domingo, 31 de mayo de 2009

Adiós, clase media, adiós

REPORTAJE: Primer plano
Adiós, clase media, adiós
La recesión golpea con dureza al principal sustento del Estado de bienestar

RAMÓN MUÑOZ 31/05/2009

El País



Ridiculizada por poetas y libertinos; idolatrada por moralistas; destinataria de los discursos de políticos, papas, popes y cuantos se suben alguna vez a un púlpito en busca de votantes o de adeptos; adulada por anunciantes; recelosa de heterodoxias y huidiza de revoluciones; pilar de familias y comunidades; principal sustento de las Haciendas públicas y garante del Estado de bienestar. La clase media es el verdadero rostro de la sociedad occidental. En un mundo globalizado, en el que hasta en el más mísero país siempre se puede encontrar a alguien con suficientes medios para darse un paseo espacial, sólo la preeminencia de la clase media distingue los Estados llamados desarrollados del resto. Los países dejan de ser pobres no por el puesto que ocupan sus millonarios en el ranking de los más ricos -de ser así, México o la India estarían a la cabeza del mundo dada la fortuna de sus potentados-, sino por la extensión de su clase media.

Pero parece que la clase media está en peligro o, al menos, en franca decadencia. Eso piensan muchos sociólogos, economistas, periodistas y, lo que es más grave, cada vez más estadísticos. Como los dinosaurios, esta "clase social de tenderos" -como la calificaban despectivamente los aristócratas de principios de siglo XX- aún domina la sociedad, pero la actual recesión puede ser el meteorito que la borre de la faz de la Tierra. Siguiendo con la metáfora, el proceso no será instantáneo sino prolongado en el tiempo, pero inevitable. La nueva clase dominante que la sustituya bien pudieran ser los pujantes mileuristas, los que ganan mil euros al mes. Tal y como sucedió cuando los mamíferos sustituyeron a sus gigantes antecesores, los mileuristas tienen una mayor capacidad de adaptación a circunstancias difíciles. También se adaptan los pobres, pero no dejan de ser excluidos, mientras que los mileuristas son integradores de la masa social. Por eso se están extendiendo por todas las sociedades desarrolladas.

El mileurismo -un término inventando por la estudiante Carolina Alguacil, que escribió una carta al director de EL PAÍS en agosto de 2005 para quejarse de su situación laboral- ha dejado de ser un terreno exclusivo para jóvenes universitarios recién licenciados que tienen que aceptar bajos salarios para hacerse con un currículo laboral. En los últimos años ha incorporado a obreros cualificados, parados de larga duración, inmigrantes, empleados, cuarentones expulsados del mercado laboral y hasta prejubilados. Se estima que en España pueden alcanzar en torno a los doce millones de personas.

Su popularidad es tan creciente que ya hay varios libros dedicados exclusivamente a los mileuristas, tienen web propia y hasta película. Se llama Generazione 1.000 euro, una producción italiana que se acaba de estrenar. Cuenta la historia de un joven licenciado en matemáticas que malvive en una empresa de mercadotecnia y se enamora de otra mileurista. Basa su argumento en el libro con el mismo título que triunfó gracias a las descargas gratuitas de Internet (la gratuidad de la Red es una de las pocas válvulas de escape de los mileuristas).

Hasta los políticos comienzan a mirar hacia ellos. Las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el debate del estado de la nación, aunque luego descafeinadas, parecen ser las primeras especialmente diseñadas para mileuristas: equiparar las ayudas al alquiler, eliminar para las rentas medias la desgravación de la vivienda (¡el pisito, icono de la clase media española!), bonos de transportes desgravables y, sobre todo, máster gratis sin límite para graduados en paro. Másteres, estudios de posgrado, doctorados, idiomas..., el signo de identidad de esta generación Peter Pan, dicen que la mejor preparada de la historia pero cuya edad media de emancipación del hogar familiar está a punto de alcanzar los 30 años.

La estadística da cuenta cada vez de forma más fehaciente de la pujanza del mileurismo frente a la bendita clase media. Uno de los datos más reveladores se encuentra en la Encuesta de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE), un informe cuatrienal pero que desnuda la realidad sociolaboral como ninguna otra. Según la misma, el sueldo medio en España en 2006 (última vez que se realizó) era de 19.680 euros al año. Cuatro años antes, en 2002, era de 19.802 euros. Es decir, que en el periodo de mayor bonanza de la economía española, los sueldos no sólo no crecieron, sino que cayeron, más aún si se tiene en cuenta la inflación.

Si nos remontamos a 1995, la primera vez que se llevó a cabo la encuesta, la comparación es aún más desoladora. El salario medio en 1995 era de 16.762 euros, por lo que para adecuarse a la subida de precios experimentada en la última década, ahora tendría que situarse en torno a los 24.000 euros. Se trata del sueldo medio, que incluye el de los que más ganan. Por eso convendría tener en cuenta otro dato más esclarecedor: la mitad de los españoles gana menos de 15.760 euros al año, es decir, son mileuristas.

Los sueldos se han desplomado pese a la prosperidad económica e independientemente del signo político del partido en el poder en los últimos años (desde 1995 han gobernado sucesivamente PSOE, PP y nuevamente PSOE). La riqueza creada en todos esos años ha ido a incrementar principalmente las llamadas rentas del capital.

Algunos dan definitivamente por muerta la clase media. Es el caso del periodista Massimo Gaggi y del economista Eduardo Narduzzi, que en su libro El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste (Lengua de Trapo) vaticinaban la aparición de un nuevo sistema social polarizado, con una clase tecnócrata reducida y crecientemente más rica en un extremo, y en el otro un "magma social" desclasado en que se confunden las antiguas clases media y baja, definidas por una capacidad de consumo muy limitado, a imagen y semejanza de los productos y servicios que les ofrecen las compañías low cost (bajo coste) como Ikea, Ryanair, Mc Donald's, Zara o Skype.

"Nosotros hablábamos de la aparición de una clase de la masa, es decir, de una dimensión social sin clasificación que de hecho contiene todas las categorías, con excepción de los pobres, que están excluidos, y de los nuevos aristócratas. La clase media era la accionista de financiación del Estado de bienestar, y su desaparición implica la crisis del welfare state, porque la clase de la masa ya no tiene interés en permitir impuestos elevados como contrapartida política que hay que conceder a la clase obrera, que también se ha visto en buena parte absorbida por la clase de la masa. La sociedad que surge es menos estable y, como denunciábamos, potencialmente más atraída por las alarmas políticas reaccionarias capaces de intercambiar mayor bienestar por menos democracia. También es una sociedad sin una clara identidad de valores compartidos, por lo tanto, es oportunista, consumista y sin proyectos a largo plazo", señalan los autores a EL PAÍS.

