jueves, 18 de diciembre de 2008

Bombay, una verdad incómoda

16.12.08

ANTONIO ELORZA CATEDRÁTICO DE PENSAMIENTO POLÍTICO UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

El Correo


Desde Euskadi resulta bastante fácil entender lo que sucedió hace pocas semanas con la tragedia de Bombay. En primer plano, el terrible espectáculo de los hoteles ardiendo, del mismo modo que ocurría después de cualquiera de los grandes atentados de ETA. Las imágenes de la muerte y de los sobrevivientes centran lógicamente la atención. Siguen las declaraciones políticas de condena, algunas atenuadas o matizadas, como ahora ocurre con el Gobierno paquistaní y en tiempos aquí con las de los partidos nacionalistas democráticos. En fin, los comentarios, donde cada cual intenta arrimar el ascua a su sardina, mientras por parte nacionalista surgía pronto lo que llamaríamos una táctica de desviación, con el trazado de un falso contexto relativo a la falta de resolución del 'contencioso vasco', la intransigencia españolista de los partidos constitucionales, ante todo el PP, o incluso los problemas de las otras supuestas víctimas, los terroristas presos. Consecuencia: el centro de atención acababa desviándose de ETA, introduciendo a modo de cortina de humo un afán de explicar que llevaba dentro una carga de justificación.

Con los atentados del terrorismo islamista viene sucediendo lo mismo, especialmente en lo que llamaríamos la izquierda tradicional. En los últimos años, desde ese ángulo se vivió con Bush una etapa de auténtica felicidad, confundiendo la necesaria crítica radical de su política con la consideración de la misma como prueba de que EE UU, y en consecuencia Israel, eran la expresión del Mal sobre la Tierra. Podía así mantenerse intacta la confianza en viejas pesadillas, sin percibir que lo contrario de un infierno no es un paraíso perdido sino, particularmente en nuestra circunstancia, con frecuencia otro infierno. Fenómenos tales como la simpatía por Chávez, la lealtad inquebrantable mostrada hacia la dictadura castrista e incluso la satisfacción ante el resurgir de la Rusia de Putin, visible en los planteamientos sobre la crisis de Georgia de veteranos como Santiago Carrillo o Nicolás Sartorius, han sido ejemplos de semejante actitud.

La toma de conciencia de la amenaza representada por el terrorismo islamista a nivel mundial vendría a quebrar esa visión simplista, olvidando que ya Karl Marx nos enseñó que la crítica del capitalismo no ha de llevar a la adhesión a causas reaccionarias. Cierto que existe explotación y miseria en el Tercer Mundo, pero eso no significa que Bin Laden sea una nueva versión del Che y que su lucha contra el mundo occidental tenga nada que ver con los objetivos de emancipación de las internacionales obreras. El yihadismo es un proyecto de dominio mundial formulado a partir de una concepción sectaria del Islam y fundado sobre una violencia inhumana contra todo aquel que pueda ser visto por ellos como 'kafir' o infiel. Incluso en su vertiente moderada, en los exponentes más modernos, tales como Yusuf al-Qaradawi o Tariq Ramadan, la pretensión de formar una umma o 'comunidad de destino' islámica, con rechazo explícito de todo intento de asimilación siquiera parcial a los valores de Occidente (que en la Declaración de Derechos del Hombre son de validez universal), subyace una lógica de enfrentamiento, con el concepto de resistencia a modo de clave, susceptible de favorecer el tránsito a la yihad. Y si bien conviene evitar la asociación de antiterrorismo y xenofobia opuesta al Islam, a lo Oriana Fallaci, no por ello hay que aceptar la pretensión -palpable en asuntos como la crisis de las caricaturas- de que toda crítica es islamofobia y que en una falsa acepción del respeto como reverencia debamos admitir una censura verde según la cual implícita o explícitamente las restricciones a la libertad de la 'sharía' entrase a formar parte de la normativa vigente en las sociedades democráticas. Si de acuerdo con el hadiz los ángeles no entran en una casa donde haya imágenes, y por tanto las mismas han de ser prohibidas, es cuestión de la tal creencia y de los países donde prevalezca (y así están en ellos prohibidas hasta 'Las Mil y Una Noches', no los 'Protocolos de los Sabios de Sión'); otra cosa es que las imágenes sean constitutivas de delito por incitar al racismo o a la xenofobia.

