noticia. La mala es que paralelamente ha aumentado la resistencia frente a los antibióticos que venían siendo la alternativa: el 35% de las cepas ya no responde tampoco a la eritromicina. Aún quedan las quinolonas, pero, ¿qué hacer con el 3% de pacientes que tampoco responden a ellas? "Si el neumococo da un paso más y genera nuevas resistencias antibióticas, puede convertirse en un gran problema", afirma Trilla.

El caso de la Escherichia coli (E. coli) es un buen ejemplo de cómo se las resistencias se expanden fuera del hospital. Esta es una bacteria muy familiar; de hecho, vive en la flora intestinal. Provoca cistitis e infecciones de orina muy comunes que hasta ahora se combatían fácilmente con antibióticos de uso habitual. Lo nuevo es que algunas cepas de esta bacteria tan común ya no responden a ellos, de modo que hay que recurrir a los antibióticos de amplio espectro de uso hospitalario, y una infección que antes podía controlarse fácilmente en casa, ahora puede requerir hospitalización.

"En este caso el problema no es que no tengamos alternativas. Las tenemos. Pero tratar estas infecciones comunitarias tan prevalentes con antibióticos de uso hospitalario lo que hace es contribuir al ciclo de las resistencias", sostiene Cantón. De hecho, el 8% de las cepas de E. coli que se analizan en los laboratorios españoles son ya también resistentes a los antibióticos de amplio espectro, y, en estos casos, las alternativas que quedan son ya pocas. La Agencia de Protección de Salud de Reino Unido ha lanzado una alerta tras comprobar que cada año se producen en el país 20.000 casos de infecciones sanguíneas por E. coli, y el 12% no responde al tratamiento, lo cual puede ser fatal.

La cuestión es por qué crece la espiral de resistencias y cómo podemos evitarlas. "Las resistencias crecen", explica Rafael Cantón, "porque los distintos microorganismos no sólo tienen la capacidad de mutar y cambiar su estructura para defenderse, sino que pueden transferirse unos a otros esa propiedad. Muchos de ellos comparten hábitat, nuestro propio cuerpo. Para defenderse y hacerse resistentes, producen unas enzimas que destruyen el antibiótico, y los genes que controlan estas enzimas se encuentran en unos elementos móviles de la estructura del microorganismo, que pueden pasar de uno a otro". Así se explica la aparición y fulgor de unas nuevas bacterias intestinales de nombre imposible -las enterobacterias productoras de betalactamasas de espectro extendido- conocidas como BLEE. Aparecieron hace menos de 20 años y ya representan el 8% de todas las infecciones por enterobacterias. Lo que asusta es su progresión: en el 2002 apenas representaban el 2%.

La producción de antibióticos, en cambio, no parece seguir el mismo ritmo. Almirante ofrece estos datos: desde 1998 han aparecido 11 nuevos agentes antimicrobianos, pero sólo tres suponían un nuevo mecanismo de acción. En la agenda en curso de los laboratorios farmacéuticos hay en estos momentos seis antibióticos en diferentes fases de experimentación, pero ninguno de ellos es una nueva familia. Son simples variaciones de los que ya tenemos.

Mientras tanto, el coste de los tratamientos se ha disparado. Tratar con una penicilina cuesta alrededor de un euro al día. Para las cepas resistentes, la vancomicina ya cuesta 34 euros diarios y su alternativa, el linezolid, 140. Esa es la progresión. Y, sin embargo, los laboratorios no parecen muy motivados. En un contexto de búsqueda de éxitos rápidos y rápidos retornos, la industria ha perdido interés por los antibióticos. No aparecen como un producto especialmente atractivo: obtener un nuevo fármaco cuesta no menos de diez años y, en condiciones tan cambiantes, mejor no arriesgarse.

