miércoles, 31 de marzo de 2010

La genética del terrorismo islámico

30-03-2010

José Javaloyes

EXPANSIÓN


El Gobierno ruso no deja de integrar al terrorismo de Al Qaeda entre los actores y factores integrantes de los atentados de Moscú en la mañana del pasado lunes.

Tiene el terrorismo su genética y su propio ADN. Muy apretadamente resumido y sintetizado es el mensaje que han dejado estos atentados en la capital de la Federación Rusa. El tiempo suele darle la razón a quien la tiene. Ocurre que la ya larga secuencia del terrorismo islamista ha dejado en su desarrollo, en su demorada y sangrienta crónica, rastros y huellas como materiales bastantes para una configuración aproximada de la identidad histórica y de la trauma causal de esta criminalidad política.

Nunca olvidé, a lo largo de los ya muchos años transcurridos desde entonces, de qué modo, con ocasión de la invasión militar soviética de Afganistán, en un programa de debate de Televisión Española, que a la sazón yo presentaba, Fernando Morán, pocos años después primer ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos de Felipe González, dijo que aquella decisión de la URSS se había de interpretar como un esfuerzo, de enorme riesgo, proporcionado al enorme peligro que representaba para ella la expansión del islamismo, del Islam de combate, por el espacio soviético de configuración musulmana. Principalmente, por el Cáucaso.

La entonces preponderante visión occidental, y de sus aliados árabes –especialmente la de los exportadores de petróleo–, era muy distinta. Aquella decisión de la URSS, que desembocaría en las condiciones de agotamiento económico, causantes al final (como ofrenda a la interpretación marxista de la Historia) de su muerte por implosión, obedecía al propósito geoestratégico de embolsar o de hipotecar, como amenazante sombra, el Golfo Pérsico: primer espacio petrolero del mundo y fuente de abastecimiento energético primordial para las economías occidentales. Algo, en fin, que, para el siempre subyacente nacionalismo ruso, coronaría el gran sueño de Pedro el Grande de alcanzar las aguas calientes, después de haber extendido la Quinta Flota, en la primera mitad de la Guerra Fría, desde el Mar Negro al Mediterráneo.

Podía ser una interpretación la más acertada, podía ser la otra, o podían ser acertadas las dos, al menos en tal contexto histórico del fin de la década de los 70. En aquel mismo calendario de 1979, no sólo los soviéticos habían invadido Afganistán; Jomeini había derrocado al Sha de Irán y, al poco, el Irak de Sadam Hussein comenzaba una guerra contra la revolución iraní, que se prolongó durante ocho años. Atrás había quedado una década en la que el mundo atravesó otra crisis, la de la estanflación: inflación acompañada de estancamiento.

Una crisis que había sido resultante directa de la Guerra del Ramadán, durante el otoño de 1973, en la que la renovada derrota árabe trajo la utilización del petróleo como arma política, al restringirse las exportaciones del crudo y dispararse los precios del barril. Se salió de aquel duro trance en el mundo capitalista con la ‘revolución conservadora’ de Ronald Reagan, que relevó a la economía de demanda y abrió un ciclo nuevo. Pero, si en lo político y lo militar, la ayuda a los fundamentalismos musulmanes que peleaban en Afganistán, por parte de Estados Unidos, Pakistán y los árabes del petróleo, sentó las condiciones para el desplome de la URSS, tras de su doble esfuerzo en la campaña afgana y en la emulación del músculo norteamericano con la ‘Guerra de las Galaxias’, en el medio y el largo plazo, sin embargo, la ayuda a los proto-talibanes afganos, afloró unos costes que en aquellos momentos eran absolutamente inimaginables. La brutalidad helada de Bin Laden asumió como atentado al Profeta las bases americanas en Arabia.

Nihilismo y Ley Islámica

La propia fermentación fundamentalista que originó la hemorragia rusa en la guerra afgana, no sólo certificaba lo acertado del diagnóstico de Fernando Morán en el programa aquel de TVE, sino que establecía las condiciones para que el islamismo pasara de ser ideología para el combate abierto y en orden de guerrilla, a constituirse en terrorismo puro y duro, con el nihilismo como teología y la Ley Islámica como rostro. Un fanatismo llamado a golpear en las Torres Gemelas de Nueva York y en la sede del Pentágono estadounidense, el 11 de Septiembre de 2001. Resultados que cabría etiquetarse de efecto boomerang.