Claro que es más fácil practicar la autocensura y aceptar la exigencia de una actitud reverencial, proponiendo, no ya que el yihadismo sea una versión rigorista y sectaria del Islam, sino que resulta preciso cerrar los ojos ante toda conexión entre terrorismo e Islam, como defendió desde un primer momento el por otra parte gran escritor Juan Goytisolo. De ahí la incomodidad ante el hecho de que la matanza de Bombay, sean sus autores los Muyahidines Indios o, cosa más probable, el Ejército de los Piadosos asentado en Pakistán, 'Lashkar-e Taiba' (LeT), constituye una prueba irrefutable de que el terrorismo islamista representa una amenaza en ascenso a nivel mundial, pertenezca o no al organigrama de Al-Qaida. La autodefinición del LeT no ofrece dudas. Proceden del conglomerado de fieles al significado literal de los hadices o sentencias del Profeta, 'el pueblo del Hadiz' (ahl-e hadith), siguen la versión bélica de la yihad contenida en los mismos y tienen por lema el versículo 2,193 del Corán: «Combatidles hasta que ya no exista discordia (fitnâ) y toda la religión sea enteramente de Alá». En su imagen de marca, un kalashnikov emerge del Corán teniendo detrás un sol naciente y un cielo azul. Constituidos hace veinte años al amparo de los servicios secretos del Ejército paquistaní, y con hindúes y judíos en calidad de principales enemigos a abatir, el significado de los asaltos de Bombay se presenta diáfano para todo aquél que quiera verlo.

De ahí los esfuerzos para que esa visibilidad resulte enturbiada. El revelador ataque, seguido de ocupación, del principal Centro Judío de Bombay, queda deliberadamente olvidado en muchas informaciones, a la sombra de lo más aparente, la ocupación y la lucha en los hoteles Taj y Oberoi. Las dudas acerca de la organización responsable sirven de útil barrera para dejar fuera el tema de la autoría, olvidando que lo esencial está ahí: el responsable de esta criminal matanza es una organización practicante del terrorismo islamista. Puede haber problemas con los musulmanes en India, y yo mismo he conocido hindúes de vocación terrorista antimusulmana, pero eso no debe suponer eximente alguno para un atentado, con conexión temporal tal vez con las elecciones en curso de Cachemira, pero que tiene el inequívoco propósito de destruir el Estado indio mediante una yihad por todos los medios. Éste es el contenido principal del episodio, aun cuando no falten ciegos voluntarios, creadores de obstáculos para la visión, ni quienes traten de invertir las imágenes.

El más ocurrente es un comentarista del buen diario italiano 'La Repubblica', Lucio Caracciolo, quien en un artículo titulado 'Una guerra sin cruzadas' ve en el hecho de que lo ocurrido en Bombay no sea obra directa de Al-Qaida una ilustración de que «hay que desideologizar la guerra al terrorismo», huyendo de Bush, siempre de Bush, porque «el terrorismo es una táctica, pero no un sujeto». Sí, de la misma manera que el futbol es un deporte, no un equipo de jugadores. Pero igual que en este ejemplo, el protagonista es el equipo, un terrorismo islámico al que conviene por propia supervivencia prestar creciente atención.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081216/opinion/bombay-verdad-incomoda-20081216.html

El teatro imprescindible

18.12.08

J. M. RUIZ SOROA

El Correo



L eo que en el Parlamento vasco se va a aceptar el voto por delegación de aquellos parlamentarios que causen baja por procreación. Sorprende relativamente que no se haya sentido esta necesidad anteriormente, cuando sucedía que un parlamentario causaba baja por enfermedad o ausencia obligada. Debe de ser el tributo que se paga al peso de la nueva sensibilidad femenina en la determinación de lo políticamente correcto: la procreación tiene derechos que la vulgar enfermedad no posee.

En cualquier caso, lo interesante para el observador no es la excepción que ahora se admite, sino el hecho de que se mantenga incuestionada la regla general, es decir, la de que el voto de los parlamentarios no es delegable. Porque ¿tiene algún sentido práctico real mantener esta regla en la época actual, en la que los parlamentarios votan rígidamente según el partido al que pertenecen? ¿No sería más sencillo y claro establecer que fueran los partidos políticos los que votasen directamente las propuestas en el Parlamento, salvo que algún parlamentario manifestase que deseaba hacer uso de su libertad y votar contra su partido? ¿Para qué perder el tiempo en reunir a setenta y cinco parlamentarios y hacerles escucharse mutuamente cuando todos saben que la votación final va a tener un resultado que ya está establecido de antemano? Lo cierto es que la mecánica, la eficacia, y el rendimiento parlamentario mejorarían con su supresión y su conversión en un ámbito virtual. Como sucede, por ejemplo, en el Senado alemán (el Bundesrat), en el que cada 'land' federal tiene un determinado número de votos pero que no se reúne físicamente en su pluralidad, sino que se limita a sumar los votos respectivos de cada uno cuando hay que tomar decisiones. De esta forma, una vez realizadas las elecciones sabríamos que el PNV tiene 'x' votos, el PSE 'x1', el PP 'x2'... y en función de sus combinaciones se aprobarían o rechazarían sus propuestas.

