domingo, 28 de septiembre de 2008

Aplausos

Aplausos


JON JUARISTI

Domingo, 28-09-08

ABC


PERSONALMENTE, no me hace ni pizca de gracia que mi destino esté en mala parte determinado por la pandilla que, el martes pasado, aplaudió, en la Asamblea General de la ONU, la soflama antisemita del presidente de la República Islámica de Irán, Mahmoud Ahmedineyah. Hace tiempo que las Naciones Unidas huelen a podrido y me temo que, antes temprano que tarde, habrá que plantearse que lo que de verdad nos hace falta es una Organización de Naciones Democráticas bien sostenida por una alianza militar armada de misiles hasta los dientes, porque, de lo contrario, adiós la primavera. El jueves, oí a don Santiago Carrillo felicitarse por el nuevo rumbo que habría tomado la ONU, esta semana, sacudiéndose de encima la hegemonía de los Estados Unidos y de sus aliados. Si esa alegría de Carrillo se debe, como sospecho, al efecto del discurso de Ahmedineyah, hay que empezar a preocuparse, aunque también es cierto que, en su día, le encantó también a don Santiago aquella intervención del Che ante la Asamblea General de la ONU, en la que el famoso guerrillero dijo lo de «hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando», anunciando así el programa de festejos de la Revolución Cubana para los años siguientes. O sea, que lo del nuevo rumbo de las Naciones Unidas no es tan nuevo, y que ya hace medio siglo que unos cuantos países se pasan la carta fundacional por salva sea la parte. Y no me refiero a los Estados Unidos, por si hubiera dudas.

Habrá quien recuerde que la ONU, al aprobar la partición de Palestina, tuvo un papel determinante, hace sesenta años, en el surgimiento del Estado de Israel. Es cierto, efectivamente. Como ahora es cierto que la Asamblea General aplaude la condena retrospectiva por Ahmedineyah de aquella decisión mayoritaria que tomaron los países miembros en 1948. Y no lo hace sólo por antisemitismo (que también), sino, fundamentalmente, por antiamericanismo. La ONU se nos ha convertido en un conglomerado antioccidental, cuyo resentimiento aprovecha la judeofobia islamista -o yihadista, según traduce con rigor Pierre André Taguieff en su más reciente ensayo- como la caja de resonancia más eficaz para globalizar su paranoia.

Ahmedineyah, en apenas cinco minutos, ha establecido el canon de dicha judeofobia: el más grave problema mundial, según el presidente iraní, es el sionismo, que no se reduce a la existencia del Estado de Israel, sino a la presencia, en los países occidentales, de influyentes minorías sionistas que determinan la política internacional de sus respectivos Estados. Apunta, como ya lo hiciera Hitler, al conjunto de los judíos. No es algo insólito en la estrategia del islamismo iraní, que sostiene el terrorismo de Hizbolá y que, desde 1979, ha promovido atentados antisemitas donde le ha sido posible hacerlo, en Israel o en Argentina, porque, para el islamismo, todos los judíos del mundo son culpables y deben ser exterminados. Lo nuevo es que la ONU aplauda.

Y aplaude, porque el yihadismo ha conseguido atraer a su esfera de influencia al antiamericanismo y al antisionismo, rasgos comunes a la izquierda europea, a los populismos latinoamericanos de los Chávez y Morales, a los regímenes autoritarios del área ex soviética y a una alarmante cantidad de satrapías nacionalistas y tribales con representación injustificable en la Asamblea General de la ONU. El júbilo de Carrillo iba por ahí, y no es atribuible a chochez. Esta misma semana, en la edición andaluza de un diario de gran tirada (y no digo más), una gloria literaria, catedrático de universidad, condicionaba su apoyo a los colegas hebraístas, que protestan ante la inminente desaparición de su especialidad en los planes de estudio, a que éstos condenen públicamente al Estado de Israel, lo que es del mismo género estúpido y antisemita que la negativa del BNG a reconocer el Holocausto, pero va un paso por delante, al incluir en el objeto de la judeofobia a los profesores de lengua y literatura hebrea. En fin, que la paranoia crece, pierde la vergüenza y se hace aplauso ruidoso a cuarenta manzanas de la Zona Cero.

http://www.abc.es/20080928/opinion-firmas/aplausos-20080928.html

China ¿La mayor superpotencia?

CHINA, ¿LA MAYOR SUPERPOTENCIA?

Su crecimiento económico es espectacular, pero ha de afrontar grandes retos

28.09.2008

CÉSAR COCA

El Correo



Dice un viejo proverbio chino: «Nada en el mundo es difícil para el que se propone hacerlo». China se ha propuesto convertirse en un gigante económico y la transformación que ha sufrido en los treinta años transcurridos desde que Deng Xiaoping abrió las puertas a una reforma del modelo no tiene parangón. En aquel momento, su rígida economía planificada estaba dominada por una burocracia asfixiante y cualquier cosa que sonara a capitalismo era un anatema. Hoy tiene el segundo sistema bursátil más importante del mundo, es el país con mayores reservas de oro y divisas, encabeza la clasificación de crecimiento del PIB con tasas anuales en torno al 10% a lo largo de tres décadas y lidera la captación de capital extranjero. Sus espectaculares indicadores macroeconómicos ocultan, no obstante, una renta per cápita muy baja, un sistema sanitario calamitoso, un destrozo masivo del medio ambiente, una notable falta de respeto por los derechos humanos, una influencia menor en el ámbito diplomático y un sistema político que no sabe muy bien hacia dónde ir. Occidente mira con recelo a China y alberga una sensación contradictoria: por una parte, ve la oportunidad de un descomunal mercado de más de 1.300 millones de consumidores potenciales; por otra, teme que, como dijo Napoleón, «cuando aquel país despierte el mundo tiemble». ¿Puede ser China la mayor superpotencia mundial a medio plazo, descabalgando a EE UU de la hegemonía de la que ha disfrutado durante casi un siglo? No hay una respuesta clara, pero los especialistas tienden a pensar que no. No, a menos que EE UU se sumerja en una crisis de grandes dimensiones.