La única forma de parar esta espiral, según Jerónimo Pachón, es mejorar el uso de los antibióticos e intentar acelerar el conocimiento de los mecanismos de las resistencias. "El diagnóstico de las infecciones es hoy mucho más complejo y de mayor responsabilidad porque si no aciertas con el tratamiento idóneo, puedes perjudicar mucho al paciente. Un tratamiento inadecuado incluso puede costarle la vida. Por eso hay que tener muchos conocimientos y hacer un estudio minucioso de la historia clínica". El doctor Pachón es, sin embargo, optimista: "Si no hiciéramos nada, en 20 años podríamos llegar a una situación muy comprometida. Pero somos muchos los que estamos trabajando para saber más y seguir ganando la batalla de las infecciones".

Los ciudadanos no son conscientes de cómo contribuyen a perder la guerra cuando se autoprescriben antibióticos o cuando dejan de tomarlos antes de lo que su médico les ha recomendado. No son conscientes de que son un tesoro que es preciso preservar.


http://www.elpais.com/articulo/sociedad/rebelion/bacterias/cobra/vidas/elpepisoc/20081126elpepisoc_1/Tes

martes, 11 de noviembre de 2008

¿Debemos luchar en Afganistán?

¿Debemos luchar en Afganistán?

11.11.08

JUANJO SÁNCHEZ ARRESEIGOR
| HISTORIADOR, ESPECIALISTA EN EL MUNDO ÁRABE

El Correo



España no es la octava potencia mundial como afirman alegremente tanto el Gobierno como la oposición. España es un país avanzado e industrializado, cuya economía podría situarse entre los puestos duodécimo o decimoquinto del ránking mundial, dependiendo de la manera en la que ponderemos los diferentes parámetros. Formamos parte del pelotón de cabeza, pero en ningún caso somos una potencia mundial. Por lo tanto, cabe preguntarse el motivo de que mantengamos varios cientos de soldados en un país muy remoto como Afganistán, sobre todo cuando los matan.

Nuestras tropas en Afganistán están allí para defender los intereses nacionales de España. Cuando la comunidad internacional envía tropas para intervenir en tal o cual crisis, no lo hace por puro humanitarismo, sino para proteger sus legítimos intereses y sus ambiciones. El mundo es como una gran ciudad donde conviene mucho ser solidario cuando arde la casa de un vecino, aunque esté lejos de la nuestra, porque en ningún caso es recomendable que se extiendan los incendios. Muchas veces los gobiernos y las gentes ignoran descaradamente esta norma de sentido común. Se encogen de hombros y cínicamente dicen: 'no es asunto nuestro'. Puede suceder que por pura suerte no les pase nada, pero lo más frecuente es que acaben lamentando amargamente su estupidez. Cuando los talibanes comenzaron a cometer barrabasadas no movimos un dedo para impedirlo. Luego sucedió lo que sucedió. Otros lugares como Birmania o Chechenia nos pasarán la factura a su debido tiempo. Pero de momento centrémonos en el problema afgano.

Suele afirmarse con cierto grado de masoquismo que los occidentales tenemos la culpa de todo porque financiamos a los talibanes para luchar contra la URSS, criando a los cuervos que ahora quieren sacarnos los ojos. Es un disparate, porque los rusos salieron de Afganistán en 1989, el régimen comunista cayó en 1992 y los talibanes no aparecieron hasta 1994. Una vez derrotados los comunistas, los caudillos afganos se dedicaron a reñir salvajemente por el poder. Fue entonces cuando un puñado de jóvenes talib -estudiantes- de la etnia pastún, formaron un grupo de justicieros locales para intentar meter un poco de orden y de sentido común en el caos imperante. Fueron los paquistaníes y no los occidentales los que aportaron el dinero y las armas necesarias para convertir a un pequeño grupo de estudiantes fanatizados en un ejército capaz de conquistar casi todo el país, y de convertir al profesor que les daba clases de teología, el mulá Omar, en el nuevo jefe del Estado.

En la actualidad la situación sigue siendo la misma. El espionaje militar paquistaní, el ISS, es un verdadero Estado dentro del Estado que actúa al margen de las autoridades civiles. Ellos financian a los talibanes, los arman, los entrenan y les ayudan a reclutar tropas entre los pastunes de Pakistán. Pretenden crear por la fuerza un Gran Pakistán que abarque Afganistán y Cachemira bajo un gobierno militar autocrático. Otra cosa es que la situación se complique bastante porque los talibanes y sus colegas ideológicos de Pakistán no sean meros peones, sino que albergan sus propias ambiciones, que no siempre coinciden con las de sus poderosos padrinos, aparte de que el Gobierno paquistaní se vea obligado a jugar a dos barajas por la presión occidental.