El declive de la clase media se extiende por todo el mundo desarrollado. En Alemania, por ejemplo, un informe de McKinsey publicado en mayo del año pasado, cuando lo peor de la crisis estaba aún por llegar, revelaba que la clase media -definida por todos aquellos que ganan entre el 70% y el 150% de la media de ingresos del país- había pasado de representar el 62% de la población en 2000 al 54%, y estimaba que para 2020 estaría muy por debajo del 50%.

En Francia, donde los mileuristas se denominan babylosers (bebés perdedores), el paro entre los licenciados universitarios ha pasado del 6% en 1973 al 30% actual. Y les separa un abismo salarial respecto a la generación de Mayo del 68, la que hizo la revolución: los jóvenes trabajadores que tiraban adoquines y contaban entonces con 30 años o menos sólo ganaban un 14% menos que sus compañeros de 50 años; ahora, la diferencia es del 40%. En Grecia, los mileuristas están aún peor, ya que su poder adquisitivo sólo alcanza para que les llamen "la generación de los 700 euros".

En Estados Unidos, el fenómeno se asocia metafóricamente a Wal-Mart, la mayor cadena de distribución comercial del mundo, que da empleo a 1,3 millones de personas, aplicando una política de bajos precios a costa de salarios ínfimos -la hora se paga un 65% por debajo de la media del país-, sin apenas beneficios sociales y con importaciones masivas de productos extranjeros baratos procedentes de mercados emergentes, que están hundiendo la industria nacional. La walmartización de Estados Unidos ha sido denunciada en la anterior campaña presidencial tanto por los demócratas como por los republicanos. El presidente Barak Obama creó por decreto la Middle Class Task Force, el grupo de trabajo de la clase media, que integra a varias agencias federales con el objeto de aliviar la situación de un grupo social al que dicen pertenecer el 78% de los estadounidenses. El grupo tiene su propia página web y su lema: "Una clase media fuerte es una América fuerte".

Hacen falta más que lemas para salir de la espiral que ha creado la recesión y que arrastra en su vórtice a una clase media debilitada hacia el mileurismo o tal vez más abajo. En Nueva York, 1,3 millones de personas se apuntaron a la sopa boba de los comedores sociales en 2007. Apenas un año después, tres millones de neoyorquinos eran oficialmente pobres. Los pobres limpios, como se denomina a los que han descendido desde la clase media, también comienzan a saturar los servicios sociales en España. Las peticiones de ayuda en Cáritas han aumentado un 40%, y el perfil social del demandante empieza a cambiar: padre de familia, varón, en paro, 40 años, con hipoteca, que vive al día y que ha agotado las prestaciones familiares.

Con el propósito de tranquilizar a la población, los dirigentes han comenzado a hablar de "brotes verdes" para designar los primeros signos de recuperación. Pero ésta no es una crisis cualquiera. Howard Davidowitz, economista y presidente de una exitosa consultora, se ha convertido en una estrella mediática en Estados Unidos al fustigar sin piedad el optimismo de la Administración de Obama. "Estamos hechos un lío y el consumidor es lo suficientemente listo para saberlo. Con este panorama económico, el consumidor que no se haya petrificado es que es un maldito idiota. Esta crisis hará retroceder al país al menos diez años y la calidad de la vida nunca volverá a ser la misma".

La marcada frontera que separaba la clase media de la exclusión y de los pobres se está derrumbando a golpes de pica como lo hizo el muro de Berlín, y algunos se preguntan si tal vez la caída del telón de acero no haya marcado el inicio del fin de conquistas sociales y laborales que costaron siglos (y tanta sangre), una vez que el capitalismo se encontró de repente sin enemigo.

Al margen de especulaciones históricas, lo cierto es que la desigualdad crece. En España, la Encuesta de Condiciones de Vida, realizada en 2007 por el INE, señalaba que casi 20 de cada 100 personas estaban por debajo del umbral de la pobreza. El último informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España, de Cáritas, resaltaba que hay un 12,2% de hogares "pobres integrados", esto es, sectores integrados socialmente pero con ingresos insuficientes y con alto riesgo de engrosar las listas de la exclusión. Su futuro es más incierto que nunca, y muchos hablan de un lento proceso de desintegración del actual Estado de bienestar.

Otros expertos son mucho más optimistas y descartan que se pueda hablar del fin de clase media. "Es una afirmación excesivamente simplista que obvia algunos de los grandes avances que ha registrado la sociedad española en el largo plazo. Las crisis comienzan perjudicando a los hogares con menores ingresos y menor nivel formativo, para extender posteriormente sus efectos al resto de grupos. Y aunque mantenemos niveles de desigualdad considerablemente elevados en el contexto europeo estamos todavía lejos de ser una sociedad dual", señala Luis Ayala, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos y uno de los autores del informe FOESSA.

El catedrático de Estructura Económica Santiago Niño Becerra ha saltado a la fama editorial por su libro El crash de 2010 (Los Libros del Lince), en el que afirma que la crisis no ha hecho más que empezar y que será larga y dura. A la pregunta de cómo va a afectar esta debacle a la clase media, contesta: "El modelo de protección social que hemos conocido tiende a menos-menos porque ya ha dejado de ser necesario, al igual que lo ha dejado de ser la clase media: ambos han cumplido su función. La clase media actual fue inventada tras la II Guerra Mundial en un entorno posbélico, con la memoria aún muy fresca de la miseria vivida durante la Gran Depresión y con una Europa deshecha y con 50 millones de desplazados, y lo más importante: con un modelo prometiendo el paraíso desde la otra orilla del Elba. La respuesta del capitalismo fue muy inteligente (en realidad fue la única posible, como suele suceder): el Estado se metió en la economía, se propició el pleno empleo de los factores productivos, la población se puso a consumir, a ahorrar y, ¡tachín!, apareció la clase media, que empezó a votar lo correcto: una socialdemocracia light y una democracia cristiana conveniente; para acabar de completar la jugada, esa gente tenía que sentirse segura, de modo que no desease más de lo que se le diese pero de forma que eso fuese mucho en comparación con lo que había tenido: sanidad, pensiones, enseñanza, gasto social... que financiaban con sus impuestos y con la pequeña parte que pagaban los ricos (para ellos se inventaron los paraísos fiscales). Todo eso ya no es necesario: ni nadie promete nada desde la otra orilla del Elba, ni hay que convencer a nadie de nada, ni hay que proteger a la población de nada: hay lo que hay y habrá lo que habrá, y punto. Por eso tampoco son ya necesarios los paraísos fiscales: ¿qué impuestos directos van a tener que dejar de pagar los ricos si muchos de ellos van a desaparecer y si la mayoría de los impuestos de los que quieren escapar van a ser sustituidos por gravámenes indirectos?".

Y es que frente a la extendida idea de que la mejor forma de favorecer el bienestar es conseguir altas tasas de crecimiento y de creación de empleo, en los momentos de máxima creación de empleo la desigualdad no disminuyó. Al contrario, desde el primer tercio de los años noventa la pobreza no ha decrecido. Los salarios crecen menos que el PIB per cápita. El último informe mundial de salarios de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) destaca que entre 2001 y 2007 crecieron menos del 1,9% en la mitad de los países. En España, el aumento real fue casi cero, como en Japón y Estados Unidos. Para 2009, la OIT pronostica que los salarios crecerán sólo un 0,5%.