CRECIMIENTO

Una locomotora a todo vapor

China es hoy la cuarta potencia mundial en términos de PIB pero asciende a la segunda posición, tras EE UU, si se corrige ese indicador según el poder adquisitivo real. Un logro conseguido en treinta años. Un milagro económico que, salvando las distancias, puede compararse al que obró la transformación de Alemania llevándola de la ruina a la cabeza de Europa en un período de tiempo similar. Sólo que China no contó con tanta ayuda para salir adelante. Más bien lo contrario. Cuando en 1978 Deng Xiaoping anunció una serie de transformaciones encaminadas a cambiar la faz del país, en el resto del mundo reinó la incredulidad primero y el recelo más tarde.

¿Podía convertirse un estado comunista en un gigante económico? La experiencia de la URSS decía claramente que no. Y la evolución de los primeros años no fue demasiado alentadora: la economía crecía, sí, pero el proceso de modernización acelerada había terminado con el igualitarismo obligado para sustituirlo por una desigualdad insoportable. Como dice Rafael Pampillón, profesor de Economía y Análisis de Países de IE Business School, tras los sucesos de la plaza de Tiananmen había una protesta por la situación de los derechos humanos, pero sobre todo un enorme descontento por el paro en un país que hasta entonces no sabía qué era eso y por las diferencias de renta, demasiado llamativas para quienes estaban acostumbrados a la absoluta homogeneidad. Por eso cuando meses después cae el telón de acero, los antiguos estados socialistas del Este europeo ni siquieran toman en consideración el modelo chino. De ninguna forma parecía un ejemplo.

El paso de los años demostró que había un error de apreciación, según apunta Pampillón. El sector público se mantuvo en lo fundamental, evitando así la aparición de mafias y la creación de una enorme bolsa de parados o subempleados que podría haber hecho inviables nuevas transformaciones. La agricultura, que sólo genera el 11% del PIB, sigue dando trabajo a más del 40% de la población, pese a que desde finales de los setenta unos 150 millones de campesinos han emigrado a las zonas industriales.

Aún hoy, según un cálculo que recoge el catedrático de Estructura Económica Ramón Tamames, autor de 'El siglo de China', se estima que la aplicación de técnicas modernas al cultivo permitiría reducir el número de trabajadores agrarios hasta los 50 millones. Eso supondría la 'expulsión' hacia las zonas más desarrolladas de 450 millones de personas, (entre trabajadores y sus familias) un movimiento migratorio que resulta inimaginable. Para frenar en lo posible esa huida hacia los grandes centros económicos del sureste del país, las autoridades han ido creando en el interior pequeñas industrias muy intensivas en mano de obra, dedicadas a sectores como el textil y el juguete, que se han abierto paso con facilidad en Occidente dados los precios de derribo de sus productos.

Unas industrias que se han ido consolidando gracias a la propiedad privada. En el año 2002, el Partido Comunista Chino admitió la importancia de las empresas y los empresarios en el desarrollo del país. Dos años más tarde, la nueva Constitución garantizaba el derecho a la propiedad privada, aunque no se reglamentó hasta 2007.

Con ese entramado, se han desarrollado dos sistemas económicos que parecen vivir en mundos diferentes. Por una parte, se mantiene casi intacto un enorme sector público que se centra en las actividades más atrasadas tecnológicamente, está dirigido de forma burocratizada e ineficaz y tiene enormes pérdidas que el Estado debe asumir. Por otra, hay una economía con rasgos marcadamente capitalistas (hay quien habla de «capitalismo salvaje»), dirigida por dinámicos hombres de negocios a menudo formados en Occidente, que comienzan a ser influyentes líderes del Partido Comunista.

Su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001 dejó muy claro que China quería tener un papel relevante en la globalización. Y son estas empresas capitalistas, instaladas en su mayor parte en la costa del Pacífico o cerca de ella, las que impulsan su presencia creciente en el comercio internacional. Son también las que han recibido una ingente cantidad de capital extranjero (más de dos billones de dólares desde 1978) que ha llegado tras laboriosas negociaciones, atraído por las grandes posibilidades de negocio, la mano de obra barata y la seguridad jurídica que no encuentran en otros países. Como dice Pampillón, en China los inversores nunca se han visto sorprendidos por expropiaciones o impuestos especiales sobre beneficios, en clara referencia a Venezuela y Argentina, por citar sólo dos ejemplos.

¿Le afectará la crisis que hoy sacude los mercados financieros internacionales? Los expertos creen que no. «Ya no tienen tanta necesidad de capital extranjero. De hecho,el Gobierno de Pekín está echando una mano a EE UU, porque es uno de los principales financiadores de su deuda externa y si retirara sus bonos sería una catástrofe», sostiene Tamames. Tampoco se trata de un ejercicio de altruismo: «Buena parte de sus reservas están en dólares, de manera que no le interesa una economía estadounidense tocada».

HORIZONTE ECONÓMICO

Los desajustes que harán de freno

Un trabajador industrial alemán cobra por una jornada laboral 32 veces más que un colega chino con similar empleo. Eso produce una ventaja competitiva clara, pero que no puede durar de forma indefinida. Sus costes laborales ya han empezado a subir y aunque es impensable que se equiparen a los europeos a medio plazo, los especialistas advierten de que van a crecer a un ritmo alto porque los trabajadores reclaman un nivel de vida mayor. Y lo harán con más fuerza en el futuro porque, como cuenta Tamames, los patrones de consumo de los jóvenes son idénticos a los que se encuentran en Occidente: 'iPod', zapatillas 'adidas', móviles de última generación, ordenadores portátiles, 'play-station', etc. Cosas que cuestan mucho dinero.

A los crecientes costes laborales se suman unos costes energéticos y medioambientales que también amenazan con frenar el desarrollo: hoy China es el segundo consumidor mundial de petróleo y el segundo emisor de gases de efecto invernadero. Muy probablemente cuando termine este año se haya colocado ya en el primer lugar de la lista negra de contaminadores. La subida del crudo es un lastre muy pesado, pero menor que el que supone hacer frente a los destrozos medioambientales cometidos durante décadas. La imagen de la ciudad de Pekín cubierta casi de continuo por la polución que se pudo contemplar durante los Juegos Olímpicos es un indicador perfecto del problema.

