domingo, 4 de abril de 2010

El pueblo elegido


04.04.10

IMANOL VILLA |

El Correo



Los mitos sobre los orígenes de los vascos nacieron de una interpretación muy particular e interesada de la historia para la defensa de sus fueros y privilegios


En 1526 se produjo la reforma del Fuero Viejo de Vizcaya. Nació así el llamado Fuero Nuevo cuya novedad más llamativa y de gran trascendencia en el futuro fue la que hizo desaparecer las diferencias jurídicas entre los diferentes estamentos. A partir de ese momento, el abismo que separaba a labradores e hidalgos desapareció. Aquel nuevo ordenamiento foral reconocía la hidalguía universal. Al mismo tiempo comenzó un proceso por el cual no sólo se reafirmaba la particularidad de los habitantes del País Vasco, sino que comenzó una búsqueda de fórmulas para justificar de un modo indiscutible tan interesante estatus. Para ello nada mejor que la historia. Ésta iba a convertirse en el argumento de peso para validar y solidificar un privilegio que, a la postre, ayudaría a afirmar el propio régimen foral de los vascos. De su manipulación surgieron los mitos, todos ellos tendentes a configurar un pasado lleno de glorias en el que la nobleza vasca adquirió el grado de consustancialidad con respecto a la naturaleza de sus habitantes. En esta línea uno de los mitos que mayor proyección tomó forma a mediados del siglo XVIII -aunque ya se venía elaborando desde el XVI-, gracias a la obra de Fontecha y Salazar publicada por la Diputación de Vizcaya. En ella se afirmaba que «Túbal (&hellip), quinto hijo de Jafet, nieto del Santo Patriarca Noé (&hellip), fue el primero que vino a España con su mujer (&hellip), por el año 1800 de la Creación del Mundo, 131 ó 142 años después del Diluvio Universal y 2.130 años del Nacimiento de Nuestros Redentor Jesu-Christo». Importantes eruditos señalaban que Túbal «llegó a los Pirineos y Tierras de los Vascones (&hellip) y de allí se derramaron y repartieron sus gentes por otras provincias». Es decir, los vascos eran los descendientes originarios de un personaje bíblico. Eran los hijos de Túbal.

Origen bíblico

A partir de este mito y de una lectura muy interesada y parcial de los escritos de Estrabón, que afirmó que los vascos tenían «cierta divinidad innominada», se construyó la afirmación de que los vascos, mucho antes de que llegara el cristianismo, ya profesaban una religión monoteísta en la que, incluso, veneraban la cruz, en clara referencia al lauburu. Túbal no sólo introdujo a sus descendientes en la verdadera religión, sino que también les enseñó el euskera que aparecía así como el idioma del Paraíso. El mito se completó con añadidos de otros autores que establecieron que los vascos, a diferencia de los judíos, no traicionaron el pacto ya que no colaboraron con la crucifixión de Cristo. De todo esto se derivó su estatus como pueblo elegido, ya que ellos recibieron el cristianismo en tiempos apostólicos. Este origen bíblico sin tacha alguna hizo que algunos autores, entre ellos Larramendi, señalaran que la nobleza de los vascos, pobladores originarios de España, fuera la mejor y más pura. Sobre los habitantes del País Vasco recaía la original pureza de la raza española en contraposición a la contaminación que se había producido en el resto de la Península por la entrada de otros pueblos tales como celtas, fenicios, griegos, cartagineses.

Esta versión histórica sobre el origen de los vascos ganó enteros durante el siglo XVIII, espoleada por la política uniformizadora de los Borbones. Se hizo necesario encontrar argumentos que hicieran imposible acabar con la particularidad de las provincias vascongadas. Qué mejor para ello que echar mano de la Biblia y convertir a los vascos en un pueblo colocado en su tierra por deseo expreso de Dios al mismo tiempo que señalaba que todos ellos se habían elevado como los primeros depositarios de una fe religiosa que se había anticipado con mucho a la nueva alianza establecida por Cristo. ¿Quién podía discutir unos privilegios otorgados por el mismísimo Dios? Era, por ello, un argumento definitivo ante el que no cabía discusión alguna. Ni siquiera la duda porque ella conducía directamente hacia la herejía.