La insurgencia afgana está formada casi exclusivamente por miembros de la etnia pastún, que supone el 45% de la población. A los tayikos, hazaras, uzbecos y otras etnias los tienen en contra casi en bloque. La irracionalidad de la dictadura talibán les indispuso con gran parte de su propia etnia. La insurgencia sobrevive sólo gracias a los apoyos que recibe de Pakistán, pero los talibanes no son un movimiento religioso o un partido político. Son un ejército y nada más. Sus efectivos rara vez han superado los 50.000 hombres, de los cuales como mínimo un 25% provenían de Pakistán. Las batallas y las deserciones han diezmado las filas de los talibanes afganos. Esta situación puede acabar de tres formas:

A) La incompetencia del Gobierno de Karzai podría permitir que poco a poco la insurgencia cuajase entre los pastunes, evolucionado el conflicto hacia una guerra civil enquistada entre las dos mitades del país. Sin una retirada occidental, la conclusión a largo plazo podría ser la partición de facto del país, en beneficio de Pakistán.

B) Si los afganos eligen a un presidente más competente que Karzai, crean una administración eficaz y los occidentales les siguen respaldando con tropas más numerosas y mejor organizadas, los talibanes afganos serán destruidos. Entonces la lucha continuaría como una mera invasión paquistaní de Afganistán, donde los pastunes paquistaníes se verían reducidos al ingrato papel de carne de cañón. El resultado a largo plazo podría ser un conflicto abierto entre Pakistán y Occidente.

C) La guerra puede terminar de desestabilizar Pakistán, un país con armas nucleares que está ya muy cerca del colapso, surgiendo una dictadura integrista o el caos absoluto. Este escenario, el peor de todos, es por desgracia cada vez más y más factible.

Se admita o no, el miedo a que esto suceda es la verdadera razón de que se mantenga la presencia occidental en la región. Impedir que el arsenal nuclear paquistaní caiga en poder de los integristas significa evitar una nueva matanza de Atocha con armas atómicas. Por un objetivo así merece la pena mantener allí a cientos o incluso miles de soldados durante todo el tiempo que haga falta. Lo demás no son más que palabras.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081111/opinion/debemos-luchar-afganistan-20081111.html

domingo, 9 de noviembre de 2008

El ejército de Obama

El ejército de Obama

El presidente electo llega a Washington con un grupo de presión de tres millones de voluntarios que busca nueva causa para seguir movilizándose

09.11.08

MERCEDES GALLEGO
| ENVIADA ESPECIAL. CHICAGO

El Correo



El jueves por la noche, dos días después de que Barack Obama culminase su «viaje improbable» a la presidencia de EE UU, gracias a una impresionante movilización ciudadana, un centenar de chavales celebraban una fiesta de cumpleaños en la terraza de un rascacielos de Chicago. Nadie se lo hubiera imaginado, pero esos veinteañeros que destapaban litronas de cerveza acababan de cambiar el curso de la historia.

Está escrito. Rooselvet hipnotizó a la sociedad con la radio. Kennedy los conquistó a través de la televisión. Y Obama trajo la tercera revolución mediática a la política con el uso de Internet. Con ella batió a Hillary Clinton, la mujer de un popular ex presidente que dominaba el aparato del Partido Demócrata pero que sólo escribió dos e-mails mientras estuvo en la Casa Blanca -uno de ellos de prueba-.

Con pequeñas donaciones electrónicas Obama multiplicó por siete la recaudación de su rival republicano, John McCain, un analfabeto confeso de Internet que ni se sienta delante de un teclado. Pero además, el nuevo presidente de EE UU se lleva a la Casa Blanca un poderoso movimiento ciudadano creado a través de esta generación de YouTube y Facebook que el jueves se descomprimía animadamente en un loft de la calle Lake.

El anfitrión, Arun Chaudhary, era de los mayores. Cumplía 33 años. Durante un año ha estado rodando imágenes de campaña con una cámara digital en ese estilo fresco de documental que tanto gusta a los jóvenes. «Mientras las televisiones se metían en un camión satélite para lanzarlas por parabólica, yo me sentaba en el suelo con mi portátil y las subía a Internet», se ríe. Y a mirar el contador de YouTube.

«Lo que colgabas el sábado, el martes lo habían visto 400.000 personas», contaba impresionado Peter Rubi, otro joven camarógrafo. «Y esas 400.000 personas no estaban siendo bombardeadas pasivamente mientras se sentaban delante de la caja boba, sino que tenían que involucrarse de forma activa para entrar a Internet, darle al ratón y ver el vídeo. El que donase aunque fuera cinco dólares (2,35 euros) se sentía parte del proyecto y luchaba por él».

Reuniones en el pasillo

¿Fue Obama un visionario que comprendió el poder de Internet antes que nadie? En realidad su mayor mérito fue escuchar a Joe Rospars, que le planteó la idea y se convirtió en director de su departamento de 'New Media' (nuevos medios), que por primera vez estaba separado del departamento de la prensa tradicional. Rospars tiene 27 años, y ya había trabajado en la campaña de Howard Dean, el primero en usar Internet en 2004. Tiene a sus órdenes gente de entre 22 y 42 años, pero según Peter la gran mayoría son menores de 25.

«Hace año y medio estábamos sentados en cajas de cartón en la planta 18 de la campaña, compartiendo la conexión de Internet. El website lo monté en dos semanas desde mi casa. Nunca tuvimos sala de juntas, cuando queríamos tener conversaciones privadas nos íbamos al baño o al pasillo».

Todavía se acuerda de cuando David Plouffe, el consultor político de 41 años que Obama contratase como jefe de campaña, le presentó al candidato para que le vendiese su proyecto. «Cuando Obama dijo que no tendríamos éxito si no lográbamos que esto fuera un movimiento de abajo a arriba, dije ¡ajá! Y me puse a trabajar. Decidimos que aunque perdiéramos las elecciones habría valido la pena si lográbamos involucrar a más gente en el proceso».

Joe había aprendido de los errores de Howard Dean, el primer candidato que en 2004 apuntó la capacidad de Internet para recaudar dinero y atraer a los jóvenes. Miles de ellos cayeron sobre las estepas heladas de Iowa llenos de entusiasmo pero sin ninguna organización. El candidato que iba primero en las encuestas quedó tercero, y nunca logró levantarse.

Con esas lecciones, y lo que había aprendido en Blue State Digital, de Jascha Franklyn-Hodge, quien fuese director de desarrollo de software de AOL, decidió convertir a Obama en un buen organizador comunitario del ciberespacio. Su website era un manual completo para la movilización que permitía a cualquiera con un código postal y un par de clicks descargarse los contactos locales y sumarse a la revolución del cambio.

Pronto esa planta vacía se llenó de jóvenes entusiastas dotados para la informática que despedían frescura y entusiasmo en cada entrada del blog. Talentos de todo el país dejaron colgadas sus empresas y se sumaron al departamento de 'New Media', como Chris Hughes, que al estilo de Bill Gates fundó Facebook con sus compañeros de habitación de Harvard. Obama tiene 2.857.117 'amigos' en el portal, en comparación a los 620.404 de McCain.

Al alcance de una tecla

Obama se lleva a Washington www.my.barackobama.com y www.barackobama.com, aunque los 70 chavales que empleaba no tienen ni idea de qué será de su futuro. La llave para conectar con el millón de voluntarios que sacó a la calle el martes para promover la participación contiene los contactos electrónicos de al menos tres millones de seguidores. Un ejército al alcance de una tecla que, a juicio de Joe Trippi, el David Plouffe de Howard Dean, le convertirá en uno de los presidentes más poderosos de Estados Unidos, porque a través de ellos podrá presionar a los congresistas desde sus distritos y compensar el poder de los lobbies con el de los ciudadanos.