En España hay un dato aún más revelador del vértigo que siente la clase media cuando se asoma al abismo de inseguridad que le ofrece esta nueva etapa del capitalismo. El número de familias que tiene a todos sus miembros en paro ha sobrepasado el millón. Y peor aún, la tasa de paro de la persona de referencia del hogar -la que aporta más fondos y tiene el trabajo más estable- está ya en el 14,5%, muy similar a la del cónyuge o pareja (14,4%), cuyo sueldo se toma como un ingreso extra, mientras que la de los hijos se ha disparado cinco puntos en el primer trimestre y está en el 26,8%.

Luis Ayala constata que, por primera vez desde mediados de los años noventa, al inicio de esta crisis hemos asistido a tres cambios claramente diferenciales respecto al modelo distributivo en vigor en las tres décadas anteriores: la desigualdad y la pobreza dejaron de reducirse (aunque no aumentaron) por primera vez desde los años sesenta; por primera vez en muchos años la desigualdad no disminuyó en un contexto de crecimiento económico, y a diferencia de lo que sucedió con la mayoría de los indicadores macroeconómicos (PIB per cápita, déficit público, desempleo, etcétera), durante este periodo se amplió el diferencial con la UE desde el punto de vista de desigualad.

"Si en un tiempo de mareas altas no disminuyó la desigualdad, cabe contemplar con certeza su posible aumento en un periodo de mareas bajas. La evidencia que muestran varios estudios de cierta conexión entre determinadas manifestaciones del desempleo y la desigualdad y la pobreza obligan, inevitablemente, a pensar en un rápido aumento de la desigualdad y de las necesidades sociales. Así, tanto el número de hogares en los que todos los activos están en paro como la tasa de paro de la persona principal del hogar son variables más relacionadas con la desigualdad que los cambios en las cifras agregadas de empleo. La información más reciente que ofrece la EPA deja pocas dudas: en ninguno de los episodios recesivos anteriores crecieron tan rápido ambos indicadores, por lo que cabe pensar en aumentos de la desigualdad y de la pobreza monetaria muy superiores a los de cualquier otro momento del periodo democrático", afirma Ayala.

En efecto, estos datos demolen en parte el viejo bastión español frente a la crisis: el colchón familiar. ¿Cómo van a ayudar los padres a los hijos si comienzan a ser los grandes protagonistas del drama del desempleo? El profesor Josep Pijoan-Mas, del Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI), en el artículo Recesión y crisis (EL PAÍS, 15 de marzo), observaba una preocupante similitud entre esta recesión y la de 1991-1994, cuando el paro trepó hasta el 24%. "Los datos muestran que el aumento de la desigualdad en el ámbito individual se amplifica cuando agrupamos los datos por hogares. Esto sugiere que, contrariamente a la creencia popular, la familia no es un buen mecanismo de seguro en España: cuando un miembro del hogar experimenta descensos de renta, lo mismo sucede al resto de miembros del hogar", indica.

Afirmar a simple vista que, por primera vez desde la II Guerra Mundial (la Guerra Civil en España), las nuevas generaciones vivirán peor que la de sus padres puede parecer osado. Nunca tantos jóvenes estudiaron en el extranjero (gracias a las becas Erasmus), viajaron tanto (gracias a las aerolíneas low cost) o prolongaron tanto su formación. Pero se trata de una sensación de riqueza ilusoria, apegada al parasitismo familiar. El número de jóvenes españoles que dispone de una independencia económica plena disminuyó desde el 24% en 2004 al 21% en 2008, según el último informe del Instituto de la Juventud (Injuve). El proceso es general en toda Europa. El número de "viejos estudiantes" ha crecido a un ritmo vertiginoso en los últimos años. Así, el 15% del total de estudiantes de la Unión Europea (entendiendo por tales los que dedican todo su tiempo a la formación) tiene ya más de 30 años, según el Informe de la Juventud de la Comisión Europea de abril pasado.

Cuando esos maduros estudiantes se incorporan al mercado laboral les esperan contratos temporales, tal vez para siempre. Y es que según el informe de la UE, el porcentaje de personas que tenía un contrato temporal y no podía encontrar uno fijo se incrementa con la edad. Del 37%, entre los 15 a los 24 años, hasta el 65%, entre los 25 los 29. Atrapados en la temporalidad de por vida, van desengañándose de encontrar algo mejor a medida que envejecen. Muchos cuando rondan la treintena ya están resignados a su suerte.

"Desde luego es la generación que menos periodos de adultez va a tener. Pueden entrar en el mercado laboral a los 33 años y encontrarse con un ERE a los 50 o directamente con la prejubilación. El problema es que ofertamos puestos de trabajo que puede hacer cualquiera. Por eso, curiosamente, los jóvenes van a responder a la crisis dependiendo de las posibilidades que tengan de esperar y formarse adecuadamente. Y en eso es decisivo el poder adquisitivo de los padres y su nivel educativo", señala el sociólogo Andreu López, uno de los autores del último informe de Injuve.

El drama laboral no sólo lo sufren los jóvenes. Puede que los miles de trabajadores que están perdiendo su empleo vuelvan al mercado laboral cuando la crisis escampe, pero no con las mismas condiciones. Por ejemplo, la ingente masa laboral de la construcción que ha sostenido la economía española deberá ocuparse en otros sectores. "Todo lo que aprendieron a hacer trabajando en los últimos años les valdrá de poco o nada. Por tanto, no es de esperar que sus salarios sean muy altos cuando encuentren nuevos empleos. De hecho, la evidencia empírica disponible para Estados Unidos muestra que los desempleados ganan menos cuando salen de un periodo de desempleo y que dicha pérdida salarial es mayor cuanto más largo ha sido el periodo de desempleo", indicaba el profesor Pijoan-Mas.

Los gobernantes han encontrado un bálsamo de Fierabrás contra el paro y la precariedad laboral: innovación y ecología. Los empleos que nos sacarán de la crisis estarán basados en el I+D+i. Es lo que Zapatero ha llamado el nuevo modelo productivo. Sin contar con que los sectores tecnológicos no son muy intensivos en mano de obra, la premisa parte en cierta forma de una falacia: la de pensar que los países emergentes se quedaran parados mientras convertimos los cortijos andaluces en factorías de chips ultraconductores y laboratorios genéticos.

La globalización también ha llegado al I+D+i. La India, por ejemplo, produce 350.000 ingenieros al año (los mejores en software de todo el mundo), anglófonos y con un salario medio de 15.000 dólares al año, frente a los 90.000 que ganan en Estados Unidos. Por su parte, China está a punto de convertirse en el segundo inversor mundial en I+D. "Cuando despertemos de la crisis en Europa, descubriremos que en la India y en China producen muchas más cosas que antes", avisa Michele Boldrin, catedrático de la Washington University.