Al final, puede considerarse, cuando ahora se repiten los atentados en Moscú del terrorismo islamista (paralelos en significado al 11-S norteamericano, al español 11-M –trufado o sin trufar por otros– y al británico 7-J) que ese integrismo musulmán en armas no hace otra cosa que la guerra al entero Occidente. Importándole lo mismo la tropa soviética de la guerra afgana aquella, que los rusos de ahora y que los estadounidenses, españoles y británicos, agavillados todos en un mismo manojo adverso. De ir contra Occidente se trata.


http://www.expansion.com/2010/03/30/opinion/llave-online/1269977672.html

lunes, 29 de marzo de 2010

Revolucionarismo patriótico

29.03.10

ÍÑIGO BULLAIN | PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL Y EUROPEO DE LA UPV-EHU

El Correo




Planteaba el profesor Jesús Casquete en un artículo titulado '¿Izquierda abertzale o nacionalismo radical?' (EL CORREO, 23-3-10) sus dudas sobre el caracter de izquierda del MLNV. Voy a tratar de ofrecer algunos datos que, a mi juicio, evidencian esa auto-consideración sin entrar en disquisiciones ontológicas sobre qué es o puede 'realmente' ser izquierda. A mi juicio, la cuestión relevante a destacar es que, por el contrario, el perfil sociocomunista del Movimiento ha sido habitualmente ignorado o relegado a un segundo plano. Sin embargo, ese perfil es un aspecto clave para interpretar correctamente la ideología, estrategia y organización del MLNV.

Evidentemente, el carácter del socialismo que el MLNV reclama no está inspirado en la socialdemocracia sueca sino que, como pone de manifiesto su actuación política ligada a la violencia, se trata más bien de una suerte de socialismo revolucionario de vocación totalitaria. Dicho caracter revolucionarista se expresaba ya con claridad a través del partido HASI, acrónimo en euskara de Partido Socialista Revolucionario del Pueblo, en el que, tras el 'desdoblamiento', se integró la militancia para combatir la 'reforma' y que concurrió a las primeras elecciones municipales de 1979 dentro de la formación Herri Batasuna (Unidad Popular). También la última formación con la que la izquierda abertzale obtuvo representación en el Parlamento vasco -EHAK- treinta años después expresaba una simbología bastante evidente: Partido Comunista de las Tierras Vascas. No termina de advertirse que para el movimiento de liberación nacional vasco el caracter revolucionarista de su patriotismo se traduce en un radicalismo nacional, es decir, la independencia de una Euskal Herria socialista conllevaría la ruptura tanto con el Estado nacional español (o francés) como en relación con el ámbito sistémico (capitalismo parlamentario).

De ahí que ideológicamente la izquierda abertzale interprete que 'para ser patriota hay que ser de izquierda y que para ser de izquierda hay que ser patriota'. Esta doble consideración tampoco es novedosa, ya sentó doctrina en ETA desde mediados de los años sesenta, y ETA (m), embrión del MLNV, ha tenido en dicha combinación su fundamento ideológico. De hecho, hace sólo unos días, ETA abría su comunicado como «organización vasca socialista revolucionaria de liberación nacional».

También en su discurso ideológico expresado a través de sus múltiples organizaciones se advierte el empleo sistemático de unas claves antisistémicas que incorporan constantes denuncias del modelo liberal, no con intenciones reformistas, sino con vocación de ruptura y transformación radical de las estructuras productivas o sociales. La literatura y grafía 'revolucionaria' que el aparato de propaganda del MLNV ha generado o incorporado durante decenios para la formación de su militancia, en especial de la juventud, es inmensa y ha empapado su discurso. No hace falta sino consultar sus documentos políticos o acudir a las hemerotecas y revisar el contenido de 'Egin' o de 'Egunkaria', y actualmente ojear las páginas de 'Gara' o 'Berria', para ver reflejado diariamente ese discurso antisistémico. No son precisamente autores como Sabino Arana o José Antonio Aguirre aquéllos cuyos textos han venido alimentando a la ingeniería y militancia radical, sino otros como Badiou o Petras, Chomsky o Foucault quienes han inspirado las claves anticapitalistas, antiimperialistas, antiparlamentaristas, antipatriarcales, antioccidentalistas... de las que se nutre ideológicamente.

