domingo, 7 de marzo de 2010

Una hipótesis

07.03.10

JAVIER ZARZALEJOS |

El Correo



No basta cualquier final para el terrorismo. El final de ETA no puede escribirse admitiendo como virtud lo que no es más que la necesidad de los que han fracasado en su fanática apuesta por la violencia

Supongamos que fuera cierto. Supongamos que, de verdad, la denominada 'izquierda abertzale' tan gustosamente sometida a ETA, cooperadora en sus crímenes, dinamitera de las instituciones democráticas, beneficiaria durante tantos años del terror sembrado por sus amos, oficiante de los más sórdidos rituales de enaltecimiento de los asesinos, supongamos, digo, que esa denominada 'izquierda abertzale' ve la luz, y se convierte en una organización que no sólo reconoce que en la política únicamente se puede actuar por medios pacíficos sino que, además, asume que los fines que se proponga han de ser compatibles con un orden democrático de libertades. Por si fuera poco, supongamos que nos lo dicen y nos lo creemos porque condenan la violencia de ETA sin más, y las fuerzas de seguridad, los fiscales y los jueces comprueban que la sumisión orgánica a ETA se ha roto. Supongamos, en fin, que esa hipótesis de cumplimiento tan improbable se llega a producir. Y entonces, ¿qué?

Pues entonces, nada. Es decir, entonces -como ahora- la ley, el Estado de Derecho, las reglas del juego. Conviene recordarlo cuando de nuevo se empiezan a alimentar expectativas de una supuesta evolución de la antigua Batasuna, en la idea de que esta vez sí, esta vez el brazo político de la banda está decidido a amputarse del cuerpo terrorista. Y es entonces cuando desde el otro lado, el de los buenos, vuelven a salir voces que convocan a 'trabajar por la paz' planteando la necesidad de poner en marcha no se sabe bien qué iniciativas políticas. Algunos podrían pensar que habría que retomar la negociación política con ETA-Batasuna allí donde se dejó. Al fin y al cabo, aquella negociación partía de la premisa -falsa- de que la 'izquierda abertzale' actuaba desde una posición autónoma respecto de ETA. Retomar la negociación sería un disparate, no hay duda, pero entraría en esa lógica que se quiso dar al 'proceso de paz' porque, si seguimos esta hipótesis, ahora sí podría asegurarse esa autonomía.

Otra iniciativa imaginable sería la revisión del Estatuto de modo que una negociación formalmente inobjetable fuera creando el clima de efervescencia soberanista para el adecuado aterrizaje de la Batasuna presuntamente reconvertida. Y cabe pensar en una combinación de las dos opciones anteriores: una respetable negociación estatutaria poniendo sobre la mesa contenidos recuperados del fallido 'proceso de paz'.

El caso es que hay muchos que, primero, se creen las tortuosas elaboraciones abertzales y, después, insisten en que hay que prepararles un gran recibimiento en forma de nuevos procesos políticos concebidos a la medida de los que se suponen recuperados para la democracia.

Nada de esto tiene sentido. Lo que pueda estar ocurriendo en la 'izquierda abertzale' no es una reconversión sino en todo caso un intento de evitar la derrota final. No hay detrás de esta inmerecidamente llamada 'reflexión' ninguna asunción de los principios y valores democráticos sino el efecto de la Ley de Partidos, que les coloca ante un escenario terminal como el de verse expulsados definitivamente de la instituciones. De la misma manera, la debilidad de ETA, su derrota, es consecuencia de la acción del Estado de Derecho y no del inexistente trabajo de los que ahora quieren hacerse pasar por valientes opositores internos a la banda terrorista.

No basta cualquier final para el terrorismo. Y el final del terrorismo de ETA no puede escribirse admitiendo como virtud lo que no es más que la necesidad de los que han fracasado en su fanática apuesta por la violencia. Ese final no puede contener relatos legitimadores de quienes no son ni han sido patriotas, idealistas, antifranquistas o equivocados, sino terroristas conjurados para la destrucción de la democracia en España mediante la destrucción de la libertad en el País Vasco. Un final que no puede tener como resultado la invisibilidad de las víctimas y de su sufrimiento, ni la renuncia de éstas a su reparación.

Parecería innecesario recordarlo pero andémonos con cuidado con ETA y también con Batasuna. Dejémonos de hablar tanto de los principios del senador Mitchell y hablemos más de los principios que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha afirmado en relación con las marcas políticas de ETA. No demos demasiadas vueltas a eso del 'proceso democrático' que tanto se reitera en los documentos abertzales y recordemos más la importancia de las instituciones verdaderamente democráticas establecidas y mantenidas a pesar de ETA. Sigamos trabajando para que sean las víctimas las que estén cómodas entre nosotras, no sus victimarios. No hagamos de la ley la enemiga de la generosidad para precipitar un perdón que los terroristas no han pedido.

Volvemos al principio: ¿Y si todo lo que se dice que está ocurriendo en la Batasuna extinta fuera verdad, entonces qué? Pues que son de aplicación las mismas leyes que a cualquier ciudadano, ya se dedique a la política o a la ebanistería. Y esas leyes no incluyen ni exenciones ni primas, ventajas, expresiones de admiración o posiciones de privilegio por dejar de enaltecer el terror, por cesar en la justificación de sus crímenes, por exhibir a sus amos pistoleros para extender el miedo entre los ciudadanos honrados. Seguro que hay delincuentes cumpliendo condena que tienen sinceras convicciones democráticas y no por ello se les pone a negociar la reforma del Código Penal.


http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100307/opinion/hipotesis-20100307.html

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