jueves, 18 de diciembre de 2008

El teatro imprescindible

18.12.08

J. M. RUIZ SOROA

El Correo



L eo que en el Parlamento vasco se va a aceptar el voto por delegación de aquellos parlamentarios que causen baja por procreación. Sorprende relativamente que no se haya sentido esta necesidad anteriormente, cuando sucedía que un parlamentario causaba baja por enfermedad o ausencia obligada. Debe de ser el tributo que se paga al peso de la nueva sensibilidad femenina en la determinación de lo políticamente correcto: la procreación tiene derechos que la vulgar enfermedad no posee.

En cualquier caso, lo interesante para el observador no es la excepción que ahora se admite, sino el hecho de que se mantenga incuestionada la regla general, es decir, la de que el voto de los parlamentarios no es delegable. Porque ¿tiene algún sentido práctico real mantener esta regla en la época actual, en la que los parlamentarios votan rígidamente según el partido al que pertenecen? ¿No sería más sencillo y claro establecer que fueran los partidos políticos los que votasen directamente las propuestas en el Parlamento, salvo que algún parlamentario manifestase que deseaba hacer uso de su libertad y votar contra su partido? ¿Para qué perder el tiempo en reunir a setenta y cinco parlamentarios y hacerles escucharse mutuamente cuando todos saben que la votación final va a tener un resultado que ya está establecido de antemano? Lo cierto es que la mecánica, la eficacia, y el rendimiento parlamentario mejorarían con su supresión y su conversión en un ámbito virtual. Como sucede, por ejemplo, en el Senado alemán (el Bundesrat), en el que cada 'land' federal tiene un determinado número de votos pero que no se reúne físicamente en su pluralidad, sino que se limita a sumar los votos respectivos de cada uno cuando hay que tomar decisiones. De esta forma, una vez realizadas las elecciones sabríamos que el PNV tiene 'x' votos, el PSE 'x1', el PP 'x2'... y en función de sus combinaciones se aprobarían o rechazarían sus propuestas.

¿Que se acabaría así con la publicidad de las discusiones? Lo cierto es que la publicidad la otorgan los medios, no la realidad personal, por lo que podría mantenerse sin cambios (el parlamento de papel). ¿Que se terminaría con la discusión y el debate? Todos sabemos que no existe tal, sino un recital de discursos previamente construidos practicado entre sordos vocacionales. ¿Alguien oyó siquiera hablar de un parlamentario que dijera a otro: «Pues me ha convencido usted»? Pues si no, ¿para qué tenerles hablando?

Y bien, siendo absolutamente cierto lo anterior, siendo indiscutible que el Parlamento y los parlamentarios son absolutamente prescindibles si de lo que se trata es de producir decisiones legítimas por mayorías, todos intuimos que tal supresión no es posible, que perderíamos algo muy importante para nuestra democracia si diéramos el paso de confiar su tarea a las burocracias partidistas. Que una democracia sin parlamento físico sería menos democracia. Y es cierto, perderíamos algo esencial, perderíamos la teatralización del pueblo como ente plural, perderíamos la escenificación de sus diferencias, perderíamos la fácil legibilidad de las diferencias que ahora exhibe. Al final, la democracia como representación es tanto o más importante que la democracia como método sustancial. Aunque es peligroso que termine por ser sólo eso, puro teatro.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20081218/opinion/teatro-imprescindible-20081218.html

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