Pero, además de la ideología, la estrategia político-militar del MLNV es deudora de la aportación del marxismo revolucionario al patriotismo. La configuración del movimiento agrupando un frente armado, de masas e institucional no es tampoco original, sino una copia de la estrategia maoísta que, dado su éxito, se extendió posteriormente a otros lugares del planeta. Argelia, Vietnam, Cuba, El Salvador o Nicaragua han sido referencias más próximas para el imaginario 'mlnvista' que los prototipos nacionalistas de las repúblicas bálticas. Contemporáneamente, tampoco son Suiza o Finlandia las referencias, sino las que se reivindican por el socialismo del siglo XXI en Venezuela o Bolivia.

Aunque la discreción revolucionaria y la eficacia política de 'acumulación de fuerzas' pasan por situar en primer plano el carácter nacional del movimiento e iluminar ese perfil, la voluntad por ensombrecer los rasgos revolucionaristas se comparte con otras fuerzas políticas empeñadas en limitar la naturaleza del MLNV a un carácter de nacionalismo radical. Esto les ha servido a algunos para desprestigiar al nacionalismo vasco, pero también ha sido utilizado por éste para aprovecharse de la persecución de la izquierda revolucionaria sobre el 'constitucionalismo': mientras unos sacudían el árbol, otros recogían las nueces.

No advertir que es precisamente ese doble carácter de su naturaleza el que ha convertido al revolucionarismo patriótico en un cóctel tan potente conduce a errar y no distinguir entre un conflicto entre identidades nacionales y la apuesta revolucionaria de una ideología antisistémica que se aprovecha de aquél. Como la dialéctica desarrollada durante décadas por el MLNV para 'sustituir la realidad renombrándola' ha contado con la complicidad de unos y la ignorancia de otros, el asunto se ha ido prolongando indefinidamente hasta alcanzar aspectos caricaturescos: según unos, 'todo es ETA'; para otros 'no hay relación alguna entre civiles y militares'. Ambas posiciones no entienden que ETA forma parte del MLNV, pero que no todo es terrorismo aunque todo haya formado parte de un complejo político-militar.


http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100329/opinion/revolucionarismo-patriotico-20100329.html

martes, 23 de marzo de 2010

¿Izquierda abertzale o nacionalismo radical?

23.03.10

JESÚS CASQUETE | PROFESOR DE LA UPV-EHU, INSTITUTO DE FILOSOFÍA, CCHS-CSIC Y MIEMBRO DE BAKEAZ

El Correo



No resulta sencillo encontrar espacios de convergencia en un país de disensos enconados y enquistados como el vasco. Complicado, pero no imposible. Mencionaremos uno: ¿Han caído en la cuenta de la unanimidad política y mediática a la hora de referirse como 'izquierda abertzale' al espacio político proscrito por los tribunales españoles a partir de 2003? Sin embargo, ¿disponemos de 'base probatoria' suficiente para ubicar en el plural espacio de la izquierda a esa sensibilidad política?

El espacio político del nacionalismo vasco radical (defenderé) es inequívocamente abertzale, esto es, patriota vasco, al tiempo que cuestionaré (entiéndase bien: no negaré, sólo arrojaré dudas razonables y razonadas en tanto no se ofrezcan a la opinión pública argumentos clarificadores al respecto) su condición de partícipe de la plural tradición de izquierdas. Si algo anda como un pato, vuela como un pato y nada como un pato, entonces es un pato. Pero quien, en su condición de observador externo, no ve plumas, patas ni pico a ese 'algo', entonces carece de criterio para dilucidar si efectivamente se trata de un ánade. Como la confrontación política es siempre también una lucha por denominar la realidad, ¿no caemos acaso en una irresponsabilidad cuando recurrimos a esa expresión?

