sábado, 30 de mayo de 2009

Los resistentes

Los resistentes

30.05.09

FERNANDO SAVATER

El Correo



Quede claro: soy partidario del 'de mortuis nil nisi bene', o sea que no creo que sean los funerales y fechas próximas los momentos más apropiados para ajustar ningún tipo de cuentas. Por tanto comprendo bien las necrológicas hagiográficas y los elogios póstumos: es más, simpatizo con ellos en casi todos los casos. Bastante tiene el muerto con morirse para encima tener que aguantar críticas y pullas... Lo malo es cuando se ensalza al fallecido por la más discutible de sus virtudes o el más dudoso de sus aciertos. Aún peor, cuando el encomio que se le tributa encierra agravio comparativo para otros, muertos o vivos. En tales casos se me plantean, francamente, algunos problemas de conciencia, por aquello de quien calla, otorga.

Veamos por ejemplo el caso del recientemente desaparecido Mario Benedetti. A diferencia de otros, no tengo nada que objetar a sus méritos literarios: como no me ha sido dado leerle, acepto que existieran y que fuesen notables. La cursilería parvularia de algunos de los lamentos fúnebres oficiales o espontáneos que se le han tributado no me desaniman en este criterio, porque nadie es culpable de sus admiradores. Si hay testimonios explícitos de que sus cuentos y versos ayudaron a vivir a más de uno, bendito sea por ello.

Tampoco tengo motivos para refutar a quienes dicen que fue una persona muy humana (la mayoría lo somos, a falta de mejores opciones) y entrañable. Benedetti vivió hasta una edad muy avanzada y uno de los consuelos de la vejez es que con ella casi todo el mundo acaba por volverse 'entrañable'. Yo mismo estoy a punto de llegar a serlo o al menos eso me parece, en mis momentos de desánimo. El afecto que sentimos por los demás no suele tener fundamentos exclusivamente ideológicos. Uno de mis mayores a los que más he querido humanamente, además de admirado como escritor, fue E. M. Cioran quien en su juventud escribió a favor de Hitler y simpatizó con los fascistas rumanos. Le tuve mucho cariño aunque no por aquellos desvaríos, claro, sino a pesar de ellos.

De modo que nada tengo que objetar a los tributos literarios y personales que se han hecho a la figura de Mario Benedetti. Pero en cambio me sublevan los elogios a su actitud política, que deberían ser -por decirlo suavemente- muy matizados, y sobre todo un calificativo que he visto repetido en varias necrológicas: el de poeta 'resistente'. Por ahí ya me cuesta bastante pasar, sobre todo porque veo todos los días olvidados o hasta calumniados a otros 'resistentes' de signo opuesto que merecen ese título por lo menos tanto y a mi juicio aún más que el propio Benedetti.

Sin duda, el escritor fue militante contra la dictatorial junta militar de Uruguay y padeció persecución y exilio por ello. Pero por el contrario apoyó con entusiasmo a la mucha más longeva dictadura de Cuba, tomó posición contra Heberto Padilla en el inicuo proceso inquisiorial contra éste (que abrió los ojos a muchos intelectuales sobre la catadura del régimen de Castro), tildó de 'homosexuales' a los disidentes de la isla -por lo visto ser homosexual le parecía un delito punible, como a las autoridades cubanas- y no perdió ocasión de ensalzar y apoyar al régimen soviético hasta el último día. Cuando a finales de los años ochenta del pasado siglo celebramos en Valencia un Congreso de Escritores por la Libertad, conmemorando el que medio siglo antes tuvo lugar en la misma ciudad durante la Guerra Civil, lo denunció como una maniobra de la CIA porque en él se dio la palabra a disidentes de las felizmente moribundas dictaduras comunistas que contaron lo que habían padecido en ellas... sufrimientos y abusos que él, también víctima de una dictadura, hubiera debido comprender mejor que nadie.

No digo que Mario Benedetti no fuera un 'resistente': pero fue un resistente... selectivo. Y me parece preocupante que algunos esgriman su nombre como emblema de resistencia, mientras que los de un Czeslaw Milosz, Soljenitszin, Jan Patocka o los disidentes cubanos, algunos aún encarcelados por delitos de opinión -que resistieron a las dictaduras de las que fue apologeta y cómplice Benedetti- son mirados con recelo o permanecen en el olvido. A veces parece que cierta izquierda se porta con sus intelectuales como muchos jerarcas de la Iglesia católica con los curas pederastas: encubriendo o minimizando sus fechorías. Nada que objetar a quienes resistieron contra la imposición violenta del terror para doblegar a los ciudadanos -en Euskadi hemos conocido ese amargo sabor y nos solidarizamos con ellos- pero siempre que esa resistencia no sea coartada para justificar otras tiranías y para negar o minimizar las atrocidades que hoy ya son de dominio público.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20090530/opinion/resistentes-20090530.html

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