Ante este clima de inseguridad y falta de perspectivas, no es de extrañar que el 45,8% de los parados esté considerando opositar y el 14,6% ya esté preparando los exámenes, según una encuesta de Adecco. Ser funcionario se ha convertido en el sueño laboral de cualquier español, y puede ser el último reducto de la clase media. El único peligro es que su factura es crecientemente alta para un país en el que se desploman los ingresos por cotizaciones sociales y por impuestos ligados a la actividad y a la renta. La última EPA refleja que los asalariados públicos han crecido en un año en 116.200 personas, sobrepasando por primera vez la cifra de tres millones.

El coste total de sus salarios alcanzará este año los 103.285 millones de euros, según datos del Ministerio de Política Territorial. Cada funcionario le cuesta a cada habitante 2.400 euros, el doble si consideramos sólo a los asalariados. ¿Puede permitirse una economía tan maltrecha una nómina pública que consume el equivalente al 10% de la riqueza nacional en un año?

Un panorama tan sombrío para amplias capas de la población puede sugerir que pronto se vivirán enormes convulsiones sociales. Algunos advierten de un resurgimiento de movimientos radicales, como el neofascismo. Por el momento, nada de eso se ha producido. Las huelgas generales convocadas por los sindicatos tradicionales en países como Francia o Italia no han tenido consecuencia alguna, porque los más damnificados -parados y mileuristas- no se sienten representados por ellos.

En España, ni siquiera se han convocado paros. Y los llamados sindicatos de clase van de la mano del Gobierno al Primero de Mayo e invitan al líder de la oposición a sus congresos. Un marco demasiado amigable con el poder político teniendo detrás cuatro millones de parados y casi un tercio de los asalariados con contrato temporal.

Puede que no sea muy romántico advertir de que, tampoco esta vez, seremos testigos de una revolución, pero es muy probable que la caída del bienestar se acepte con resignación, sin grandes algaradas, ante la indiferencia del poder político, que llevará sus pasos hacia la política-espectáculo, muy en la línea de algunas apariciones de Silvio Berlusconi o Nicolas Sarkozy, cuya vida social tiene más protagonismo en los medios de comunicación que las medidas que adoptan como responsables de Gobierno.

En esa línea, Santiago Niño Becerra considera que hoy por hoy "la ideología prácticamente ha muerto", y gradualmente, evolucionaremos hacia un sistema político en el que un grupo de técnicos tomará las decisiones y "la gente, la población, cada vez tendrá menos protagonismo.

"Conceptos como funcionarios, jubilados, desempleados, subempleados, mileuristas, undermileuristas irán perdiendo significado. Con bastante aceleración se irá formando un grupo de personas necesarias que contribuirán a la generación de un PIB cuyo volumen total decrecerá en relación al momento actual, personas con una muy alta productividad y una elevada remuneración (razón por la cual su PIB per cápita será mucho más elevado que el actual), y el resto, un resto bastante homogéneo, con empleos temporales cuando sean necesarios, dotados de un subsidio de subsistencia (el nombre poco importa) que cubra sus necesidades mínimas a fin de complementar sus ingresos laborales. La recuperación vendrá por el lado de la productividad, de la eficiencia, de la tecnología necesaria; pero en ese trinomio muy poco factor trabajo es preciso. Pienso que la sociedad post crash será una sociedad de insiders y outsiders: de quienes son necesarios para generar PIB y de quienes son complementarios o innecesarios".

Una impresión bastante similar a la de los italianos Gaggi y Narduzzi que, en su último libro, El pleno desempleo (Lengua de Trapo, 2009), dibujan un marco sociolaboral sin beneficios contractuales, baby boomers (la generación que ahora tiene entre 40 y 60 años) resistiéndose a jubilarse, contratos temporales de servicios y autónomos sin seguridad. Y pese a todo, una masa social amorfa y resignada.

"La masa del siglo XXI es una forma social figurada no material en el sentido de que no es fácil ver las concretas manifestaciones políticas o sociales en la calle, mientras que es normal identificar conductas o comportamientos masificados como la utilización de Google o la pasión por el iPhone. Esto significa que cuatro millones de desempleados son hoy menos peligrosos de lo que lo eran en 1929, porque no hay una ideología política que contextualmente cohesione y aglutine el malestar y la disensión. Y también los sindicatos se han debilitado. La crisis actual rechaza amablemente lo que decíamos en nuestro ensayo del año pasado: el mercado de trabajo se desestructura y se flexibiliza hasta el punto de que aparecen como desocupados de hecho la mayoría de los trabajadores. Es el triunfo del factor de la producción capital, que aparentemente está en crisis, pero que en realidad se aprovecha de la crisis para dar el empujón final a las últimas, y pocas, certezas de los trabajadores", señalan.

Hace cuatro años, Carolina Alguacil hizo una definición precisa y certera cuando acuñó el término de mileurista. "Es aquel joven licenciado, con idiomas, posgrados, másteres y cursillos (...) que no gana más de mil euros. Gasta más de un tercio de su sueldo en alquiler, porque le gusta la ciudad. No ahorra, no tiene casa, no tiene coche, no tiene hijos, vive al día... A veces es divertido, pero ya cansa". Si hubiera que reescribir ahora esa definición sólo habría que añadir: "El mileurista ha dejado de tener edad. Gana mil euros, no ahorra, vive al día de trabajos esporádicos o de subsidios y, pese a todo, no se rebela".




Objetivo: la 'generación tapón'

Internacionalmente se les conoce como baby boomers. En España, le llaman generación tapón y abarca a los nacidos en las décadas de los cincuenta y sesenta, coincidiendo con un boom de la natalidad. Acaparan casi todos los puestos de responsabilidad en la política, los negocios e, incluso, la vida cultural, taponando el acceso a las nuevas generaciones, se supone que mejor formadas.

En el plano laboral, ocupan los trabajos fijos, mejor pagados, protegidos por derechos laborales y sindicatos poderosos, mientras los mileuristas sufren la precariedad y la temporalidad. Los trabajadores con un contrato temporal tuvieron un salario medio anual inferior en un 32,6% al de los indefinidos (Encuesta Estructura Salarial 2006).

Pero no todos los cuarentones son triunfadores o acomodados padres de familia. También ellos sufren su propia dualidad. Los salarios entre ejecutivos y empleados se han agrandado en los últimos años. El salario anual de los directores de empresas de más de diez trabajadores fue superior en un 206,6% al salario medio en 2006.