¿Que se acabaría así con la publicidad de las discusiones? Lo cierto es que la publicidad la otorgan los medios, no la realidad personal, por lo que podría mantenerse sin cambios (el parlamento de papel). ¿Que se terminaría con la discusión y el debate? Todos sabemos que no existe tal, sino un recital de discursos previamente construidos practicado entre sordos vocacionales. ¿Alguien oyó siquiera hablar de un parlamentario que dijera a otro: «Pues me ha convencido usted»? Pues si no, ¿para qué tenerles hablando?

Y bien, siendo absolutamente cierto lo anterior, siendo indiscutible que el Parlamento y los parlamentarios son absolutamente prescindibles si de lo que se trata es de producir decisiones legítimas por mayorías, todos intuimos que tal supresión no es posible, que perderíamos algo muy importante para nuestra democracia si diéramos el paso de confiar su tarea a las burocracias partidistas. Que una democracia sin parlamento físico sería menos democracia. Y es cierto, perderíamos algo esencial, perderíamos la teatralización del pueblo como ente plural, perderíamos la escenificación de sus diferencias, perderíamos la fácil legibilidad de las diferencias que ahora exhibe. Al final, la democracia como representación es tanto o más importante que la democracia como método sustancial. Aunque es peligroso que termine por ser sólo eso, puro teatro.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081218/opinion/teatro-imprescindible-20081218.html

Europa, ¿un gigante tullido?

18.12.08

JOAQUÍN ROY DIRECTOR DEL CENTRO DE LA UNIÓN EUROPEA DE LA UNIVERSIDAD DE MIAMI

El Correo


Por si el nuevo presidente Barack Obama no tenía suficiente con los dosieres que le esperan cuando se aposente en el Despacho Oval de la Casa Blanca, el Consejo de Inteligencia Nacional (NIC) le ha preparado una lectura adicional que le hará ensombrecer la sonrisa de la que hasta ahora ha presumido. 'Pautas Globales 2025: Un mundo transformado' (con un precedente publicado en 2004) es el título del futurista documento, entre alarmante y deprimente, plagado de lugares comunes y no pocos estereotipos.

Se advierte de que Estados Unidos habrá perdido su hegemonía en mitad del decenio de 2020. Otras potencias (China, India) le disputarán el control del planeta. África habrá empeorado, atrapada por el hambre. América Latina no conseguirá competir en el sistema internacional, seguirá padeciendo el narcotráfico y el crimen organizado que amenazan la seguridad ciudadana, con el resultado de una sostenida presión para la emigración. Aunque la influencia de EE UU en la región disminuirá un tanto, seguirá siendo un imán. Su población hispana en crecimiento exigirá una implicación mayor en la cultura, la economía y la política en América Latina, pero otras urgencias mundiales podrán provocar una falta de atención, repetición de un ciclo recurrente.
Europa en general, algunos países en particular, y la Unión Europea destacan por la brevedad del análisis y su contundencia. Según los cálculos, el proceso de integración europeo habrá experimentado un crecimiento demasiado lento en 2025 para poder servir de herramienta de apoyo a los intereses europeos. Para resultar más cohesionada, la Unión Europea deberá resolver el «déficit democrático que divide a Bruselas y los ciudadanos».

El informe reconoce que la UE es capaz de contribuir a «la estabilidad y la democratización de la periferia de Europa», especialmente en los Balcanes y con respecto a Turquía. Pero Bruselas puede fallar en convencer a los electorados de los beneficios de una más honda integración y en enfrentarse a las necesidades de una población envejecida «mediante la ejecución de reformas dolorosas». En consecuencia, la UE se puede convertir en un «gigante tullido», distraído por «rencillas internas y agendas nacionales competidoras». El resultado será una UE impotente para «traducir su poder económico en influencia global».