«Tenemos mucho que hacer para recuperar nuestro país», les dijo Obama la noche de las elecciones, desde el escenario blindado del parque Grant. «Pronto me pondré en contacto con vosotros para deciros qué es lo siguiente».


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081109/mundo/ejercito-obama-20081109.html

Electores-soñadores

Electores-soñadores

09.11.08

JOSÉ LUIS ÁLVAREZ PROFESOR DE ESADE Y DOCTOR POR LA UNIVERSIDAD DE HARVARD

El Correo


Uno de los axiomas del márketing electoral es que, en el fondo, el elector siempre se vota a sí mismo, no a un candidato, no a un partido, no a una ideología. Elige a aquella persona con la que se puede identificar mejor, a quien le puede proporcionar una vivencia subjetiva más intensa, al candidato más espectacular, a aquel que le permite participar más en la campaña, aunque sea en fantasía. ¿Quién ha votado por Obama? Los estudios más inmediatos señalan que el Norte; los jóvenes de manera abrumadora; los profesionales (los obreros blancos, en su día partidarios de Hillary Clinton, se dividieron entre los dos candidatos); las mujeres; y las minorías, que hicieron por primera vez el esfuerzo de registrarse para votar. Es fácil comprender que Obama haya sido adoptado como representación de jóvenes y profesionales. Si el electorado femenino también lo ha hecho, a pesar de haber sido quien derrotó a Clinton, es porque sus maneras suaves, acogedoras, contrastan positivamente con el estilo patriarcal y malhumorado de McCain.

En Obama y su iconografía, por tanto, se han proyectado esperanzas y fantasías de muchos grupos distintos. Y el dueño de esta identificación no es el presidente electo ni su campaña, sino los electores-soñadores, que antes o después tendrán que enfrentar la distancia entre esperanza y realidad. Pero de todas las demografías que han estado detrás del éxito de la que muchos califican como la campaña electoral mejor liderada de la historia, una ha sido especialmente significativa: la de los jóvenes. Y no sólo porque los nuevos votantes han apoyado mayoritariamente a Obama. Los jóvenes, además de votantes, se han comportado como activistas.

El activismo político siempre ha sido una ocupación de pocos: exige inmensa energía, dedicación, compromiso y tolerancia a la frustración; al fin y al cabo, en democracia se sabe que, antes o después, se va a perder. Sin embargo, en esta campaña ha madurado una tecnología o plataforma de interacción social que ha rebajado inmensamente los costes del activismo: la web. Y ello ha coincidido con el ejercicio del voto de la primera generación en la historia que desde su adolescencia temprana ha aprendido, estudiado y desarrollado relaciones sociales a través de Internet. Y lo que ha hecho la campaña de Obama es facilitar tecnológicamente su participación. Los jóvenes han compartido canciones que ponían música a la fantasía Obama, se han pasado y refinado consignas en la web, han colgado vídeos que competían en ingenio político, se han movilizado por el voto, han repartido trabajo electoral (por ejemplo, llamadas telefónicas a electores indecisos), han facilitado el registro de abstencionistas típicos, y así hasta un largo etcétera de actividades que han podido realizar desde la comodidad de su habitación. Lo más interesante es que las facilidades informáticas que la campaña de McCain puso al servicio de sus seguidores eran, al menos, tan sofisticadas como las de Obama. Pero se trató de una tecnología sin demografía, de unos instrumentos sin usuarios diestros, de unos medios sin voluntad política.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081109/mundo/electores-sonadores-20081109.html

sábado, 8 de noviembre de 2008

La falacia de las soluciones buenistas al terrorismo

La falacia de las soluciones buenistas al terrorismo

08.11.08

FERNANDO GARCÍA-CAPELO VILLALVA
| ABOGADO. PORTAVOZ DEL FORO DE ERMUA

El Correo


E l debate político en el País Vasco coquetea permanentemente con el delirio porque ni siquiera se respeta el principio de no contradicción. ¡Cuántos afirman no ser nacionalistas para acto seguido defender el 'derecho a decidir' del pueblo vasco o de los pueblos del mundo basado en identidades culturales o lingüísticas! ¡Cuántas veces no se habrá dicho que el problema del terrorismo y la violencia sólo se solucionará cuando el acceso a la independencia se pueda conseguir democráticamente, para añadir a renglón seguido que esa modificación del marco constitucional no se puede hacer como cesión a ETA!