En tiempos de recesión, los ojos se vuelven hacia ellos. Además de ser el objetivo de los ERE, bajadas de salarios o el recorte de prestaciones, los baby boomers serán los principales paganos con sus impuestos del creciente endeudamiento que están acometiendo los Estados para sortear la crisis. Y eso sin contar la amenaza de la inviabilidad de sus pensiones cuando lleguen a la edad de jubilación, de la que no paran de advertir los malos augures como el FMI. Pero además de una carga laboral son también el principal sostén del consumo. Así que cuidado con quitar el tapón, no vaya a ser que se vaya el gas.


http://www.elpais.com/articulo/semana/Adios/clase/media/adios/elpepueconeg/20090531elpneglse_2/Tes

sábado, 30 de mayo de 2009

Los resistentes

Los resistentes

30.05.09

FERNANDO SAVATER

El Correo



Quede claro: soy partidario del 'de mortuis nil nisi bene', o sea que no creo que sean los funerales y fechas próximas los momentos más apropiados para ajustar ningún tipo de cuentas. Por tanto comprendo bien las necrológicas hagiográficas y los elogios póstumos: es más, simpatizo con ellos en casi todos los casos. Bastante tiene el muerto con morirse para encima tener que aguantar críticas y pullas... Lo malo es cuando se ensalza al fallecido por la más discutible de sus virtudes o el más dudoso de sus aciertos. Aún peor, cuando el encomio que se le tributa encierra agravio comparativo para otros, muertos o vivos. En tales casos se me plantean, francamente, algunos problemas de conciencia, por aquello de quien calla, otorga.

Veamos por ejemplo el caso del recientemente desaparecido Mario Benedetti. A diferencia de otros, no tengo nada que objetar a sus méritos literarios: como no me ha sido dado leerle, acepto que existieran y que fuesen notables. La cursilería parvularia de algunos de los lamentos fúnebres oficiales o espontáneos que se le han tributado no me desaniman en este criterio, porque nadie es culpable de sus admiradores. Si hay testimonios explícitos de que sus cuentos y versos ayudaron a vivir a más de uno, bendito sea por ello.

Tampoco tengo motivos para refutar a quienes dicen que fue una persona muy humana (la mayoría lo somos, a falta de mejores opciones) y entrañable. Benedetti vivió hasta una edad muy avanzada y uno de los consuelos de la vejez es que con ella casi todo el mundo acaba por volverse 'entrañable'. Yo mismo estoy a punto de llegar a serlo o al menos eso me parece, en mis momentos de desánimo. El afecto que sentimos por los demás no suele tener fundamentos exclusivamente ideológicos. Uno de mis mayores a los que más he querido humanamente, además de admirado como escritor, fue E. M. Cioran quien en su juventud escribió a favor de Hitler y simpatizó con los fascistas rumanos. Le tuve mucho cariño aunque no por aquellos desvaríos, claro, sino a pesar de ellos.

De modo que nada tengo que objetar a los tributos literarios y personales que se han hecho a la figura de Mario Benedetti. Pero en cambio me sublevan los elogios a su actitud política, que deberían ser -por decirlo suavemente- muy matizados, y sobre todo un calificativo que he visto repetido en varias necrológicas: el de poeta 'resistente'. Por ahí ya me cuesta bastante pasar, sobre todo porque veo todos los días olvidados o hasta calumniados a otros 'resistentes' de signo opuesto que merecen ese título por lo menos tanto y a mi juicio aún más que el propio Benedetti.

Sin duda, el escritor fue militante contra la dictatorial junta militar de Uruguay y padeció persecución y exilio por ello. Pero por el contrario apoyó con entusiasmo a la mucha más longeva dictadura de Cuba, tomó posición contra Heberto Padilla en el inicuo proceso inquisiorial contra éste (que abrió los ojos a muchos intelectuales sobre la catadura del régimen de Castro), tildó de 'homosexuales' a los disidentes de la isla -por lo visto ser homosexual le parecía un delito punible, como a las autoridades cubanas- y no perdió ocasión de ensalzar y apoyar al régimen soviético hasta el último día. Cuando a finales de los años ochenta del pasado siglo celebramos en Valencia un Congreso de Escritores por la Libertad, conmemorando el que medio siglo antes tuvo lugar en la misma ciudad durante la Guerra Civil, lo denunció como una maniobra de la CIA porque en él se dio la palabra a disidentes de las felizmente moribundas dictaduras comunistas que contaron lo que habían padecido en ellas... sufrimientos y abusos que él, también víctima de una dictadura, hubiera debido comprender mejor que nadie.

No digo que Mario Benedetti no fuera un 'resistente': pero fue un resistente... selectivo. Y me parece preocupante que algunos esgriman su nombre como emblema de resistencia, mientras que los de un Czeslaw Milosz, Soljenitszin, Jan Patocka o los disidentes cubanos, algunos aún encarcelados por delitos de opinión -que resistieron a las dictaduras de las que fue apologeta y cómplice Benedetti- son mirados con recelo o permanecen en el olvido. A veces parece que cierta izquierda se porta con sus intelectuales como muchos jerarcas de la Iglesia católica con los curas pederastas: encubriendo o minimizando sus fechorías. Nada que objetar a quienes resistieron contra la imposición violenta del terror para doblegar a los ciudadanos -en Euskadi hemos conocido ese amargo sabor y nos solidarizamos con ellos- pero siempre que esa resistencia no sea coartada para justificar otras tiranías y para negar o minimizar las atrocidades que hoy ya son de dominio público.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20090530/opinion/resistentes-20090530.html

viernes, 29 de mayo de 2009

Psicología del fútbol

Psicología del fútbol

29.05.09

ANDRÉS MONTERO GÓMEZ
| DIRECTOR DEL INSTITUTO MOGZ DE CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO

El Correo



Cualquier cosa que hagamos nos expresa, dice algo de nosotros mismos. El deporte que elegimos practicar, el tipo de arte que nos gusta, el cine que vemos o no vemos, aquello que leemos, el periódico que compramos, los amigos que tenemos. Todo está impregnado de nosotros. El entrenador del Fútbol Club Barcelona nos dice algo del Barça de este momento, de la misma manera que lo hace el presidente que tiene el Real Madrid Club de Fútbol. La interpretación del significado es lo complicado. Nos dice algo... pero ¿qué nos dice? La interpretación no es independiente del interpretador. La crónica periodística tiende hacia el desapego del subjetivismo y el análisis de opinión está cargado de perspectiva. Ésa es la teoría. Sin embargo, como bien saben los alumnos de Ciencias de la Información, la objetividad está preñada de subjetividad.

Hay personas, muchas, que apostarían todo sin dudarlo a la validez de la afirmación de que fútbol es sólo un deporte. Lo perderían todo. Lo perderían porque no es sólo un deporte; o hay muy pocos deportes de masas que realmente sean únicamente un deporte. Es decir, que no hay nada que sea sólo un deporte en términos absolutos o que aquello que consideramos un deporte incorpora más elementos de los que habitualmente tenemos en mente cuando pensamos en patadas a un balón. El fútbol es un fenómeno social. Hay personas que el fútbol lo contemplan como 22 jovencitos golpeando la pelota sobre el césped, rodeados de miles de enardecidos seguidores que no tienen nada mejor que hacer. Cualquiera puede entender que ésta es una visión simplista, aunque no tenga la menor idea de balompié. El fútbol congrega a personas ociosas, desde luego, pero a muchísimas ocupadas, a necios pero también a inteligentes, a profesionales empleados y a empresarios empleadores. Últimamente incluso reclama a las mujeres, chicas jóvenes que comparten con los chicos el trayecto de una pasión.