La contaminación se traduce también en un elevado gasto sanitario, hoy inasumible por un país con un sistema de salud tercermundista. Tercermundista, con escasos controles, como se ha comprobado en el escándalo de la leche infantil contaminada, y muy desigual, porque poco tiene que ver la atención recibida por un paciente en cualquiera de los nuevos hospitales de los grandes centros de población con la que se presta a un campesino del interior. Ahí, en la desigualdad, está otro de los frenos que tarde o temprano pueden parar el crecimiento de China. Si algo temen allí es la inestabilidad, como apunta Xulio Ríos, director del Observatorio Político de China de Casa Asia. Y esa desigualdad es, precisamente, un gran factor de inestabilidad que empieza a ser destacado por algunos analistas. Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, se pregunta, al hilo de esos análisis, si la revolución que Marx y Engels vaticinaron en Alemania e Inglaterra, por las penosas condiciones de los trabajadores, no puede terminar por plasmarse siglo y medio después al otro lado del planeta.

POLÍTICA

Cambiar, pero cómo

Durante el XVII Congreso del Partido Comunista Chino, celebrado el año pasado, se habló de democracia. Y no poco. «Los dirigentes tienen asumido que algún tipo de apertura democrática tienen que poner en marcha. La necesita la economía y es precisa para garantizar la estabilidad. El problema es cómo lo van a hacer», plantea Xulio Ríos. La experiencia demuestra que cualquier proceso de modernización económica lleva consigo una cierta democratización. El Partido Comunista Chino, mucho más flexible e innovador que el de la desaparecida URSS, asegura Ríos, ha promovido ya el debate en el ámbito académico y hay grupos de intelectuales que, refugiados en la tranquilidad de los despachos y seminarios de algunas universidades, estudian los fundamentos de la política occidental y analizan con lupa algunos proceso de transición hacia la democracia.

Los primeros cambios se han dado: aprobar la propiedad privada tiene consecuencias mucho más allá del ámbito de la economía; incorporar a los órganos dirigentes del partido a sus empresarios más poderosos contribuirá a estimular las reformas. Pero, como sostiene Ríos, no hay que caer en el error de pensar que una mayor democratización significa que van a asumir en todos sus términos el modelo liberal.

Hay razones que llevan a dudar de que la transición sea como la de los países del Este. Por una parte, porque su sociedad hace un balance positivo de las reformas que hasta ahora ha efectuado el Partido. Por otra, porque el objetivo prioritario es el renacimiento de la Gran China. Eso es más importante que el dilema 'democracia sí, democracia no'. Ese objetivo de la Gran China es lo que mueve muchas de sus estrategias: Macao y Hong Kong ya han sido incorporadas a su soberanía, aunque con estatus especial. El siguiente paso, de dificultad mayor, debería ser Taiwan. Hace dos décadas pensar en la reunificación era un dislate. Hoy ya se ha producido alguna aproximación política (en Taiwan han autorizado el Partido Comunista, proscrito durante décadas), hay convenios de cooperación económica y nadie, ni en el continente ni en la isla, se atrevería a decir que los jóvenes no llegarán a ver una sola China.

Cualquier reforma interna debe tomar en consideración otro factor de mucho peso: el Partido tiene 74 millones de afiliados, verdaderos 'mandarines' que controlan el mercado y la propiedad hasta en la última aldea, asegura Ríos, que lleva 25 años viajando a Oriente con frecuencia. No será fácil despojarlos de su poder, como no lo está siendo luchar contra la corrupción que se da en todos los niveles de la Administración.

¿Puede un país convertirse en una superpotencia no siendo una democracia? La historia reciente respondería que sí. La URSS lo fue. Pero lo fue no sobre la base de su capacidad económica sino de su poderío militar.

EJÉRCITO

Muchos soldados, capacidad limitada

Su ejército es el mayor del mundo, con 2,5 millones de soldados, aunque llegó a alcanzar los 7 millones. Y cuenta con armamento nuclear. Ahora bien, el gasto de China en defensa es proporcionalmente muy bajo: unos 60.000 millones de dólares anuales, similar al del Reino Unido, pero casi diez veces menor al de EE UU. «China no es aún una superpotencia militar y le falta mucho para serlo. Además, no tiene capacidad de proyección militar más allá de su entorno inmediato», asegura Pablo Bustelo, investigador principal (Asia-Pacífico) del Real Instituto Elcano. La modernización de su Marina, que consume la mayor parte de los recursos destinados a nuevo material, está dirigida sobre todo a proteger sus suministros de energía. Por ello, no debe extrañar que Japón o la India, con presupuestos de Defensa menores, tengan un armamento bastante más sofisticado.

Esa estrategia de perfil bajo en lo militar es coherente con el mensaje que sus líderes quieren difundir: el de que su crecimiento económico no supone una amenaza para nadie. En 2005, con motivo de la asamblea de la ONU en la que se conmemoraba su 60 aniversario, el presidente Hu Jintao recalcó en su discurso que el despegue de su país no significa de ninguna manera peligro de guerra. Bustelo explica que los dirigentes chinos están convencidos de que su influencia en el mundo puede crecer a tono con su peso económico sin necesidad de «tener presencia estable en otros países».

DIPLOMACIA

Estrategia defensiva

China es miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y por tanto tiene derecho de veto. Pero su posición en el seno de ese organismo «es siempre defensiva, como se comprueba analizando sus intervenciones», aclara Francisco Aldecoa, catedrático de Relaciones Internacionales y decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense. Eso no significa que no pretenda tener un peso creciente en la diplomacia mundial, sino que «no tiene interés en ser el guardián del mundo».

De todos modos, aún deberá pasar mucho tiempo antes de que su influencia sea comparable a su poderío económico. A juicio de Aldecoa, tiene un papel mucho más relevante que hace una década, pero su capacidad de liderar a otros países es bastante limitada. La razón está en que si bien mantiene una posición alejada de EE UU y Rusia, eso por sí mismo no basta para poder liderar movimientos internacionales. Algo que sí puede hacer la India, «porque es una democracia», especifica Aldecoa.

Con todo, no se debe despreciar su esfuerzo diplomático. En África ha multiplicado en pocos años el número de sus embajadas, y también está tratando de mejorar su presencia en Latinoamérica. Son las regiones del mundo en las que desea establecer lazos comerciales. O porque son proveedores de materias primas que necesita de forma imperiosa o porque son mercados de destino de sus productos. Sólo eso. En las zonas más conflictivas, China tiende a no estar. O si está es en calidad de fuerza pacificadora bajo el paraguas de la ONU.