El envejecimiento de la población activa representará una «severa prueba para el modelo europeo de bienestar social», la piedra angular de la cohesión política de Europa desde 1945. La liberalización económica será débil hasta que la presión demográfica obligue a cambios más dramáticos. Mientras tanto, se experimentará un recorte en los beneficios asistenciales, en los gastos de defensa y en los programas sociales. El aumento de la población musulmana reclamará un esfuerzo económico para su integración que puede ser desafiado por los intereses nacionalistas.
En cuanto a las reformas institucionales de la UE, el informe se muestra especialmente escéptico de la efectividad de un «presidente europeo» o un «ministro de asuntos exteriores» para manejar las crisis que se presenten. Europa no se convertirá en un poder militar en 2025, aquejada de competencias nacionales, con lo que la política exterior y de seguridad se tornará más complicada, y erosionará la OTAN.
Como muestra de la obsesión americana por la integración de Turquía en la UE, se denuncia el daño que produciría un rechazo. Se confirmaría el diagnóstico de la radicalización de la población musulmana al interpretar que Islam y Occidente son incompatibles. Esta negativa perspectiva se uniría al aumento del crimen organizado producido por la dependencia energética. Un par de gobiernos de la Europa Central u Oriental podrían caer bajo la dominación de esas organizaciones. Naturalmente, Rusia está detrás de todos estos males, ya que los Estados europeos (Alemania, Italia) se verán incapaces de librarse de la dependencia del petróleo y el gas rusos. Luego vendría el incumplimiento del suministro por la falta de modernización y la corrupción que ya afecta a toda la gran región euroasiática. El virus aquejaría también a las empresas europeas.

Este sombrío panorama es suficiente para que Obama deje de sonreír. Es una mala noticia, no solamente para Europa, sino para EE UU. Lo que es malo para Europa es malo para EE UU, para reescribir la 'boutade' de que «lo que es bueno para General Motors es bueno para América», atribuida precisamente a un ex presidente de GM. Los europeos son los aliados más fiables para Washington, ahora y entonces. Las voces optimistas, sin embargo, consideran que este vaticinio es exagerado, producto de una especulación poco científica. Los autores reclaman haber residido en el futuro; los lectores no se pueden permitir ese lujo de traslado en la máquina del tiempo. En realidad, su redacción en numerosos pasajes se asemeja a la de una monografía de curso de principiantes universitarios. Pero, después de todo, el reto (que está presente en el informe) no es sinónimo de destino inexorable.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081218/opinion/europa-gigante-tullido-20081218.html

domingo, 14 de diciembre de 2008

El relato final

14.12.2008

JAVIER ZARZALEJOS

El Correo



Hace unas semanas, el historiador británico Michael Burleigh presentó en Madrid su última obra con pretensiones enciclopédicas, 'Sangre y rabia, una historia cultural del terrorismo'. En el acto, Burleigh hizo unas declaraciones que fueron recibidas con cierta sorpresa al afirmar que el proceso de paz en Ulster había sido consecuencia de la «derrota militar total» del IRA, infiltrado por el espionaje británico.

Estas observaciones sorprendieron porque chocaban con el relato idealizado, construido en torno al 'proceso de paz' en Irlanda del Norte, un relato en el que está ausente el esfuerzo policial de la lucha contra el terrorismo del IRA y la importancia decisiva de la eficacia de ese esfuerzo para que el balance de la violencia ejercida legítimamente por el Estado se volviera en contra de los terroristas.

Es evidente que la derrota policial de una banda terrorista es un final menos atractivo política y mediáticamente que una escenificación en la que se cuenta cómo los terroristas son hábilmente convencidos de que deben enmendarse y dejar de matar, gracias a políticos sensibles que aceptan, de modo muy realista, que al final siempre habrá que negociar, en el marco de procesos que, por fin, aborden las 'causas profundas' del terrorismo, solucionen los 'conflictos políticos subyacentes' a partir del reconocimiento del dolor sufrido por todas las partes implicadas, en estrictos términos de equivalencia moral y valor cívico, claro está. Es imprescindible, además, que este guión alabe la altura de miras de los que, en aras de la paz, renuncian a reclamar la prevalencia del sufrimiento de los inocentes sobre el de los asesinos. Por la misma razón -siempre la paz- es preciso enmarcar la culpa de estos en contextos atenuantes de responsabilidad colectiva. Es clave reivindicar 'el método' seguido en el proceso que exige, sobre todo, no levantarse nunca de la mesa, mantener siempre una línea de comunicación hasta en los peores momentos y transformar los actos asesinos en tiempo teórico de paz -por ejemplo, con un coche bomba en una terminal de aeropuerto- en accidentes con valor puramente táctico que se explican según la lógica de la negociación por la necesidad de los terroristas de poner presión sobre sus interlocutores. El diálogo, naturalmente sin condiciones previas, debe acreditarse como el instrumento con propiedades creativas inmanentes que, utilizado por gentes con las necesarias dotes políticas, consigue superar las brechas de incomunicación que constituyen la causa real de la persistencia de los terroristas en su actividad violenta. Y las víctimas -que nadie duda que siempre tendrán nuestro apoyo- deben ser conscientes de que la paz exige esfuerzos a todos, también a ellas, para que no transformen su natural dolor en un deseo incondicionado de venganza que obstaculice el ilusionante camino, ahora sí, hacia la paz. Fin del guión.