De ese modo, los fueros -ese compendio de libertades, usos y costumbres- habían sido concedidos por el mismísimo nieto de Noé o, a lo sumo, por alguno de sus descendientes. Eran, por consiguiente, el cuerpo legal más auténtico de España. El origen de la organización perfecta que, gracias a la salvaguardada pureza de los vascos, mantenía una funcionalidad encomiable. La defensa de esa legislación suponía el mantenimiento de los pilares originales de España.

Jaun Zuria

Otro de los mitos que surgió del tronco argumental anterior fue el del «cantabrismo». Según esta teoría, los vascos aparecían identificados con los antiguos cántabros que se enfrentaron ferozmente a Roma. Habían defendido lo que era suyo y, a la postre, consiguieron gracias a las capitulaciones, mantener sus tierras y sus leyes. Tras ese intento de los romanos ningún otro invasor pisó suelo vasco. Ejército alguno logró dominar o conquistar a los habitantes de las Vascongadas que consiguieron así mantener su pureza de raza, sus costumbres, sus usos, sus fueros y su lengua. Según este planteamiento no fue difícil encajar el mito del primer Señor de los vizcaínos, Jaun Zuria, pues a él, y de forma libre y voluntaria, los habitantes de Vizcaya le eligieron como su guía para que los defendiera frente al invasor siempre a cambio del respeto de sus usos y costumbres.

Así, desde Túbal hasta la figura de Jaun Zuria y la idea del pacto, se elaboraron más mitos históricos que, elevados a la categoría de dogmas, permitieron interpretar el pasado vasco en clave de legitimidad indiscutible y sentar argumentos históricos para defender a ultranza tanto los fueros como la naturaleza particularista de los vascos.


http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100404/vizcaya/pueblo-elegido-20100404.html


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La leyenda de Jaun Zuria


21.02.10

IMANOL VILLA |

El Correo



Lejos de las crónicas y los documentos históricos, los mitos y las leyendas han intentado explicar el origen y las libertades del que se conoce como Señorío de Vizcaya






Personaje real o imaginario? ¿Origen de los fueros y libertades vascas? ¿Fabulación de cronistas y literatos a través del tiempo? ¿Producto de la historia o de la leyenda? La figura de Jaun Zuria fue durante mucho tiempo controvertida. Motivo de polémica entre historiadores, escritores y políticos, el legendario primer Señor de Vizcaya ocupa un lugar en el acervo de tradiciones, leyendas y mitos del País Vasco. De su existencia no hay pruebas documentales. Las primeras noticias con continuidad sobre los señores de Vizcaya las encontramos a partir de 1040 con Iñigo López, que primero estuvo a las órdenes del rey de Pamplona y en 1076 pasó a depender del monarca castellano Alfonso VI. Con anterioridad, los expertos señalan que en el siglo X existió un conde de Vizcaya llamado Momo que, al parecer, estaba a las órdenes del reino de Navarra. Eso es lo que cuenta la historia. ¿Y Jaun Zuria? ¿Qué pruebas hay de su existencia? Ninguna. Todo indica que aquel Señor Blanco fue un producto imaginario que surgió de la necesidad de explicar el origen que la institución tuvo en tierras vizcaínas, además de justificar a través de su persona las libertades y fueros del territorio. Verdad o mentira, lo cierto es que a lo largo del tiempo el debate abierto alrededor de su persona ha sido abundante. ¿Es posible que tras la leyenda se esconda una verdad histórica?