El fútbol comparte con otros deportes de competición en grupo unas determinadas particularidades. Aparte de los ya conocidos rasgos de superación inscritos en el lema olímpico -más alto, más fuerte, más rápido-, el fútbol proporciona algo adicional. Hay una regla casi indiscutible en Psicología: cuando alguien se mantiene mucho tiempo en una conducta es que está obteniendo algún tipo de valor de ella... emocional, racional, identitario, material o de evitación de una pérdida o de un mal. El balompié o el béisbol o el rugby son demasiado atractivos como para reducirlos a golpear pelotas o balones con las extremidades. Intentando hacer una síntesis, el fútbol es una ecuación social que combina valores, emociones, símbolos y sentido de pertenencia. Ni siquiera un partido político puede presumir de semejante cóctel, aunque bien es cierto que la política introduce otros ingredientes que no tiene el fútbol en el aficionado, como los intereses y el poder.

La vinculación al fútbol es emocional. El noviazgo con un equipo comienza en nuestro cerebro íntimo, en el puchero de los sentimientos. Es extraño encontrar a un individuo que se haya aproximado al fútbol racionalmente. La razón entra en juego después, cuando el sentido de pertenencia a un grupo que se identifica a través de unos símbolos demanda argumentos del individuo. Esto es a veces, porque en la mayoría de los casos la pasión que procede de la adhesión a un equipo no conoce razones verbalizables más allá de las emociones. Otro denso aglutinante del fútbol es la fe, una creencia sin razón que también parece estar grabada en nuestro interior y que tenemos que dirigir hacia algo, enfocar y alimentar para trascendernos. En algunas personas, el fútbol tiene cuerpo de trascendencia.

El sentido de pertenencia al grupo en el fútbol es poderoso y se expresa a través de valores y símbolos, ambos incrustados en el cemento de las emociones. El fenómeno Guardiola es la personificación. Quién no quisiera ser -fíjense, 'ser'- del Barça para pertenecer al mismo espacio planetario que Guardiola. El entrenador del Barça es un símbolo de valores bañados en emoción: la juventud, la honestidad, el coraje, la creatividad, la humildad, la entrega, el estilo, la generosidad... Todas esas virtudes que desde pequeños nos dicen que tenemos que buscar, pero que raramente encontramos juntas en la vida real. Los medios de comunicación son el altavoz, la caja de resonancia de esos rasgos, los que muchas veces los moldean y proyectan. Y las personas se aferran a ellos. La competición en el campo trasciende el balón, hace mucho que trascendió el balón. Si sólo fuera por el balón, no existiría el fútbol. A través del fútbol puedes sentir que 'eres' algo que en otros roles de tu vida estás muy lejos de ser.

El sentido de pertenencia y la simbología emocional permiten que, en ocasiones, el fútbol sea instrumentado, por no decir prostituido por intereses espurios. Los más visibles son los grupos violentos que se han alojado como parásitos en las gradas. Ese tipo de parásitos son los responsables de que la final de una Copa del Rey en donde coinciden un equipo vasco y otro catalán sea noticiable no por eso, sino por una pitada. Todo depende de la representación mental de los significados. Lo que podría haber sido (y fue para muchos) una escenificación de la España de las autonomías, de las nacionalidades, de los hechos diferenciales unidos bajo el espíritu común de la Corona, ha quedado en el subconsciente colectivo como una teatralización de la España cainita que se rompe. Todo depende de la interpretación hacia la que empuje el interés de cada cual. Igual que en la final de la Copa de Europa en Roma, donde unos ven a la España de la Armada Invencible contra la pérfida Albión y otros al Barça nacionalista gran Satán de un Real Madrid guardián de las esencias de lo español. El símbolo lo construimos nosotros y una bandera que ondea o una camiseta que suda tienen significado porque nosotros se lo otorgamos. En esa concesión de significados unos persiguen la pureza de la competición justa y otros, desafortunadamente, imponer su propio interés a costa del otro. Bienvenidos al planeta Tierra.

El autor, tras los fenómenos colectivos de las aficiones del Athletic y Barça, reflexiona sobre la psicología del fútbol. «La vinculación al fútbol es emocional», dice. Y añade, «el símbolo lo construimos nosotros y una bandera que ondea o una camiseta que suda tienen significado porque nosotros se lo otorgamos»

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20090529/opinion/psicologia-futbol-20090529.html

jueves, 28 de mayo de 2009

Ayer y hoy del nacionalismo

Ayer y hoy del nacionalismo

28.05.09

MARÍA JOSÉ VILLAVERDE
| PROFESORA DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

El Correo


Cuando el 21 de abril de 1813 Berlín se prepara para resistir a las tropas de Napoleón, los intelectuales alemanes, antes cosmopolitas, se han convertido ya en fervientes patriotas. La imagen de Fichte portando un escudo de hierro y un cuchillo de grandes dimensiones, de Wolf vistiendo un cinturón tirolés guarnecido de pistolas y hachas, y de Savigny esgrimiendo una pica, simboliza el vuelco intelectual que se produce en el siglo XIX. La época en la que Hegel reverenciaba a Napoleón como el 'espíritu del mundo' y en que Fichte soñaba con ser ciudadano de la Francia de las Luces, es ya historia. El expansionismo napoleónico y la derrota de Prusia en 1806 han liquidado esos sueños. En el invierno de 1807-1808, Fichte pronuncia sus 'Discursos a la nación alemana' en los que, revolviéndose contra el racionalismo de la Ilustración, invoca el sentimiento para despertar en sus compatriotas la conciencia nacional. Ya no busca impulsar, como en 1797, el amor cívico a la constitución y a las leyes sino «la llama ardiente del amor a la patria», de la nación eterna enraizada en la lengua y en el 'espíritu del pueblo'. La primera formulación del concepto de nación étnica, que los pensadores románticos desarrollarán a lo largo del siglo, había nacido.

Es cierto que el cosmopolitismo ilustrado no se desvanece de la noche a la mañana. Mientras Fichte se apresta a luchar en Berlín, Schopenhauer abandona la ciudad porque su patria es «más grande que Alemania». Pero el siglo XIX es mayoritariamente nacionalista, a pesar de Schopenhauer y a pesar de Renan convertido, a raíz de la guerra franco-prusiana de 1870 y de la anexión por el Reich alemán de la Alsacia-Lorena, región francesa de cultura germánica, en el abanderado de un nuevo concepto de nación. La nación cívica, nación de individuos voluntariamente unidos, se erige sobre la idea de que «la lengua invita a unirse pero no fuerza a ello» y ni el idioma, ni la raza ni el territorio en el que nacen, pueden determinar el destino de los seres humanos.