A tono con su obsesión por no dar en ningún momento la impresión de potencia beligerante, también ha comenzado a ejercer de árbitro en algunas disputas. Su mediación en el conflicto de hace unos meses entre EE UU y Corea del Norte fue decisiva para solucionar la crisis. «Quiere mantener relativamente estable el sistema internacional y usará su influencia para evitar conflictos en su entorno geográfico inmediato», explica Bustelo. De nuevo, hay una razón económica detrás de todo ello. Su modernización requiere de la mayor estabilidad posible, dentro de sus fronteras y junto a las mismas. Por eso, a China no le preocupa demasiado Afganistán, pero tiene mucho interés en que no crezca la tensión en el sudeste asiático. Una actitud que debería modificar si quiere ser también un gigante político. «Una superpotencia debe tener algún grado de influencia en todas las áreas, sobre todo en los puntos calientes del planeta», asegura Carlos Taibo.

CULTURA

Amplias carencias

El principal competidor de Brasil en la edición de biblias es... China. Un país oficialmente ateo ha entrado con fuerza en la producción de Sagradas Escrituras. Es un indicio más de que el gigante de Oriente trata de conseguir una posición de privilegio en el ámbito cultural. A lo largo de la historia, las potencias políticas y económicas han sido las dominantes en ese capítulo. Pero a China, aunque produzca muchos millones de biblias al año y pasee por todo el mundo a sus mejores artistas plásticos como si fueran estrellas de rock, le falta mucho para dominar el mercado cultural como lo hace EE UU. Muchísimo.

La punta de lanza fue el cine. Desde hace un cuarto de siglo, el mejor celuloide chino enamora a críticos y jurados de los festivales internacionales. El público es más reacio. Pero ahora el verdadero fenómeno cultural en Occidente son sus artistas plásticos. «Hace veinte años, la presencia de chinos en las bienales era simbólica. Uno o dos en cada una y se acabó. Ahora hay 15 ó 20», cuenta Carlos Urroz, gestor cultural y especialista en arte contemporáneo. En España ha habido cinco exposiciones de artistas chinos de ahora mismo en los últimos tres años, de manera que «ya no sólo los conoce una élite cultural. Estamos asistiendo a un verdadero 'boom' de la plástica de aquel país», añade Urroz.

El 'boom' ha ido acompañado de una subida espectacular de los precios. Tanto es así que los artistas chinos de éxito son millonarios y tienen estudios mucho mayores que cualquier pintor o escultor europeo de renombre. Destacan además por su afán consumista: ganan mucho dinero y lo gastan con facilidad. Como apunta Urroz, lo primero que hace un pintor chino cuando llega a Occidente para una exposición es irse a una tienda de Armani y comprarse un vestuario completo.

No todos los artistas de aquel país pueden hacer lo mismo. La literatura sigue sin penetrar apenas en Occidente y su único Nobel -Gao Xingjian, exiliado en París y más conocido como pintor hasta que la Academia sueca lo metió en su nómina- es un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de los lectores.

Más proyección están teniendo sus músicos. No ya los jóvenes de origen oriental pero nacidos y formados en EE UU, sino quienes han salido de China directamente al circuito discográfico y de conciertos. La explicación puede estar en las cifras. Como dice el intérprete bilbaíno Joaquín Achúcarro, un país en el que 20 millones de jóvenes reciben clases de piano tiene que dar en el futuro necesariamente buenos instrumentistas. Los frutos ya se están viendo. Sin haber cumplido los 30, Lang Lang y Yundi Li se han asentado con fuerza en el privativo mundo de la música clásica, hasta ahora coto cerrado de los occidentales, y ya están entre quienes más discos venden en todo el planeta. La generación posterior, la de quienes están en torno a los 20, viene pegando fuerte. En el Concurso internacional de Santander, celebrado el pasado verano, los dos primeros puestos se los llevaron intérpretes chinos. El tercero, un japonés. El monopolio occidental se ha terminado. Puede suceder también en otros ámbitos de la cultura, porque como dice Urroz no hay duda de que «si China se convierte en la superpotencia su producción cultural invadirá nuestros mercados. Y no serán sólo la plástica o la música. También la literatura, el cine y la televisión». Se encontrará con dificultades por la diferencia de culturas, y deberá resolver también el problema de la propiedad intelectual, reconocida recientemente pero sin la menor aplicación práctica. Un ejemplo: casi el 95% de los DVDs que se venden allí son piratas. Resultan más baratos y además no están censurados.

EL FUTURO

Demasiados retos

¿Será efectivamente China la mayor superpotencia en un horizonte de tiempo razonable? Los pronósticos no son tajantes porque, como dice Aldecoa, los precedentes en la materia son penosos. Nadie fue capaz de prever hace veinte años que el bloque comunista se disolvería como un azucarillo en un vaso de agua.

Pero, con todas las prevenciones hacia los vaticinios, hay muchas dudas de que llegue a adelantar a EE UU. Si lo hace, como sostiene Carlos Taibo, podría serlo más por una crisis profunda de EE UU que por su propio impulso. Si esa quiebra no se da, parece que China tiene ante sí demasiados retos como para resolverlos todos a medio plazo y auparse a lo más alto del podio. La economía, que ha impulsado al país hasta ahora, no podrá seguir creciendo al mismo ritmo mucho tiempo más. Los dirigentes de Pekín deberán buscar entonces otros motores para elevar al país. O adaptarse a una nueva situación, no tan pujante. Ya lo recomienda otro de sus proverbios tradicionales: «Acomoda el apetito a la comida y haz el traje según la talla».


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20080928/sociedad/crecimiento-economico-espectacular-pero-20080928.html

sábado, 27 de septiembre de 2008

Termina el World Economic Forum: el ejemplo de China para Europa

Termina el World Economic Forum: el ejemplo de China para Europa

JESÚS ENCINAR 27/09/2008

El País


"Estamos ante la peor crisis financiera desde el crack del 29 y la gran depresión". Así de radical hablaba en el salón plenario del Foro Económico Mundial William R. Rhodes, el mandamás de Citibank, uno de los 10 mayores bancos del mundo a la misma hora en que comenzaba el debate Obama/McCain en el otro extremo del globo. El presidente de la mayor televisión de India, Prannoy Roy, le respondía "Eso es una exageración. En los últimos 20 años la bolsa de los países emergentes ha caído en 10 ocasiones más de un 25%. Al cabo de un año había vuelto a subir a los niveles anteriores. ¿Estamos realmente ante una crisis de larga duración o veremos estos días dentro de un año como la mayor oportunidad de inversión de la década?".

Los alemanes tienen una palabra para describir la sensación de alegría ante el infortunio ajeno: Schadenfreude. Los dirigentes y reguladores asiáticos, después de décadas oyendo críticas desde Washington pidiendo menor regulación de los mercados financieros asiáticos ahora parecen sentir un cierto Schadenfreude ante la situación en EE.UU. Los bancos asiáticos, los más intervenidos y regulados del mundo, son los que menos han sufrido la crisis por ahora. El Fondo Monetario Internacional, tan atento a cualquier problema financiero en los países en desarrollo y constantemente dando consejos a cualquiera por encima del hombro, ha tenido un descuido garrafal en esta crisis. La arrogancia intelectual del FMI le impidió ver que el mayor peligro para el sistema financiero internacional no venía de Asia ni Latinoamérica. El problema se estaba cocinando en EE.UU. nada menos, debajo de sus narices.

Para América y Europa la crisis es evidente. Empezó el verano pasado con el desastre de las hipotecas subprime, de ahí pasó a la desconfianza en los bancos y la caída de los mercados financieros. Ahora está llegando a la economía real con rápidos incrementos del paro y un desplome en las ventas de consumo, automóviles, casas, etc. Pero para los países emergentes esta crisis parece sólo un bache en el camino. En China preocupa mucho más la subida del precio de los alimentos o el trágico terremoto de Sichuan que los problemas de la banca americana. La crisis se ve con distintos ojos en distintas partes del mundo.

En un momento dado, en el salón plenario del World Economic Forum, ante cientos de líderes políticos y económicos de todo el mundo, se ha planteado si el plan de rescate que el presidente Bush intenta sacar adelante este fin de semana es una buena idea. Votando a mano alzada la mitad de la sala pensaba que sí, principalmente americanos y europeos. El resto de participantes pensaba que es una mala idea. En palabras de Liu Mingkang, el presidente de la comisión que regula la banca en China "El plan de rescate es como fast-food, una solución rápida que parece solucionar un problema pero perjudica tu estómago. Sería mejor una buena y bien pensada cocina lenta, como en Asia".

Personalmente el momento más revelador del World Economic Forum ha sido la intervención del primer ministro chino, Wen Jiabao. Hablando ante una sala a rebosar ha resumido los 30 años de reformas en China como un constante esfuerzo de liberalización y apertura a la globalización. En estos 30 años han conseguido que China pase de suponer menos del 1% del comercio mundial a más del 8%. Me ha dado un escalofrío. Liberalización y Globalización. Justo lo que necesitaría la economía europea para crecer y crear empleo. Justo lo que los votantes europeos parecemos querer evitar a toda costa. Los votantes europeos tenemos miedo a la globalización y la liberalización de los mercados, por eso nuestros políticos no se atreven a hacer ningún cambio sustancial. La presión y el lobby de las empresas nacionales sobre los políticos nacionales hace que el mercado único europeo sea una realidad sólo en parte. Si las empresas europeas compitiésemos para bajar el precio a los consumidores con la intensidad que se compite en China tendríamos mayor crecimiento, más empleo y más exportaciones. En Europa tenemos demasiados intereses creados, demasiados mercados nacionales con cuasimonopolios y demasiadas tarifas e impuestos. No es cuestión de reducir los costes laborales sino de acabar con los privilegios que hacen comodonas a las empresas.

Parece que a los europeos sólo nos interesa ver las noticias negativas de China: los dentífricos contaminados, las fábricas que se van a China, la situación en Tibet, el tema de la leche en polvo tóxica, el plagio de las firmas de lujo, la contaminación, los desastres naturales, la falta de derechos humanos. China tiene sin embargo mucho que enseñarnos. Mientras Europa lleva años con crecimientos raquíticos y aumento del desempleo, China crece con potencia. Sería cómodo pensar que es sólo gracias a los bajos costes laborales pero no es cierto. Algo tienen que enseñarnos. La liberalización y la globalización han permitido a China crecer, sólo en el último año un tamaño equiparable al tamaño total de la economía española. La arrogancia de mirar a China con aires de superioridad no conduce a nada, salvo desempleo y pérdida de poder adquisitivo. Para competir con China hay que aprender lo que hacen bien: liberalización y globalización. El socialismo con rasgos chinos, como la fraseología del partido define su política económica, es el capitalismo al que debería aspirar Europa.

http://www.elpais.com/articulo/economia/Termina/World/Economic/Forum/ejemplo/China/Europa/elpepueco/20080927elpepueco_1/Tes

jueves, 25 de septiembre de 2008

Vámonos para Estrasburgo

Vámonos para Estrasburgo

25.09.2008

FERNANDO SAVATER

El Correo


Ibarretxe me recuerda a mi difunta abuela, que era una santa mujer (como sin duda el lehendakari es un santo varón). Cuando en mi adolescencia impertinente yo discutía con ella de algún tema trascendente, casi siempre relacionado con mi necesidad de fondos para comprar novelas de Tarzán, me admiraba y desesperaba su impermeabilidad a los argumentos racionales, de los cuales yo era entonces (¡y aún ahora!) ingenuamente devoto. Tras haberme escuchado exponer una docena de ellos con mi mejor elocuencia, respondía: «Sí, hijo, pero lo que yo digo...». Y entonces repetía impertérrita lo que había sostenido al comienzo de nuestro debate y que yo creía haber refutado con mis silogismos. No se sentía obligada a demostrar en qué me equivocaba con mis objeciones: se limitaba a reiterar su opinión original y definitiva como si no las hubiera oído.

La estrategia dialéctica de Ibarretxe es practicamente idéntica: él plantea su referéndum, los demás le decimos que no es decente ni viable por esto o por aquello, el TC desautoriza argumentadamente su consulta y él sigue impertérrito con su «sí, hijos míos, pero lo que yo digo...». Incluso va más allá de lo que nunca osó mi difunta abuela y se lamenta de que nadie le da razones contra su proyecto. No sólo no atiende a los argumentos en contra ni parece escucharlos, sino que hasta niega que hayan sido formulados. ¡Ay, me habría encantado verle debatir con mi abuela, habría sido un duelo de titanes!

Dado que ahora parece cundir el desconsuelo por la sentencia del TC y hay quien denuncia con indignación que se trata de un dictamen político (como si el Constitucional estuviese para tomar decisiones agrarias o dirimir concursos literarios) me gustaría modestamente aportar otros dos argumentos a los esgrimidos contundentemente por el alto tribunal. Por descontado, ya sé que vuelvo a discutir con mi abuela y que por tanto no servirán de nada. Pero quizá sean tomados en cuenta al menos por quienes aspiran a formarse su propia opinión de modo menos 'abuelesco' que el lehendakari y su tripartito. No aspiro a la mínima originalidad, porque son dos razonamientos obvios, ni tampoco a reforzar ningún aspecto legal desatendido, porque se trata de motivos de significado estrictamente social y sí, qué le vamos a hacer, político.

El primero de ellos es la falta de libertad en el País Vasco. Es decir, la eficacia de la acción terrorista a lo largo de estos años, secundada por quienes la comprenden, la legitiman o, aun desaprobándola, la rentabilizan. Y por los que se resignan a ella y para que no los maten o para ganar elecciones ponen cara de que han tomado la suficiente dosis de pócima nacionalista como para no convertirse de pronto en españoles... No hablo de cualquier falta de libertad, ésa que todos padecerían por igual: ni mucho menos. La falta de libertad a la que me refiero es la de quienes quisieran precisamente decir 'no' a las pretensiones nacionalistas, no cualquier otra. Y por extensión la de los que defienden institucionalmente ese derecho a decir 'no', como hacen con evidente riesgo y mayoritaria profesionalidad la Ertzaintza y demás cuerpos de seguridad del Estado. Ya sé que también los radicales se quejan de falta de libertad, pero una cosa es que no haya libertad para violar o desafiar las leyes y otra que haya especial peligro en cumplirlas y defenderlas. Algunos nos recuerdan que el voto es secreto, que cada cual puede contestar en el referéndum lo que le dé la gana sin que lo sepan los demás. Pero eso es ignorar cómo funciona la coacción del miedo en una sociedad. Yo he vivido referendos durante la dictadura y la gente votaba lo que mandaba Franco aun detestándole, por si acaso... Igual habrían votado -lo que es aún peor- cualquier alternativa 'light' de futuro dominio propuesta por la propia dictadura.

Gracias al terrorismo y a la pedagogía perversa que de él proviene, aquí la mayoría de la gente aún no ha interiorizado de veras que tiene todo el derecho del mundo para mandar a freír espárragos las pretensiones nacionalistas, vasquistas o como se las llame, sin tener que sentirse culpables, ni menos ciudadanos que los demás y sobre todo sin sentirse amenazados de ninguna manera, ni por los del tiro en la nuca ni por quienes reparten trabajo y subvenciones. Hasta que no se llegue a esa libertad de espíritu política en el País Vasco, cualquier referéndum como el propuesto por Ibarretxe será una muestra de oportunismo y de ventajismo político, matonismo de la peor especie. Como hacer firmar a una viuda la venta de su casa a mitad de precio aprovechando que la muerte de su marido la ha dejado en mala situación económica...

El segundo argumento se refiere a las preguntas del referéndum. Son un monumento a la mala fe política, a la ambigüedad y a la manipulación. La primera es contradictoria: si ETA manifiesta de forma inequívoca su voluntad de poner fin a la violencia para siempre, ¿de qué vamos a dialogar con ella para llegar al final de la violencia? Si la violencia ya ha acabado, no será tema de discusión; si está sólo en suspenso, a la espera de que ETA reciba el precio que exige por dejarla, estaremos donde siempre... ¿A quién se pretende engañar con semejante embeleco? La gente dirá que sí en la papeleta para dar gusto a Ibarretxe, o que no para fastidiarle, pero en ningún caso su respuesta será inteligible a la hora de resolver acciones concretas frente al terrorismo, que es de lo que se trata. A no ser que se trate de otra cosa, de sacar provecho del terrorismo para obtener refuerzo y hegemonía para las tesis nacionalistas.

La segunda pregunta inquiere en torno a un posible acuerdo de partidos sobre el derecho a decidir del pueblo vasco, es decir, un planteamiento que sólo responde al ideario nacionalista. ¿Por qué no se pregunta si estamos dispuestos a asumir un acuerdo democrático del pueblo español, naturalmente vascos incluidos, sobre las competencias políticas fijas de una vez por todas de las autonomías? Pero se da a entender que la citada propuesta nacionalista sería la única compatible con una paz duradera en el País Vasco. Es decir, vuelta al chantaje, aunque eso sí, con mejores modos que antaño.

Por lo que estamos viendo ahora, el entusiasmo por llevar estas reivindicaciones étnicas a Estrasburgo ha decrecido bastante. Es lógico y sensato, porque el Tribunal de Derechos Humanos europeos está pensado para atender reclamaciones de los ciudadanos desprotegidos ante la violencia étnica, como los no nacionalistas en el País Vasco, no para secundar proyectos políticos nacionalistas como los del tripartito vasco. Que vayan, que vayan por allí con sus pretensiones... menudo chasco van a llevarse. O a lo mejor no, pues se trata sólo de hacer el paripé de que suplicamos y nadie nos escucha, la pamema del pueblo oprimido que sólo oprime a otros en defensa propia, para acumular victimismo y seguir engañando a los más crédulos. Aunque yo creo que en esa idea de recurrir a Europa hay algo válido: quizá sea hora de que los colectivos amenazados en el País Vasco pensemos seriamente en darnos un garbeo por Estrasburgo para hacer saber o para hacer recordar al resto de los europeos lo que aquí pasa. Venga, es hora, vámonos para Estrasburgo.



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Crisis, ciclos e historia

TRIBUNA: GABRIEL TORTELLA
Crisis, ciclos e historia

GABRIEL TORTELLA 25/09/2008

El País


Para una persona con unos cuantos años encima y alguna lectura de Historia, la presente crisis tiene algo de monótono, de repetitivo, de déjà vu. Las crisis y los ciclos son, su nombre lo indica, recurrentes: aparecen periódicamente, cada cierto número de años.