Sangre en Arrigorriaga

La primera referencia escrita sobre Jaun Zuria se encuentra en la obra 'Livro das Linhagens', del conde portugués don Pedro Alfonso, hijo bastardo del rey don Dionís. El libro en cuestión no es más que una recopilación de linajes de las casas nobiliarias portuguesas de los siglos XIII y XIV, aunque también recoge varias leyendas basadas en tradiciones locales que servían a las familias nobles para demostrar sus antiquísimos orígenes. De ahí que la referencia sobre Jaun Zuria haya que considerarla como el recurso a una leyenda genealógica a beneficio de los que entonces eran los señores de Vizcaya, don Juan Núñez de Lara y su mujer, doña María de Haro. Según el conde, tiempo atrás los vizcaínos estaban obligados a pagar tributo a un conde asturiano llamado Moniño el cual había amenazado con usar la violencia si no se cumplía su mandato. Poco después arribó a costas vizcaínas un barco en el que viajaba el hermano del rey de Inglaterra. Su nombre era Froom. Enterado de la amenaza de la que eran objeto los hombres y mujeres de aquella tierra, les desveló su condición y se prestó a ayudarles a cambio de convertirse en su señor. Así se hizo. Cuando el conde asturiano reclamó el pago del tributo, Froom le contestó que viniera él a cogerlo si se atrevía. Don Moniño no se lo pensó. «Juntó gentes el Conde, y Froom con sus vizcaínos le salió al encuentro cerca de la aldea de Vusuria, adonde el Conde quedó vencido y muerto con gran parte de su ejército. Por la mucha sangre que se derramó allí, se dio al campo el nombre de Arrigorriaga, que en Vascuence quiere decir piedras bermejas».

Un siglo después, Lope García de Salazar retomó la leyenda, aunque esta vez con mayor complejidad en cuanto a personajes y escenarios. En 1454, el citado García de Salazar escribió la 'Crónica de Siete Casas de Vizcaya y Castilla', en la que contó el nacimiento de Jaun Zuria. Según el noble vizcaíno, hubo un día en el que un barco que llevaba a una hija legítima del rey de Escocia llegó a Mundaka. La infanta decidió quedarse «y que, estando allí, durmió con ella en sueños un diablo que llaman en Bizcaya Culebro, Señor de Casa, y que la empreñó y destas dos cosas no se sabe cual dellas fue más cierta; pero como quiera que fue, la infanta fue preñada y parió un hijo que fue ome mucho hermoso y de buen cuerpo y llamáronle don Zurián, que quiere dezir en castellano don Blanco».

La narración continúa hasta llegar al pacto entre los vizcaínos y Jaun Zuria, ya que éste les guió en la batalla que mantuvieron con un hijo del rey de León, el cual había atacado y arrasado el territorio hasta Bakio. La posterior batalla, a la que también acudió el señor de Durango, Sancho Astegas, tuvo lugar cerca de Bilbao, en un lugar conocido como Padura. La victoria final fue para los vizcaínos, que persiguieron a los derrotados hasta el árbol de Luyando. En esta versión de García de Salazar también se dice que la sangre vertida fue tanta que al lugar de la batalla lo llamaron desde entonces Arrigorriaga. Tras la victoria, los vizcaínos proclamaron a Jaun Zuria su Señor.

Después de estas dos versiones, la figura de Jaun Zuria viajó en el tiempo y se acomodó a las circunstancias de cada momento. Especial auge tuvo tras las guerras carlistas y la posterior abolición de los fueros. Así, escritores como Antonio de Trueba o Vicente Arana rememoraron a aquel Señor Blanco, al que elevaron como la figura que hizo posible el principio de un tiempo de libertades que a finales del siglo XIX se daban por perdidas. También Sabino Arana recreó el hecho, aunque, curiosamente, prescindió de Jaun Zuria. Para él lo fundamental fue que los vizcaínos combatieron en la batalla de Arrigorriaga en el 888 por sus libertades.

Sea como fuere, la legendaria figura de Jaun Zuria ha devenido con el tiempo en una leyenda. Un mito con el que muchos intentaron explicar el principio del Señorío vizcaíno y del que se carece por completo de pruebas documentales. Y es que, posiblemente, como señala Jon Juaristi, «la leyenda de Jaun Zuria fue el fruto de una síntesis entre genealogías ficticias, tradiciones folclóricas y temas muy difundidos en las literaturas medievales europeas. Es decir, llegó a ser lo que acaso, inconfesadamente, fuera siempre: Literatura».


http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100221/vizcaya/leyenda-jaun-zuria-20100221.html

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