La marea de irracionalismo filosófico, xenofobia, racismo y chauvinismo que inundó el siglo XIX, bajo el lema 'equivocado o acertado, es mi país', barrió el sentir cosmopolita y socavó el respeto a los derechos del individuo, que fueron postergados ante los nuevos sujetos colectivos como el pueblo, la raza, la clase o la nación. El nacionalismo confraternizó con un catolicismo reaccionario (recordemos a Gregorio XVI prohibiendo en 1845-46 la introducción del ferrocarril en los Estados vaticanos) y engendró, a finales de siglo, partidos racistas y antisemitas como el social-cristiano austriaco de Lueger, o la Action Française de Maurras.

En el marxismo, Bernstein criticó la tesis de Marx de que «los obreros no tienen patria», renunciando al internacionalismo y abriendo la vía al patriotismo y a la participación obrera en la primera Guerra mundial. Si, en 1919, la III Internacional proclamaba que la revolución suprimiría las fronteras entre los Estados, la sublevación fallida de Shangai, en 1927, y la toma de las riendas del Partido Comunista Chino por Mao impuso un cambio de estrategia que erigió al nacionalismo en uno de los ejes ideológicos del comunismo y de los posteriores Movimientos de Liberación Nacional (el 'Patria o muerte' de los movimientos iberoamericanos).

En el campo liberal, las teorías nacionalistas sedujeron también a pensadores de la talla de John Stuart Mill hasta que lord Acton sentó doctrina en 1861-1862, estableciendo que liberalismo y nacionalismo eran ideologías opuestas y que el nacionalismo era una regresión, un anacronismo histórico que separaba a los seres humanos en base a su lengua, religión o cultura. En cambio, el respeto al hecho diferencial y al pluralismo era la espina dorsal de la doctrina liberal y garantizaba que personas de diferentes razas y nacionalidades pudiesen convivir en paz bajo un mismo Estado, sin perder sus señas de identidad y sin tener que recluirse en nichos con sus iguales.

Hoy, las distintas corrientes nacionalistas (comunitaristas, republicanos identitarios, 'nacionalistas liberales', etcétera) siguen esgrimiendo rasgos lingüísticos, culturales o religiosos para deslindarse de los 'otros' (extraños o inmigrantes) pues el nacionalismo, dicen, es «una llamada a la diferencia» (Charles Taylor), que requiere marcos homogéneos y cerrados (Yael Tamir) para preservar mejor su identidad. Un universo de reclusión encastrado en un mundo cada vez más plural, abierto y mestizo.

Renan y Acton lucharon en el siglo XIX por forjar una unión entre los ciudadanos en torno a valores racionales que todos pudiesen compartir, y no a sentimientos o arraigos particulares que les distanciasen. Esa ha sido también, en esencia, la propuesta que Habermas ha formulado en las últimas décadas. Con su noción de patriotismo constitucional, el autor alemán, conmocionado por la experiencia nazi, ha tratado de vaciar al Estado-nación de sus componentes disgregadores étnicos y culturales, y de trascender el concepto de identidad nacional que ha propiciado tantos crímenes y desmanes. Ese es asimismo el horizonte de quienes promueven el ideal de una ciudadanía europea, de una identidad 'posnacional', y también el de los nuevos cosmopolitas (como Martha Nussbaum y tantos otros), preocupados por problemas globales como la integridad ecológica del planeta, el equilibrio entre los recursos disponibles y el crecimiento demográfico, el establecimiento de una paz estable y de una mayor justicia distributiva, la definición y protección de los derechos humanos, etcétera, cuestiones que nos afectan a todos, independientemente de nuestro credo, lengua o raza, y a las que debemos buscar respuesta también entre todos. Y que nos animan a pensar que, aun cuando la era de los nacionalismos parece no tener fin, el mundo camina hacia el universalismo.

María José Villaverde es autora del libro 'La ilusión republicana. Ideales y mitos'


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20090528/opinion/ayer-nacionalismo-20090528.html

martes, 5 de mayo de 2009

Una vida


ROSA MONTERO
Una vida

ROSA MONTERO 05/05/2009



Un cabrilleo de agua y sol en el mar, o quizá en una piscina. El cuerpo caliente y esponjoso como pan recién hecho.

Sombras en la noche, una pesadilla. Las manos de tu madre encendiendo el mundo, disolviendo los monstruos. Ordenando las cosas.

Carreras jadeantes, frenéticas risas, juegos de niñez en patios retumbantes.

Melancolía aguda de lo aún no vivido. Intuición adolescente del resto de tu vida. Deliciosa tristeza.

La carne, un tesoro. El vertiginoso misterio de los cuerpos. El amor estallando como una supernova y dejándote ciego.

Y también el desamor: un agujero.

Una noche de agosto en pleno campo, un alboroto de cigarras, una luna llena de color naranja que parece el decorado de un teatrillo japonés, el tiempo por una vez piadosamente detenido. La plenitud, que siempre es sencilla.

Mirar a un amigo, mirar a tu amante y ver en sus ojos el pasado común. Contemplarte en los otros como en un espejo.

La serenidad que llega tras las lágrimas. Y también todas las risas compartidas, los momentos de juego, las carcajadas dichosas.

Todos los libros leídos, las músicas gozadas, los besos recibidos. Y una conversación una tarde de invierno comiendo chocolate frente a la chimenea.

La alegría de vivir. Y la fugaz y espléndida belleza.

Una noche de angustia. Intuición de la muerte. Una mano en la tuya. La cama es una balsa en mitad del naufragio.

Una novela leída al lado del lecho de un enfermo mientras llueve.

Torbellinos de polvo en un rayo de sol, un universo ínfimo.

Un cabrilleo de agua. El último chispazo.

Esta poca cosa, o esta enormidad, es una vida.


http://www.elpais.com/articulo/ultima/vida/elpepiult/20090505elpepiult_1/Tes




OBITUARIO: 'IN MEMÓRIAM'
Pablo Lizcano, un periodista al otro lado de la trinchera

GABRIELA CAÑAS 04/05/2009



El periodista Pablo Lizcano murió ayer, 3 de mayo, en Madrid. Acababa de cumplir 58 años el pasado 25 de abril. Para entonces ya había iniciado su último viaje. Pablo Lizcano nació en Madrid y se licenció en Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, pero se dedicó al periodismo desde el primer momento como redactor de la revista Cambio 16.

Enseguida pasó al periodismo audiovisual. Con sólo 33 años fue presentador, subdirector y guionista del programa de TVE Autorretrato, y al año siguiente se convirtió en director y presentador del programa de entrevistas y actuaciones en directo Fin de siglo (1985-87), que fue el que le convirtió en un personaje popular

Después, Pablo Lizcano dirigió y presentó varios programas en la cadena SER, en Telemadrid y en Antena 3, antes de pasar "al otro lado de la trinchera", como él mismo definió sus ocupaciones posteriores: director de comunicación en diversos organismos hasta que montó b+c, una empresa especializada en comunicación cultural.