Un buen ejemplo es el bienintencionado artículo de Suárez-Zuloaga 'Los sueños nunca mueren' (EL CORREO, 23-10-08). Tras exponer la más que discutible tesis de que ETA viene a ser un epifenómeno de un ciclo largo de violencia del País Vasco iniciado a principios del siglo XX, deja sentado que el terrorismo sólo es posible por el apoyo social que recibe. Para evitar nuevas violencias producidas por la frustración nacionalista defiende el autor la modificación del marco constitucional con objeto de hacer viable el proyecto independentista. Eso sí, para que no se diga que cedemos al terror, nos aclara que esa modificación sólo debería producirse tras la derrota del terrorismo. a pesar de que justo antes nos ha anunciado que es imposible aniquilar a ETA. ¿Cuadratura del círculo? Más bien travestismo argumental. Si quitamos el maquillaje vemos el mensaje nítidamente: el marco constitucional ha de alterarse para satisfacer al nacionalismo de cuya frustración nace la violencia. Nada nuevo. Un tópico que encierra una parte de verdad y oculta oportunamente el objetable presupuesto en el que se fundamenta.

El nacionalismo, por mucho que pueda aborrecer al terrorismo, siempre ha sido consciente de que ETA sirve para quebrar mediante la violencia la voluntad de la sociedad española y de los vascos no nacionalistas. Sin la paciente maceración de las conciencias a través del amosal, sin la asunción de la necesidad de eliminar la frustración nacionalista para terminar con la violencia resultaría imposible alcanzar un marco normativo adecuado a la ambición independentista. La inmensa mayoría de los nacionalistas no son terroristas, pero saben que los atentados no les han alejado de su objetivo final, sino que los han acercado. Por eso todos los gobiernos nacionalistas han sido conniventes o condescendientes con ETA y Batasuna, por eso han tratado de cortocircuitar todas las medidas antiterroristas eficaces y por eso -entre otras cosas- sus votantes no les han retirado su apoyo a pesar de las evidencias en este sentido.

Lo sorprendente es que frente a esta descarnada realidad políticos, opinadores o articulistas que supuestamente no serían nacionalistas no exigen el amparo del Estado de Derecho, no piden que se reaccione, que nos carguemos de razón, que defendamos la legitimidad de un sistema perfectamente democrático, la soberanía de una Nación de la que los vascos siempre fuimos parte, que actuemos en consecuencia y que denunciemos la instrumentalización de la violencia y la pretensión esencialmente antidemocrática -propia del movimiento reaccionario del romanticismo y la contrarrevolución del XIX y del nazismo en el XX- de situar el origen de los derechos políticos en la identidad cultural o etnolingüística. Sorprendentemente lo que se nos pide es que hagamos el juego al terrorismo y adecuemos todo el sistema constitucional para hacer posible la independencia con objeto de satisfacer al nacionalismo que tan benévolo se ha mostrado con ETA. No está muy claro por qué ese camino conduciría al final de la violencia: si llevamos casi mil muertos ahora que el objetivo de la independencia parece imposible, ¡cuántos asesinatos no serían capaces de cometer si tuvieran al alcance de su mano la secesión!

Justificaciones nunca faltarán. Igual que la generosidad histórica del autogobierno acordado en la Transición ni ha sido correspondida con lealtad al sistema ni ha rebajado el secular victimismo nacionalista, no hay garantía ninguna de que una modificación constitucional que hipotéticamente permitiera la independencia fuera a desterrar la violencia del discurso político. al menos mientras llegara el nacimiento efectivo de la nueva Euskal Herria. Tampoco quien propone la brillante solución trata de resolver algunos de los problemas primarios que conllevaría el derecho a la secesión: ¿Dónde reside tal derecho? ¿Quién votaría? ¿Bajo qué premisas? ¿Podrían independizarse las provincias de la comunidad autónoma? ¿Y los pueblos de las provincias? ¿Y los barrios de los pueblos? ¿Y las calles de los barrios? Etcétera.