Siempre es factible encontrar declaraciones o escritos de intelectuales orgánicos o de dirigentes del MLNV con soflamas incendiarias contra el capitalismo, el neoliberalismo, el industrialismo, el consumismo, la globalización o el imperialismo. Ahora bien: el radicalismo abertzale recurre con profusión a la retórica sinecdoquial y se autoerige en el auténtico representante del sentir y pensar de Euskal Herria en toda su extensión geográfica y pluralidad identitaria. Constituiría un despropósito parejo asimilar estos pretendidos deudos del marxismo con el conjunto de la militancia del nacionalismo radical, mayor si cabe confundirlos con su electorado. Esgrimiré varios argumentos y contraargumentos en auxilio de esta aseveración:

1. Si las sucesivas formaciones políticas que han representado ese espacio político desde la Transición española a la democracia hasta su prohibición fuesen percibidas por sus votantes como vanguardias comunistas, nos encontraríamos ante una verdadera anomalía en las leyes de la sociología electoral en las democracias liberales del siglo pasado y presente, a saber: que habitantes de medios rurales y semirrurales den su voto libre y de forma reiterada a formaciones con un programa revolucionario de izquierdas. Por lo demás, en algunas comarcas de fuerte arraigo del nacionalismo radical votan al 'comunismo' los nietos y biznietos de los que no hace tanto tiempo se sumaban con entusiasmo al requeté. Algún agudo analista habló de carlismo-leninismo para referirse al trasvase de adhesiones tan 'sui generis'… y no le faltaba razón.

2. La repetición apodíctica de su naturaleza revolucionaria por parte de algunos portavoces del MLNV no es credencial suficiente para que se convierta en verdad. Contrastar la retórica con la práctica resultará iluminador al respecto de su supuesto izquierdismo. Como corresponde a un movimiento que rechaza de plano el entramado institucional derivado de la Constitución española, el pilar principal de la práctica política del nacionalismo radical durante las últimas décadas ha descansado en la ocupación física de la esfera pública. En el país con la mayor densidad manifestante de Occidente, se cuentan por miles cada año (y decreciendo) las concentraciones y manifestaciones escenificadas por este espacio político. Si nos fijamos en las manifestaciones de carácter 'nacional' (para entendernos, aquéllas que habitualmente arrancan de la plaza Aita Donosti de Bilbao), comprobaremos que decenas de miles de personas han desfilado tras pancartas exigiendo la independencia, la democracia para Euskal Herria (otra forma de demandar la independencia) y el uso exclusivo de la ikurriña o expresando solidaridad con los presos de ETA. Nótese lo siguiente: no existe ni una manifestación multitudinaria al hilo de reivindicaciones universales que podamos asociar a la izquierda.

3. A partir de las declaraciones públicas de sus líderes y de los mensajes transmitidos mediante su política de calle, nadie medianamente informado tendrá dificultades en resumir el proyecto del MLNV acerca de la territorialidad, el euskera o el estatus de Euskal Herria con respecto a España y Francia. Ahora bien: el caso es bien distinto si se le inquiere sobre aquellas cuestiones que ayer, hoy y siempre serán preocupaciones de la izquierda: política fiscal, inmigración, globalización, laicismo, política de vivienda, mercado laboral, aborto, violencia de género o educación (neutralizando la propuesta sobre qué idioma ha de primar, va de suyo), por mencionar algunos de los temas más relevantes.

En suma: ¿Podemos legítimamente utilizar la etiqueta de 'izquierda abertzale' para referirnos a un espacio sociopolítico del que ignoramos, también antes de su ilegalización, qué opina sobre todos estos temas y otros muchos? A mi juicio, sólo si renunciamos a tamizarla por el cedazo de la crítica. Porque el ejercicio crítico, si algo revela, es la naturaleza ultranacionalista de ese actor político.


http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100323/opinion/izquierda-abertzale-nacionalismo-radical-20100323.html

viernes, 12 de marzo de 2010

Eguiguren cree que un pacto en Loyola habría «metido en un fregado» a Zapatero

Eguiguren cree que un pacto en Loyola habría «metido en un fregado» a Zapatero

Admite en un libro que el Gobierno prometió «más o menos» que no se producirían detenciones durante el alto el fuego de 2006

12.03.10

EL CORREO | BILBAO.



Si las conversaciones de Loyola hubieran fructificado y finalizado en un acuerdo entre PSE, Batasuna y PNV, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero «se habría metido en un buen fregado» porque «algún día» se habría tenido que celebrar una «consulta». Así lo asegura el presidente del PSE-EE y uno de los interlocutores con la izquierda radical, Jesús Eguiguren, en un libro que acaba de ser editado bajo el título de 'Loiolako Hegiak'. El dirigente socialista reconoce que en aquellos contactos Batasuna «se comprometió» a «legalizarse» y que izquierda abertzale y socialistas llegaron a estudiar «conjuntamente» cómo hacerlo.