Las fluctuaciones económicas se deben a que la gente no aprende del pasado

Hay muchas teorías de por qué la economía crece de manera cíclica y no de manera continua; es decir, por qué, aunque la tendencia sea creciente, se producen altibajos periódicos.

Yo voy a proponer aquí una variante de las que se llaman "teorías psicológicas del ciclo". Yo afirmo que las fluctuaciones económicas se deben a que la gente no sabe Historia; se trata de una variante del conocido aforismo de George Santayana, no por manido menos atinado: "Los que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo".

La mayor parte de los seres humanos se comporta como si el presente fuera a durar indefinidamente: más técnicamente, extrapolan el presente hacia el futuro. Las decisiones económicas se toman como si el futuro fuera a ser una simple continuación del presente, lo cual implica pensar que la economía va a evolucionar de manera continua y no cíclica. Y esto es, precisamente, lo que causa los ciclos: que no se cree que vayan a tener lugar. En economía a menudo las expectativas se cumplen por sí mismas. Pero en otros casos, como en éste, se produce el efecto contrario: las expectativas, a la larga, se tornan contra sí mismas. La razón es sencilla, y la historia está llena de ejemplos: si las acciones suben en Bolsa, los ahorradores suponen que las subidas van a continuar, y compran; las compras hacen subir las cotizaciones, por lo que las expectativas se cumplen y aumentan los ahorradores deseosos de comprar. Las cotizaciones siguen subiendo; pero llega un momento en que los dividendos resultan insignificantes ante el precio de las acciones: los ahorradores dejan de comprar y las cotizaciones caen. Los accionistas suponen que van a seguir cayendo, y venden, lo cual hace que, en efecto, sigan cayendo. Ya tenemos aquí un ciclo económico. Este ejemplo simplificadísimo se puede dar igualmente en el mercado inmobiliario, en el de las materias primas y hasta en el de las flores (es famosa la burbuja de los tulipanes en la Holanda del XVII). El fenómeno se viene dando desde tiempo inmemorial; ya en años bíblicos, el casto José interpretó el sueño de las vacas gordas y las vacas flacas del faraón como una premonición del inminente ciclo económico.

Resulta sorprendente, sin embargo, que personas que, si no la Biblia, sí debieran al menos conocer la historia reciente, se sorprendan ante la llegada de una nueva crisis. Cierto es que éstas cada vez revisten una forma algo diferente de la anterior; pero en esencia el mecanismo es siempre el mismo. Sin embargo, los agentes económicos, incluso los especialistas, incurren una vez tras otra en la ilusión de creer que por fin se ha dado con la fórmula mágica del crecimiento continuo. Así ocurrió hace ocho años con la crisis de las empresas tecnológicas (las famosas puntocom), hace 16 con el Sistema Monetario Europeo (que se pensó que era algo milagroso que garantizaba la estabilidad de las equivalencias monetarias aunque divergieran los niveles de inflación), etcétera.

Pero la gran pregunta es: ¿cuánto va a durar esta crisis? ¿Dice algo la Historia sobre eso? Lo único claro es que puede durar 10 años, como duró la "crisis del petróleo" de mediados de los setenta a mediados de los ochenta, o la "Gran Depresión" de los años treinta, o la crisis japonesa de los noventa. Cierto es que las más recientes que antes cité duraron menos, unos dos o tres años. Pero esta crisis lleva visos de ser duradera a nivel internacional porque existen graves incertidumbres acerca de los precios relativos de productos tan importantes como el petróleo y los alimentos, porque esta larga década precedente de bajos tipos de interés ha estimulado inversiones en sectores cuya viabilidad está ahora en entredicho y porque, tras las recientes catástrofes bolsísticas, llevará mucho tiempo reconstruir un sistema internacional de crédito, hoy en ruinas.

En contra de las afirmaciones optimistas de algunos políticos (cada vez menos), la perspectiva para España no puede ser halagüeña, en gran parte porque, incomprensiblemente, el Gobierno del partido socialista no ha sido consecuente con los diagnósticos que sus más distinguidos economistas habían hecho cuando estaban en la oposición, afirmando que el crecimiento económico basado en la construcción inmobiliaria estaba abocado tarde o temprano a una crisis como la que hoy padecemos. Y, sin embargo, una vez en el poder, muy poco se hizo para prevenir una crisis lúcidamente anunciada: ni frenar el gasto para aumentar el superávit en tiempos de bonanza, ni reformar las estructuras distributivas para mejorar la competitividad y moderar los precios, ni modernizar los centros de enseñanza superior e investigación para librarnos de la dependencia tecnológica y mejorar la productividad. El casto José fue más previsor.

Si queremos una recomendación eficaz para paliar futuras crisis, aquí va una: estudiar más Historia. Tiene mucho que enseñarnos.

Gabriel Tortella es catedrático emérito en la Universidad de Alcalá.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Crisis/ciclos/historia/elpepuopi/20080925elpepiopi_5/Tes

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Vergüenza y miseria de la violencia

Vergüenza y miseria de la violencia

24.09.08

JOSÉ MANUEL BUJANDA ARIZMENDI

El Correo



El PNV asume y manifiesta que la desaparición del terrorismo pasa en primer lugar por el rechazo firme del terrorismo y de la violencia; por la deslegitimación social mediante políticas educativas, culturales y de comunicación; por la acción policial; por la aplicación del Estado de Derecho -eso sí, en toda su extensión- y por vaciar de contenido cualquier aporte social que alimente la violencia en la práctica política. Éticamente el PNV va a estar siempre enfrente de ETA y, políticamente, aunque rechazamos otorgarle el estatus natural en tal sentido, no compartimos ni fines, ni medios con ellos». Íñigo Urkullu, presidente del PNV en los Desayunos de Europa Press. Madrid, 24-04-2008

Muy lamentablemente, en la llamada izquierda abertzale, por denominarla de alguna manera, se da un posicionamiento reiterado, que se repite machaconamente cada vez que sucede un acto de violencia, consistente en la apelación-justificación al 'contexto', al 'contencioso' y al 'problema de fondo' para no condenar. Y cuando todas las demás fuerzas políticas le exigen un posicionamiento nítido y claro, contundente y sin matices, de condena al hecho violento siempre tiran de la misma consigna: 'el contexto', el 'problema de fondo' y el 'contencioso'. Y lo que es peor, no hay visos de que esta frustrante conducta varíe. La cantinela es siempre la misma, 'no vale la pena condenar', 'no sirve y no soluciona nada porque no va a la raíz del conflicto', 'es un acto hipócrita, porque víctimas las hay en los dos bandos', y un largo etcétera.

