jueves, 30 de mayo de 2013

El gin tonic, los churros y los viajes de Sus Señorías

Inocencio Arias

30 MAY 2013




Creo que debuté en estas páginas describiendo una situación que me parecía chocante. En los últimos meses de mi estancia en Los Ángeles mi Ministerio, Exteriores, dictaminó que no podía sufragar un desplazamiento mío de trabajo a Colorado para atender a unos compatriotas porque estábamos en época de reducción de gastos. El objetivo de mi propuesta era bueno, la cantidad ridícula, algo así como 454 euros, pero la austeridad, pensé yo, era inevitable.

Al jubilarme, regresé, prescripción del Ministerio, en clase turista a pesar de que el viaje duraba 18 horas, con una escala, etc. Por muy embajador que uno sea, concluí yo piadosamente de nuevo, es hora de que todos nos apretemos el cinturón. España no está muy boyante y hay que dar ejemplo. (Lo de los españoles en Colorado era más serio y hubo que aceptarlo).

Me llevé por ello una sorpresa morrocotuda cuando descubrí que en esas mismas fechas la Vicepresidenta del gobierno, la señora De la Vega, realizaba un viaje a Nueva York acompañada de TREINTA Y OCHO personas, con estancia de varios días en un hotel de postín, para un acto en el que hubiera bastado la presencia de un Director General y que, en todo caso, aún en época de vacas gordas, habría sido suficiente la presencia de una delegación de seis o siete personas, no de 39.

Que el Gobierno o la Vicepresidenta fueran tan rumbosos en ese desplazamiento, que pasó TOTALMENTE desapercibido en la ciudad de los rascacielos, y tan estrictos con mi petición de prestar un servicio en Colorado a unos españoles de edad provecta o de hacer un largo viaje el día que me jubilaba después de trabajar 40 años para el Estado me causó algo de perplejidad. No excesiva, porque he pasado muchos años viendo a políticos españoles de los que nunca podrá decirse que se han lucrado con fondos públicos, no lo han hecho, pero que no pierden una ocasión de disparar con pólvora del Rey. No hay forma de tirar el dinero que no haya sido practicada con asiduidad y entusiasmo por un número no pequeño de nuestros políticos.

Al leer ahora lo de la subvención del restaurante del Congreso para que los diputados anden más desahogados al final de mes la perplejidad me vuelve y no sólo porque estemos en época de estrecheces. Que diputados y funcionarios de Congreso puedan almorzar a precios modestos, parcialmente sufragados con el dinero del contribuyente, puede sorprender a alguno pero no causa especial sonrojo. Que desayunen su café y porritas por la mitad (1,05 euros) de lo que pagamos los demás ya empieza a extrañarte. Pero que puedan tomarse un gin tonic, un coñac o un whiskey, con recursos que en no poca medida salen del bolsillo de cualquier pagador de impuestos, del jubilado, etc., ya es de aurora boreal. No me explico cómo, por un mínimo de pudor, no eliminaron, al hacer la contrata, todo lo referente a los licores...

¿Necesitarán sus Señorías, como algún Lord de Wodehouse o de Somerset Maugham, pegarse un lingotazo de ginebra a media mañana y otro por la tarde (a 'Her Majesty the Queen of England' parece que le ocurre) para poder funcionar y que la maquina legislativa no se pare?

Sé que es fácil hacer demagogia con esto pero lo de los licores no tiene precio.

Por último, estos días circula asimismo la noticia de que en una votación en el Parlamento Europeo la mayoría de los eurodiputados españoles, 39 de 43, han votado en contra de que les impongan viajar en turista. Ellos quieren, para un trayecto tan agotador como dos horas, hacerlo en 'business'. Y lo van a seguir haciendo. Muy poco edificante.

No ignoro que el presupuesto de los órganos de la Unión Europea no se vota en nuestro Parlamento. Se hace en Estrasburgo, pero evidentemente con aportaciones de los estados miembros, entre ellos de España. La votación aumenta de nuevo el escepticismo sobre cómo gasta el dinero la Unión Europea y te hace ser más receptivo a las tesis británicas de que las instituciones y la burocracia de Bruselas, Estrasburgo etc... no son precisamente frugales.

Más de un eurodiputado español o de otro país me dará compungidamente media docena de argumentos para justificar ese viaje en clase preferente entre Madrid y Estrasburgo. Alguno tendrá su base. Pero igual que pensé que el desplazamiento de la ex vicepresidenta con 38 personas a Nueva York era un frivolidad y un disparate será difícil que me convenzan de que un embajador de España con setenta años debe hacer un viaje de 18 horas, con escala, el día que se jubila, en turista y ellos, los eurodiputados -personas que imagino de media en los 50 años- encuentren inevitable y justo realizar invariablemente uno de dos horas en clase preferente.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/cronicasdeundiplomaticojubilado/2013/05/30/el-gin-tonic-los-churros-y-los-viajes-de.html

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