lunes, 14 de junio de 2010

Cambio o debilidad


14.06.10

JAVIER ZARZALEJOS |

El Correo



«La izquierda abertzale no ha cambiado. Ha perdido, que no es lo mismo. Evitar la derrota final le exige ahora sofisticar el señuelo y reinventar esa narrativa virtuosa del aparente divorcio de ETA»


No pasa un día sin que aparezcan informaciones que cuentan los pasos que la izquierda abertzale dicen que está dispuesta a dar para 'desmarcarse' de ETA. De la banda terrorista se asegura que está al caer una próxima declaración de tregua, suspensión de actividades, cese de acciones o alguna otra expresión equivalente que se les ocurra para repintar el comunicado en cuestión, de modo que alguien pueda señalar tal o cual palabra como la gran novedad que diferencia la declaración etarra de todas las anteriores.

Se rescata el léxico desgastado de 'desmarques' y 'apuestas', se reproducen las caducas teorías de políticos frente a pistoleros, se interpretan declaraciones, filtraciones e informaciones reelaboradas hasta lo irreconocible como quien lee los posos del café para desentrañar lecturas cabalísticas sobre la enésima expectativa de que quienes están encausados por el intento de reconstituir Batasuna como organización política de ETA hagan ahora precisamente lo contrario.

Mientras todo esto ocurre, de los llamados mediadores internacionales se desconoce si son realmente mediadores, ya que para ello deberían contar con el asentimiento del Gobierno al que también se dirigen. Pero sí se sabe que insisten en trasformar la desaparición de ETA y la expulsión de sus marcas políticas de las instituciones democráticas en una coreografía negociadora en el marco europeo -la declaración de Bruselas- con una exigencia de que el Gobierno español 'responda' a esas futuras declaraciones del complejo etarra aunque insistan en que se tratará de declaraciones unilaterales. Lo lamentable es que en esto de la internacionalización aprovechan el grueso error del Gobierno que, para remediar la fractura que provocó en el consenso sobre la política antiterrorista en la pasada legislatura, buscó en el Parlamento Europeo legitimar la interlocución política de ETA-Batasuna y, por tanto, la negociación subsiguiente.

Es verdad que el calendario del que se ha venido hablando para el desarrollo de los acontecimientos parece que se retrasa y que ya se han producido las primeras decepciones entre quienes anticipaban, por ejemplo, que el acto del sindicato LAB en Pamplona el domingo 6 iba a constituir la primera expresión clara del distanciamiento abertzale de ETA. Pero es posible que esa expectativa fallida -una más- pueda compensarse con el avance en la definición política de ese 'polo soberanista', exigido por ETA, no se olvide, y que está llamado a concluir con EA como caballo de Troya de la izquierda abertzale para eludir la prohibición de la Ley de Partidos.

Para completar el panorama, se extiende la idea de que un Gobierno en serias dificultades políticas como el de Rodríguez Zapatero puede contemplar una tregua etarra y la aparente decantación política de la izquierda abertzale como una oportunidad para recuperar altura. Aunque hay quienes desmienten ofendidos esta posibilidad, el errático comportamiento de Rodríguez Zapatero y la ínfima credibilidad que puede atribuirse a sus compromisos inspira todo menos certeza. A Zapatero le bastará decir que también aquí las circunstancias son distintas para justificar cualquier movimiento.

Si ése fuera el cálculo, debería pensárselo dos veces. No hay alternativa plausible a una política que, con la colaboración francesa, incide en la debilidad sin remedio de la banda terrorista, intensifica su desmoralización, borra apoyos y acaba con lo que ETA tenía de símbolo.

Nada más valioso para los terroristas en las actuales circunstancias que atraer a un proceso de negociación a un Gobierno sensiblemente debilitado por su desempeño ante la crisis que al entrar en tratos con la banda perdería la iniciativa, dejando en manos de ETA una de las claves de su suerte política. Tras el fiasco de la legislatura anterior, sería demasiado temerario, incluso para Zapatero, confiar en que otra vez la retórica de las buenos propósitos y el anhelo de paz exculparía al Gobierno de un nuevo paso en falso. Lo que alguien puede creer que se trataría sólo de una rentable escenificación del fin de ETA puede convertirse fácilmente en un laberinto de salida incierta y costosa.

Sigue sin haber nada nuevo en la expresión política de la izquierda abertzale. Nada nuevo sobre lo que dijeron y firmaron en mayo de 1999 al pactar el apoyo a Ibarretxe. Nada más que el recurrente manoseo de las palabras al que insisten en dar aire de novedad los incansables escrutadores de la micropolítica abertzale. No nos confundamos, no han cambiado, simplemente se han debilitado. Sería un grave error confundir cambio con debilitamiento. Si hubieran cambiado, sólo buscarían entrar en el juego político de la democracia. Para ello -nos lo ha recordado el Tribunal de Estrasburgo-, además de dejar las pistolas antes de entrar en las instituciones, hay que renunciar a un proyecto incompatible con los principios democráticos como el que propugna la izquierda abertzale, que sigue orbitando alrededor de ETA.

Pero no han cambiado. Han perdido, que no es lo mismo. No son demócratas conversos sino enemigos de la democracia que no han podido con ella. Evitar la derrota final les exige ahora sofisticar su señuelo y reinventar esa narrativa virtuosa del aparente divorcio de ETA. Una narrativa que exige que se ponga en marcha lo que con desfachatez infinita llaman un 'proceso democrático' que legitime su trayectoria criminal.


http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100614/opinion/cambio-debilidad-20100614.html

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