«Madrid pensaba que esto se limitaba a una reforma del Estatuto -sostiene Eguiguren-. Sospecho que entre ellos decían: 'Cuando la reforma llegue aquí la peinaremos un poco'. Es decir, si el acuerdo hubiera salido adelante, algún día el Gobierno de España se habría metido en un buen fregado. El Gobierno de España no se daba cuenta de que por ese camino, algún día, llegaríamos a la consulta». En su opinión, aunque el PSE negociaba «con el beneplácito de Madrid», el Ejecutivo «no se daba cuenta de la importancia de este acuerdo y de todos los problemas que había detrás».

El presidente de los socialistas vascos detalla al autor, Imanol Murua, en otro capítulo cómo el Gobierno y ETA mantuvieron diferentes contactos en Oslo en noviembre de 2005. Entonces, el Ejecutivo se comprometió «más o menos» con la banda a que, «en la medida de lo posible», durante el alto el fuego no se practicarían detenciones y se dejaría a Batasuna «funcionar de facto».

«Pero ya sabes qué clima había con el PP. Los jueces empezaron a apretar. Todo eso no lo hizo queriendo el Gobierno. Tú no puedes garantizar al cien por cien lo que va a hacer un juez», explica Eguiguren antes de subrayar que «si un juez no deja funcionar a Batasuna en un momento dado, si sabes que dentro de dos meses vas a ser legal, no tiene por qué romper el proceso».

Cartas de extorsión

El dirigente del PSE y parlamentario en Vitoria sostiene que algo parecido ocurrió con ETA, que prometió cesar con la petición del 'impuesto revolucionario'. «Pero empezaron a mandar cartas, aunque fuera en otro tono». En su opinión, el alto el fuego «comenzó de la peor manera, con la detención de Otegi, con las detenciones de empresarios», aunque «ellos ya saben que se intentó que no les detuvieran».

Eguiguren recuerda que en Oslo se decidió «cuándo se iban a hacer más o menos las reuniones» y quiénes iban a participar en ellas. «El primer encuentro tenía un plazo. Cuando la tregua estuviera declarada y la declaración del Gobierno realizada, el Gobierno y ETA debían reunirse para hablar sobre sus temas». A partir de entonces, insiste, se debía decidir «quiénes iban a ser los observadores internacionales, había que definir el calendario, decidir si primero íbamos a hablar de desmilitarización o de presos». «Pero esa primera reunión nunca se llevó a cabo», dice.

Según su relato, se preguntó a los enviados de ETA «por qué no comenzaban las reuniones», a lo que respondieron que «había habido detenciones» y a que «no cumplíamos los compromisos». «Las reuniones entre ETA y el Gobierno debían empezar antes del verano, en verano Batasuna debía hacer que fuera legal y, posteriormente, debíamos empezar a hablar (los partidos) de política en septiembre u octubre, pensando que Batasuna iba a estar legalizada en poco tiempo».


http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100312/politica/eguiguren-cree-pacto-loyola-20100312.html

domingo, 7 de marzo de 2010

Una hipótesis

07.03.10

JAVIER ZARZALEJOS |

El Correo



No basta cualquier final para el terrorismo. El final de ETA no puede escribirse admitiendo como virtud lo que no es más que la necesidad de los que han fracasado en su fanática apuesta por la violencia

Supongamos que fuera cierto. Supongamos que, de verdad, la denominada 'izquierda abertzale' tan gustosamente sometida a ETA, cooperadora en sus crímenes, dinamitera de las instituciones democráticas, beneficiaria durante tantos años del terror sembrado por sus amos, oficiante de los más sórdidos rituales de enaltecimiento de los asesinos, supongamos, digo, que esa denominada 'izquierda abertzale' ve la luz, y se convierte en una organización que no sólo reconoce que en la política únicamente se puede actuar por medios pacíficos sino que, además, asume que los fines que se proponga han de ser compatibles con un orden democrático de libertades. Por si fuera poco, supongamos que nos lo dicen y nos lo creemos porque condenan la violencia de ETA sin más, y las fuerzas de seguridad, los fiscales y los jueces comprueban que la sumisión orgánica a ETA se ha roto. Supongamos, en fin, que esa hipótesis de cumplimiento tan improbable se llega a producir. Y entonces, ¿qué?