Es decir, nos encontramos ante un problema objetivo en esta sociedad, nos encontramos ante un colectivo de este pueblo que se limita a justificar, excusar, comprender, explicar o entender la transgresión de los derechos humanos, asesinato incluido de los 'otros', fundado en «exponentes de la crudeza de la confrontación del contencioso político». Dicho de otra manera, hay un colectivo humano en Euskadi que admite en su esquema mental que hoy en la Euskadi y en la Europa del siglo XXI se le quite la vida a una persona por motivos políticos. Pero ese mismo colectivo, y con la misma machacona insistencia, es capaz de exigir, sin mayores apuros ni vergüenzas, la mayor de las exquisiteces en cuanto al respeto de los derechos humanos de los 'suyos'. Todo un desatino ético, miseria humana y vergüenza para la sociedad vasca.

Es como si no quisieran ninguna salida, como si se empeñasen en cegar cualquier resquicio que dejase ver un poco de humanidad. Como si, agotadas todas las expectativas de conseguir réditos políticos, les quedase tan sólo la causa del dolor. Parecería como si no pudieran ser capaces de anidar otro discurso ni otra idea. Como si se hubieran resignado a un 'sin-futuro' político alguno que justificara la sangre vertida y todos estos años de asco y miseria. Es duro verbalizarlo, pero parecería como que buscaran su propio suicidio político y que hubieran asumido y decidido que pase lo que pase jamás condenarán a ETA. ¡Pero cómo se puede asistir indiferente ante el asesinato de una persona! Es un auténtico escándalo que en un país europeo, en una Euskadi parangonable a cualquier sociedad civilizada y moderna se toleren, comprendan y se pueda convivir con esas maneras de entender la convivencia. Lo cierto es que extraña que dicho colectivo no entienda que no se puede alentar un modelo sociocultural, unos valores y unas normas de convivencia donde la eliminación de la vida humana tenga el más mínimo espacio de legitimación. Extraña que no entiendan que no se puede supuestamente liberar un territorio-sociedad provocando en primera derivada un despliegue masivo de guardaespaldas y policías en ese mismo territorio-sociedad. Porque negar en la práctica cotidiana que todas las personas somos iguales nos sigue llevando a la encrucijada, a la brutal y cruel contradicción de arrancar la vida y de arrebatar la conciencia de la persona en nombre de la libertad. Pero sobre todo nos arrastra a la incapacidad de descifrar el enigma de lo que significa negar el ser en un acto de estúpida violencia física sin vuelta atrás, acto no rectificable ni modificable, definitivo, de vergüenza y escalofrío.

Hoy, desde el nacionalismo democrático vasco, tenemos dos retos políticos históricos y una prioridad moral y ética. El reto primero donde los haya es el de conquistar la paz. Y además, el lograr el derecho a decidir y la consecución paulatina de la construcción nacional y social de Euskadi. Pero, sobre todo y ante todo, como prioridad ética y moral total, clave y fundamental, el ser abanderados en la deslegitimación de ETA, del matonismo político y de su mundo de intolerancia. Sin ningún complejo. Es hora de renunciar a descubrir lo que de racional tiene la actuación de una organización terrorista fanática y fuera de la realidad. La violencia es una vergüenza para los vascos, una pesadilla para el progreso de Euskadi y una rémora para su derecho a decidir.

Y como he manifestado más de una vez, mi patria no es la de ellos, mi proyecto de sociedad, mi concepto de la convivencia no es el de ellos. Su fin no es mi fin. Mi Euskadi es la de hombres y mujeres libres. En mi Euskadi nadie mata por pensar diferente. Mi ikurriña nada tiene que ver con el rojo de la sangre vertida por el terrorismo. Porque defender con firmeza el autogobierno para Euskadi, porque defender su reconocimiento y sus derechos como nación y hacerlo condenando y repudiando con absoluta radicalidad la violencia es sencillamente reivindicar solemnemente la transcendencia y el valor de la política, es confiar en la potencialidad de la sociedad vasca, es evocar la inteligencia humana y proclamar la condición ética del ser humano por encima de cualquier ideología o pensamiento político.

El pasado está ya escrito y podemos describirlo, pero ya no podemos cambiarlo. El futuro, en cambio, es el mejor regalo que podemos dar a los que nos sobrevivan. Está por escribir, lo haremos, es nuestra esperanza y nuestro patrimonio intacto. Es cierto que muchas semillas no germinan nunca, pero hay que decir que hay sólo un fruto que nunca se recoge, el de las semillas que no se haya tenido el coraje de plantar. Y con el viento del norte, la lluvia mojando y el olor penetrante a salitre viejo deseo más que nunca que la condición de ser humano se anteponga de una vez por todas en Euskadi a cualquier otra consideración. Yo también creo que hay momentos en la Historia en que los movimientos políticos tienen que establecer sus prioridades. Desde este punto de vista, hoy, en esta coyuntura histórica, la principal tarea del nacionalismo vasco democrático-institucional es la deslegitimación política y social de ETA y su movimiento totalitario. Nuestra herencia es la del compromiso de las generaciones que nos precedieron por la libertad. Amar a Euskadi significa hoy extirpar definitivamente de nuestras entrañas el cáncer del terrorismo que anula cualquier iniciativa legítima de avanzar en la construcción de nuestro futuro. Amar Euskadi es estar dispuestos a liderar sin complejos esta tarea. Quiero demasiado a Euskadi para estar mirando a otro lado.

El primer lehendakari de Euskadi, José Antonio Agirre, también suscribiría este compromiso, un inequívoco compromiso de lealtad del nacionalismo democrático vasco hasta vencer al fascismo, tal y como lo hizo solemnemente en el Congreso de los Diputados en Madrid en pleno 1936. Es hora todavía, porque siempre lo será, y porque la paz también debe ser posible en Euskadi. Termino con una reflexión a leer en 'El Príncipe' de Maquiavelo: «Nunca debe dejarse empeorar un mal por evitar una guerra».

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20080924/opinion/verguenza-miseria-violencia-20080924.html