Estos aspectos no se plantean siquiera porque, aunque se diga lo contrario, en realidad no se está hablando de dar una solución posibilista al problema y, por tanto, el análisis de la eficacia de las medidas y los detalles sobran. Se habla, consciente o inconscientemente, del déficit de legitimidad del actual sistema. Se asume el derecho del nacionalismo para exigir un sistema constitucional a su imagen y semejanza, reivindicación que se entiende no sólo como necesaria, sino como justa. Ése es el presupuesto básico sobre el que descansa la gran falacia de que la causa de ETA es la insatisfacción del nacionalismo, la causa de la insatisfacción del nacionalismo, la imposibilidad de alcanzar la independencia desde el sistema y la solución, la modificación del sistema. Nadie diría que la causa de las violaciones son las frustraciones del violador y la solución, su satisfacción sexual. Nadie diría hoy que la causa de la II Guerra Mundial fue la negativa a dar al III Reich un corredor por Polonia y que la solución habría sido concedérselo. Y la causa de que nadie plantee en estos términos esos o cualesquiera otros problemas análogos está en que se entiende que la exigencia que desemboca en el conflicto es esencialmente injusta. Por eso se rechaza la satisfacción de la petición como solución al problema. Se considera que el conflicto reside en la propia exigencia y no en la negativa a concederla.

De esta manera, los argumentos buenistas o posibilistas en el llamado conflicto vasco habitualmente travisten el discurso para esconder un punto de partida radicalmente abusivo, inmoral e infundado: la legitimidad del derecho a desmembrar un país democrático, arrebatando a los ciudadanos vascos los derechos sobre el resto de España y al resto de los españoles los derechos sobre el País Vasco, sin dejarles a estos últimos siquiera tomar parte en el proceso, y hacerlo además con fundamentos etnoculturales o etnolingüísticos y prevaliéndose de la violencia. Mirando la otra cara de la moneda se puede decir que el discurso se traviste de buenismo o posibilismo para distraer la atención del hecho básico de que desde el punto de vista histórico, sociológico, económico y político nuestra comunidad lleva siglos formando parte de España y ha creado unas vinculaciones de todo tipo tan sólidas con el resto del país que no existe ningún derecho a la independencia unilateral, lo que sería esencialmente injusto.

Si se asumiera la injusticia radical de esta reivindicación primera sería difícil volver a proponer soluciones que pasen por la consumación de la injusticia. Más bien parece que se exigiría al Estado de Derecho que utilizara todos sus recursos contra los terroristas en defensa de los ciudadanos y que no permitiera el caldo de cultivo del que nace la violencia. Quizás si se dejaran los disfraces y la discusión política en y sobre el País Vasco no fuera un juego de espejos donde casi nunca se dice la verdad, sino su reflejo invertido, se podría llegar a conclusiones que en otros lugares del planeta Tierra parecerían obvias, como que no es muy sensato permitir que la educación, la lucha antiterrorista o el poder de la economía pública queden en manos de quien en el fondo -y en no pocas ocasiones en la superficie- no asume la legitimidad del sistema, quien se muestra sistemáticamente connivente o, cuando menos, condescendiente con el terrorismo y quien, pese a todas las cesiones, mantiene una permanente reivindicación de la injusticia. No se trata de imposición o frentismo, sino de sentido común y autoprotección. Dejémonos de sueños que nunca mueren y hablemos de realidades, sin engaños ni disfraces; si lo que se propone para terminar con la violencia es cambiar todo el sistema constitucional para satisfacer las ansias independentistas, no se está tratando de alcanzar una solución posibilista, sino defendiendo la superioridad moral del nacionalismo. Y eso, con la historia, la economía, la política, el derecho, la ética o la sociología en la mano, es indefendible.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081108/opinion/falacia-soluciones-buenistas-terrorismo-20081108.html