Pues entonces, nada. Es decir, entonces -como ahora- la ley, el Estado de Derecho, las reglas del juego. Conviene recordarlo cuando de nuevo se empiezan a alimentar expectativas de una supuesta evolución de la antigua Batasuna, en la idea de que esta vez sí, esta vez el brazo político de la banda está decidido a amputarse del cuerpo terrorista. Y es entonces cuando desde el otro lado, el de los buenos, vuelven a salir voces que convocan a 'trabajar por la paz' planteando la necesidad de poner en marcha no se sabe bien qué iniciativas políticas. Algunos podrían pensar que habría que retomar la negociación política con ETA-Batasuna allí donde se dejó. Al fin y al cabo, aquella negociación partía de la premisa -falsa- de que la 'izquierda abertzale' actuaba desde una posición autónoma respecto de ETA. Retomar la negociación sería un disparate, no hay duda, pero entraría en esa lógica que se quiso dar al 'proceso de paz' porque, si seguimos esta hipótesis, ahora sí podría asegurarse esa autonomía.

Otra iniciativa imaginable sería la revisión del Estatuto de modo que una negociación formalmente inobjetable fuera creando el clima de efervescencia soberanista para el adecuado aterrizaje de la Batasuna presuntamente reconvertida. Y cabe pensar en una combinación de las dos opciones anteriores: una respetable negociación estatutaria poniendo sobre la mesa contenidos recuperados del fallido 'proceso de paz'.

El caso es que hay muchos que, primero, se creen las tortuosas elaboraciones abertzales y, después, insisten en que hay que prepararles un gran recibimiento en forma de nuevos procesos políticos concebidos a la medida de los que se suponen recuperados para la democracia.

Nada de esto tiene sentido. Lo que pueda estar ocurriendo en la 'izquierda abertzale' no es una reconversión sino en todo caso un intento de evitar la derrota final. No hay detrás de esta inmerecidamente llamada 'reflexión' ninguna asunción de los principios y valores democráticos sino el efecto de la Ley de Partidos, que les coloca ante un escenario terminal como el de verse expulsados definitivamente de la instituciones. De la misma manera, la debilidad de ETA, su derrota, es consecuencia de la acción del Estado de Derecho y no del inexistente trabajo de los que ahora quieren hacerse pasar por valientes opositores internos a la banda terrorista.

No basta cualquier final para el terrorismo. Y el final del terrorismo de ETA no puede escribirse admitiendo como virtud lo que no es más que la necesidad de los que han fracasado en su fanática apuesta por la violencia. Ese final no puede contener relatos legitimadores de quienes no son ni han sido patriotas, idealistas, antifranquistas o equivocados, sino terroristas conjurados para la destrucción de la democracia en España mediante la destrucción de la libertad en el País Vasco. Un final que no puede tener como resultado la invisibilidad de las víctimas y de su sufrimiento, ni la renuncia de éstas a su reparación.

Parecería innecesario recordarlo pero andémonos con cuidado con ETA y también con Batasuna. Dejémonos de hablar tanto de los principios del senador Mitchell y hablemos más de los principios que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha afirmado en relación con las marcas políticas de ETA. No demos demasiadas vueltas a eso del 'proceso democrático' que tanto se reitera en los documentos abertzales y recordemos más la importancia de las instituciones verdaderamente democráticas establecidas y mantenidas a pesar de ETA. Sigamos trabajando para que sean las víctimas las que estén cómodas entre nosotras, no sus victimarios. No hagamos de la ley la enemiga de la generosidad para precipitar un perdón que los terroristas no han pedido.

Volvemos al principio: ¿Y si todo lo que se dice que está ocurriendo en la Batasuna extinta fuera verdad, entonces qué? Pues que son de aplicación las mismas leyes que a cualquier ciudadano, ya se dedique a la política o a la ebanistería. Y esas leyes no incluyen ni exenciones ni primas, ventajas, expresiones de admiración o posiciones de privilegio por dejar de enaltecer el terror, por cesar en la justificación de sus crímenes, por exhibir a sus amos pistoleros para extender el miedo entre los ciudadanos honrados. Seguro que hay delincuentes cumpliendo condena que tienen sinceras convicciones democráticas y no por ello se les pone a negociar la reforma del Código Penal.


http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100307/opinion/hipotesis-20100307.html