miércoles, 29 de julio de 2009

De cómo Occidente se convirtió en una potencia mundial

@Ignacio de la Torre - 29/07/2009

Cotizalia 29 de julio de 2009


En Julio de 1099 los cruzados entraron en la ciudad sitiada de Jerusalén, provocando una orgía de violencia; según las crónicas, por las calles manaban ríos de sangre. En 1291, tras una heroica resistencia, los últimos cruzados fueron expulsados de San Juan de Acre, el último bastión de los cristianos en Tierra Santa.

Si pensamos en los casi dos siglos que median entre un acontecimiento y el otro una formidable paradoja se alza: en 1099 los cruzados estaban claramente atrasados en casi todos los campos del saber. Así, los árabes habían incorporado la filosofía griega, la numeración india de posición, desarrollaron el álgebra, la trigonometría, la astronomía, un calendario superior al juliano, la medicina con el persa Avicena, las bases de la óptica y de la química, la difusión (que no el invento) de la brújula o el perfeccionamiento del astrolabio, factores ambos cruciales para la navegación. Quizás los europeos les adelantaban en el arte militar, debido a la ventaja que la carga de caballería pesada les confirió en el campo de batalla, como se puso de manifiesto en las primeras cruzadas.

Con todo, en 1291 los árabes superaban a los cruzados en muchos de los aspectos militares, pero los occidentales habían rebasado a sus rivales en la mayoría de los campos de la filosofía y de la ciencia. Así, una derrota militar iba pareja de una victoria del conocimiento, y se habían sentado las bases para que Occidente, que como tal se configuró en esos dos siglos sobre las bases del derecho romano, el cristianismo y el redescubrimiento de la filosofía griega, emergiera como una potencia de ascenso meteórico, una potencia que habría de resultar hegemónica hasta el día de hoy.

Fueron muchos los extraordinarios acontecimientos de los siglos XII y XIII que marcaron este devenir. Con una actitud permeable, los centros de conocimiento que iban gestándose en Occidente fueron empapándose del saber transmitido a través de los árabes. El auge demográfico fue paralelo a un fuerte crecimiento de la producción agrícola, asentada mediante importantes innovaciones técnicas, al que pronto siguió una revolución comercial, y el escaso peso del poder político permitió el desarrollo de la iniciativa local y privada que desembocó en importantes mejores técnicas en el campo y en la navegación. Desde el norte de África Fibonacci introdujo los números “árabes” en 1202, más el importante concepto del número cero (que es indio). Se perfeccionó el saber médico, se asentó la separación entre el poder político y el poder religioso, y se sentaron las bases del imperio de la ley. La arquitectura se revolucionó con las construcciones góticas, y con el auge de las ciudades se asentaron las primeras universidades a lo largo y ancho de Occidente, centros del saber fundamentales que permitieron la continua innovación técnica, humanista y científica mediante el imperio de la razón.

Sin embargo, los historiadores no han destacado lo suficiente un hecho crucial que propició el esplendor del comercio bajo medieval, esplendor clave para entender el poderoso desarrollo económico que hizo posible estos avances: la aparición de la banca y el desarrollo del crédito. Ambos son conceptos cruciales para entender el crecimiento económico, ya que la penetración del crédito está directamente relacionada con el crecimiento económico y el desarrollo que supone, siempre y cuando, como hemos aprendido dolorosamente, el crédito no ahogue la economía.

El crédito comenzó a acumularse mediante protocontratos de cambio a principios del siglo XIII, y desde 1248 se formalizan las primeras letras de cambio, contratadas en Egipto entre San Luis y mercaderes genoveses, otorgando los italianos préstamos a San Luis pagaderos en otra divisa en la cuenta de depósito que el Rey tenía en el Temple de París. En el tipo de cambio se encubría el tipo de interés para así obtener la aprobación de la Iglesia, y con esta triquiñuela, la letra de cambio movilizó a futuro ingentes cantidades de dinero generadas en el comercio, y este crédito fue clave para el esplendor económico europeo.

Para que exista la banca hace falta probar mediante un documento contable que un depósito se está poniendo en movimiento mediante un crédito. Si no hay esta prueba no cabe hablar más que de prestamismo o de depósito. Pues bien, la primera prueba documental de esta relación es de 1261, y corresponde a la casa italiana de los Ugolini. El último tercio del siglo XIII vería eclosionar el desarrollo de la banca mediante las grandes dinastías de mercaderes banqueros italianos.

La historia que sigue, llena de luces y sombras, es bien conocida. China seguía siendo el primer actor económico del mundo, probablemente hasta el siglo XVI, pero Occidente pronto la rebasó tanto económica como científicamente. Los descubrimientos marítimos, el método científico y el imperio de la razón acabaron por catapultar a Occidente a su posición hegemónica hasta el presente, en el que se vuelve a plantear si están cambiando los equilibrios de poder mundiales.

En cualquier caso, a día de hoy Occidente ha sido la civilización que más bienestar económico y libertad política ha conseguido para sus habitantes. Cuanto uno contempla este hecho y la historia que lo ha facilitado, se hace preguntas de difícil respuesta ¿Por qué Occidente se odia a sí mismo? ¿Por qué los occidentales no están orgullosos de semejante civilización?

Feliz verano.


http://www.cotizalia.com/cache/2009/07/29/opinion_77_occidente_convirtio_potencia_mundial.html

No hay comentarios: