domingo, 5 de julio de 2009

Chávez exporta su receta populista

Caudillos de nuevo cuño como el depuesto Zelaya despiertan a las clases más desfavorecidas de América Latina con un uso intensivo de la televisión

05.07.09

GERARDO ELORRIAGA

El Correo



El fracaso en la redistribución de la riqueza ha impulsado el modelo chavista

La falta de partidos consistentes facilita el auge de líderes con tentaciones mesiánicas


Hugo Chávez no se rindió en un despacho cuartelero, rodeado de oficiales con las armas prestas para disparar, sino que demandó escenificar el fracaso de su asonada frente las cámaras y los flashes de los fotógrafos. Hace diecisiete años murió un comandante golpista a la vieja usanza y surgió una estrella mediática con proyección internacional. «Vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor», sentenció en horario de máxima audiencia.
Hoy, aquel comandante ha alcanzado el poder en Venezuela y, como cabía esperar, dispone de su propio programa televisivo en 'prime time' y sin los rigores de una duración determinada. En 'Aló Presidente' el mandatario se dirige a la nación desde cualquier punto del país y sobre cualquier tema. Despacha con gobernadores o moviliza sus tropas sin temor a la reprobación del regidor.

En una de sus últimas intervenciones repasó su relación con Manuel Zelaya, el dirigente hondureño, poco antes de su destitución. Frente a un nutrido público universitario recordó que su colega había reparado el distanciamiento entre ambos gobiernos con una invitación formal para visitar Tegucigalpa y el expreso deseo de sumarse a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA), la plataforma creada por Venezuela para coordinar sus alianzas en el continente. También confesó haberle aconsejado el consumo de jengibre por haberlo hallado afónico de «tanto discurso».

Zelaya había forzado sus cuerdas vocales en el intento de ganar la voluntad popular para el plebiscito programado para el pasado 28 de junio, consulta abortada por un golpe de Estado en el que han convergido todas las estructuras del poder local, con el respaldo añadido del Ejército. El presidente, expulsado de su país, pretendía el aval de las urnas en su intento de reformar la Constitución y prorrogar su mandato, una potestad que no tiene asignada según la Carta Magna.

La comunidad internacional ha condenado el apartamiento, a pesar de que resulta evidente su intención de socavar las bases del régimen. Pero, aún más sorprendente resulta que este proceso tenga lugar en Honduras, un país firmemente alineado a favor de las tesis políticas más conservadoras y fiel aliado de Washington. Centroamérica, el patio trasero de EE UU, se ha caracterizado por el mantenimiento de una brutal desigualdad en la distribución de la riqueza, controlada 'manu militari' por una oligarquía despiadada.

Mientras que El Salvador, Nicaragua y Guatemala estallaron en guerras civiles, en los últimos años su vecina tan sólo ha experimentado un dramático auge de la violencia delincuencial. Sin embargo, el orden ancestral, el de los grandes exportadores agrícolas, el de los propietarios de maquilas, se mantiene ajeno al peligro de formaciones progresistas que lo cuestionen.

El ejemplo hondureño evidencia que la revolución bolivariana se expande en territorios poco propicios. La iniciativa de Zelaya, que ni siquiera cuenta con el respaldo oficial de su propio partido, puede resultar atractiva para una población cuyas dos terceras partes subsisten bajo el umbral de la miseria, pero que nunca antes ha sido movilizada con una voluntad de cambio fundamental. Curiosamente, la destitución le ha proporcionado al ex presidente una clamorosa adhesión de aliados dispares, desde el ALBA a la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos (OEA) o el mismo Obama, sutilmente consternado por los hechos.

Conexión con las masas

Los viejos caudillos no daban bien en pantalla. El envarado Pinochet ni siquiera miraba a la cámara cuando anunciaba que los que se habían desvaído habrían de asumir su responsabilidad bajo la ley castrense. Hoy, los nuevos líderes latinoamericanos cuidan su imagen y persiguen el piloto rojo, no para reclamar la connivencia de la cúpula militar en su asalto a palacio, sino con el cautivador ánimo de solicitar el apoyo electoral de las masas, el proletariado urbano, los campesinos sin tierras o los nativos despojados de sus fundos, para convertirlas en ariete contra sus enemigos, la clase política tradicional.

El mensaje catódico se propaga desde Venezuela y alcanza Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y algunas islas antillanas y, hasta la fecha, Honduras, último socio relevante del ALBA. Es un discurso que combina el agravio contra el capitalismo con un nuevo ímpetu nacionalizador, donde la asunción del indigenismo se amalgama con el aliento regeneracionista. Ahora bien, la ola progresista que se ha abatido por el continente parece haber establecido una honda división entre aquellos regímenes que postulan el reformismo sin crispación, caso de las repúblicas del Cono Sur, o las que, inspiradas en el ejemplo caraqueño, aumentan su apuesta a pesar de la estrecha vigilancia del gigante del Norte.

Sus detractores advierten del peligro derivado de la tentación mesiánica, inherente a su relación con fuertes personalidades y la inexistencia de partidos ideológicamente consistentes, al populismo y el riesgo de creación de nuevos grupos, incluso paramilitares, ligados al poder y beneficiarios de sus réditos y prebendas. Además, esta generación neocesarista de maneras democráticas no surge alentada tan sólo por el nuevo clima latinoamericano poco proclive a la imposición de la fuerza.

Petróleo asequible

La crítica más aviesa asegura que la conversión de un político de raíz caciquil como Zelaya en un paladín de los nuevos tiempos bolivarianos tiene mucho que ver con la oferta de combustible barato que realiza Petrocaribe, uno de las herramientas más eficaces de la estrategia chavista. El comandante incluso ha obtenido la simpatía de las poblaciones más míseras del Bronx gracias a esta política basada en la oferta de petróleo asequible.

Pero, la historia reciente no contempla el auge de la alternativa bolivariana y sus émulos desde la nada previa. La existencia de unos caudillos de nuevo cuño que aspiran a perpetuarse en el poder para alentar una suerte de revoluciones institucionales remite a un espacio político anterior prácticamente fenecido antes de nacer. La recuperación del Estado de Derecho en el continente tras un convulso y largo período de dictaduras y rebeliones tan sólo bendijo internacionalmente la alternancia en el ejecutivo de las diversas facciones de la gran burguesía local.

¿Quién recuerda a Carlos Andrés Pérez, el amigo de Felipe González? Posiblemente, tan sólo la Justicia venezolana que aún lo reclama a Estados Unidos. Él atestigua el fracaso de una élite con credenciales democráticas, incapaz de aprovechar la bonanza proporcionada por el alto precio de las materias primas para redistribuir la riqueza nacional.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20090705/mundo/chavez-exporta-receta-populista-20090705.html

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