A principios de los ochenta escribió el libro La generación del 56. La Universidad contra Franco, un análisis histórico y periodístico de aquel movimiento intelectual que se reeditó en 2006. "Nuestra memoria es parte sustancial de lo que somos", dijo entonces Pablo sobre su documentada obra.

Era un lector compulsivo de prensa, que observaba la actualidad y el mundo que le circundaba de manera siempre afilada y crítica. Su capacidad de análisis y de síntesis le hacía imbatible en el cuerpo a cuerpo.

Su gran dedicación al trabajo no fue para Pablo sólo un medio de vida. En los últimos meses de su enfermedad fue también el ancla a la que aferrarse a la vida, que compartía con su compañera Rosa Montero, de cuya mano recorrió todos los viajes de los últimos 20 años.

En uno de ellos, la "fascinante" visita a Canadá, Pablo describía el nórdico país y quizá su idea del paraíso: "Tierra promisoria, bella, salvaje y deshabitada", en la que "cualquier rincón parece un buen sitio para quedarse". Ojalá lo haya encontrado.

http://www.elpais.com/articulo/Necrologicas/Pablo/Lizcano/periodista/lado/trinchera/elpepinec/20090504elpepinec_1/Tes


domingo, 3 de mayo de 2009

Cómo buscarse la ruina


ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 3 de Mayo de 2009




Me despierta un ruido y miro el reloj de la mesilla de noche. Ha sonado en la planta de abajo. Así que cojo la linterna y el cuchillo K-Bar de marine americano –recuerdo de Disneylandia– y bajo las escaleras intentando ir tranquilo y echar cuentas. Cuántos son, altos o bajos, nacionales o de importación, armados o no. Si estuviera en un país normal, este agobio sería relativo. Bajaría con una escopeta de caza, y una vez abajo haría pumba, pumba, sin decir buenas noches. Albanokosovares al cielo. O lo que sean. Pero estoy en la sierra de Madrid, España. Tampoco me gusta la caza ni tengo escopeta. Sólo un Kalashnikov –otro recuerdo de Disneylandia– que ya no dispara. Por otra parte, una escopeta no iba a servirme de nada. Estoy en la España líder de Occidente, repito. Aquí el procedimiento varía. Mientras bajo por la escalera –de mi casa, insisto– con el cuchillo en la mano, lo que voy es haciendo cálculos. Pensando, si se lía la pajarraca, si no me ponen mirando a Triana y si tengo suerte de esparramar a algún malo, en lo que voy a contar luego a la Guardia Civil y al juez. Que tiene huevos.

Lo primero, a ver cómo averiguo cuántos son. Porque si encuentro a un caco solo y tengo la fortuna de arrimarme y tirarle un viaje, antes debo establecer los parámetros. Imaginen que descubro a uno robándome las películas de John Wayne, le doy una mojada a oscuras, y resulta que el fulano está solo y no lleva armas, o lleva un destornillador, mientras que yo se la endiño con una hoja de palmo y pico. Ruina total. La violencia debe ser proporcionada, ojo. Y para que lo sea, antes he de asegurarme de lo que lleva el pavo. Y de sus intenciones. No es lo mismo que un bulto oscuro que se cuela en tu casa de madrugada tenga el propósito de robarte Río Bravo que violar a tu mujer, a tu madre, a tus niñas y a la chacha. Todo eso hay que establecerlo antes con el diálogo adecuado. ¿A qué viene usted exactamente, buen hombre? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿De dónde es? ¿A qué dedica el tiempo libre?… Y si el otro no domina el español, recurriendo a un medio alternativo. No añadamos, por Dios, el agravante de xenofobia a la prepotencia.

Pero la cosa no acaba ahí. Incluso si establezco con luz y taquígrafos los móviles exactos y el armamento del malo, un juez –eso depende del que me toque– puede decidir que encontrártelo de noche en casa, incluso armado de igual a igual, no es motivo suficiente para el acto fascista de pegarle una puñalada. Además hay que demostrar que se enfrentó a ti, que ésa es otra. Y no digo ya si en vez de darle un pinchazo, en el calor de la refriega le pegas tres o cuatro. Ahí vas listo. Ensañamiento y alevosía, por lo menos. En cualquier caso, violencia innecesaria; como en el episodio reciente de ese secuestrado con su mujer que, para librarse de sus captores, les quitó el cuchillo y le endiñó seis puñaladas a uno de ellos. Estaría cabreadillo, supongo, o el otro no se dejaba. Pues nada. Diez años de prisión, reducidos a cinco por el Tribunal Supremo. Lo normal. Por chulo.

Imaginemos sin embargo que, en vez de cuchillo, lo que esta noche lleva el malo es una pistola de verdad. Y que en un alarde de perspicacia y de potra increíble lo advierto en la oscuridad, me abalanzo heroico sobre el malvado, desarmándolo, y forcejeamos. Y pum. Le pego un tiro. Ruina absoluta, oigan. Sale más barato dejar que él me lo pegue a mí, porque hasta pueden demandarme los familiares del difunto. Otra cosa sería que el malo estuviese acompañado. En tal caso, nuestra legislación es comprensiva. Sólo tengo que abalanzarme vigorosamente sobre él, arrebatarle el fusco, calcular con astuta visión de conjunto cuántos malos hay en la casa, qué armamento llevan y cuáles son las intenciones de cada uno, y dispararle, no al que lleve barra de hierro, navaja empalmada, bate de béisbol o pistola simulada –ojito con esto último, hay que acercarse y comprobarlo antes–, sino a aquel que cargue de pistolón o subfusil para arriba. Todo eso, asegurándome bien, pese a la oscuridad y el previsible barullo, de que en ese momento el fulano no se está dando ya a la fuga; porque en tal caso la cagaste, Burlancaster. En cuanto al del bate de béisbol, el procedimiento es simple: dejo la pistola, voy en busca de otro bate, bastón o paraguas de similares dimensiones y le hago frente, mientras afeo su conducta y le pregunto si sólo pretende llevarse las joyas de la familia o si sus intenciones incluyen, además, romperme el ojete. Luego hago lo mismo con el de la navaja. Y así sucesivamente.

El caso es que, cuando llego al final de la escalera, comiéndome el tarro y más pendiente de las explicaciones que daré mañana, si salgo de ésta, que de lo que pueda encontrar abajo, compruebo que se ha ido dos o tres veces la luz, y que el ruido era del deuvedé y de la tele al encenderse. Y pienso que por esta vez me he salvado. De ir a la cárcel, quiero decir. Traía más cuenta dejar que me robaran.


http://www.xlsemanal.com/web/firma.php?id_edicion=4127&id_firma=8730