No es de extrañar que este glamoroso relato, falso como un espejismo y peligroso hasta lo letal pero tan tentador, chirría cuando alguien rompe la magia y señala a la derrota de los terroristas por la fuerza del Estado como auténtica causa de la paz. Pero además de poner negro sobre blanco que una sociedad democrática alcanza la paz -la paz civil, se entiende- cuando el Estado gana y los terroristas pierden, así sin más, es preciso recordar que semejante relato no es neutral; que no es simple exhibicionismo, ni puro oportunismo en busca de réditos mediáticos o políticos, sino que conlleva graves consecuencias y significa pagar un precio innecesario por el final de la violencia terrorista que puede poner en entredicho la victoria misma que se quiere rentabilizar.

n una mesa redonda organizada hace unos días por la Fundación Gregorio Ordóñez, el catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Ulster, Henry Patterson, una autoridad académica indiscutida en el estudio del terrorismo norirlandés y el proceso de paz, hizo una recomendación escueta pero precisa: «aprendan las lecciones de Irlanda del Norte, pero aprendan las lecciones correctas». Porque es necesario recordar que los moderados, los moderados de verdad, que en Ulster protagonizaron sobre el terreno el impulso para el final del terrorismo y tejieron el acuerdo político para establecer instituciones de autogobierno, quedaron centrifugados por la odiosa convergencia de extremistas predicadores del odio religioso como el líder unionista Iain Paisley y por dirigentes terroristas responsables de una carnicería de décadas como el jefe del IRA, Martin McGuiness. Ambos, en esta odiosa coalición, terminaron repartiéndose el poder y condenando al olvido a personalidades como David Trimble y John Hume.

Conviene recordar igualmente que esa escenificación de la paz en Ulster ha caído sobre las espaldas de las víctimas, agraviadas por la excarcelación anticipada de terroristas culpables de los crímenes más brutales, que ya ni siquiera pueden ser llamados terroristas pues el nuevo lenguaje de olvido e impunidad exige referirse a ellos como 'antiguos combatientes'. Este lenguaje es sólo una parte de la obscena legitimación retroactiva del terrorismo que ha terminado por ser asumida como una condición para preservar la paz. De este modo, a la acracia semántica que transforma terroristas impunes en antiguos combatientes se añade el vacío cívico que se llena con la disolución de responsabilidades y la reescritura de la historia. Más que esa 'salida' que habría que ofrecer a una banda derrotada, parece haberse ofrecido a los terroristas la entrada en una historia fabricada a base de luchadores, equivocados y excesivos, sí, pero acreedores a una valoración comprensiva, dadas las circunstancias.

En nuestro país, donde no por casualidad hay un olfato social muy desarrollado para estas cosas, reaparece la expectativa de una negociación con los terroristas. Cuando menos puede decirse que, como hipótesis, no sería descabellado pensar que esa opción sigue viva en los cálculos de un Gobierno deseoso de rehabilitar su costosa y errónea estrategia de la pasada legislatura. ETA vislumbra una derrota que lleva escrita desde hace tiempo y sólo puede esperar -y no sería poca cosa- que un nuevo error del Gobierno la aplace.

Pero si el Gobierno no cometiera ese error y ETA estuviera literalmente derrotada, esa negociación que puede albergar como baza final el Gobierno no sería ya la aplicación de un 'modelo de solución', porque la derrota habría solucionado el problema, sino la construcción del relato final en el que debería cobrar todo su valor el esfuerzo político y social que habría conducido a ese desenlace feliz para la sociedad. Y cuando ese momento llegue, habrá que recordar que no hay más narrativa aceptable que la que detalle la derrota de los terroristas, que todos los precios han sido ya pagados en el sacrificio de las víctimas; que es preciso impedir que con la coartada de la generosidad, el terrorismo sea recompensado con rastro alguno de legitimación en una narrativa que sólo puede tener como héroes a quienes de verdad lo son, es decir, los que se han opuesto al terror, los que lo han combatido y los que lo han sufrido. La victoria sobre el terrorismo, que cuando llegue en plenitud lo será de la democracia y del Estado de Derecho, no se puede malbaratar; así que después de luchar para derrotarlo, la última tarea -en primer término para el Gobierno- será impedir que su cepa letal sobreviva en la manipulación del relato final.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081214/opinion/relato-final-20081214.html