domingo, 6 de junio de 2010

Humanitarios


JON JUARISTI

ABC 06-06-10



DESDE las guerras de disgregación de Yugoslavia y, en particular, desde la de Kosovo, el humanitarismo se ha convertido en un complemento de toda estrategia antiestatal. El UCK, la guerrilla independentista, provocó un éxodo de la población kosovar hacia Macedonia y Montenegro, cuyo impacto propagandístico en Occidente justificó los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado que llevaron al armisticio y a la independencia de la región tras una breve fase de protectorado militar atlantista. La guerra de Kosovo, en efecto, marca un deslinde histórico. Jamás antes se había producido algo semejante; es decir, la intervención «por motivos humanitarios» de una fuerza internacional contra un Estado y a favor de los intereses secesionistas de una guerrilla y de los movimientos políticos que la sostenían.

La conversión del humanitarismo en propaganda fue ya un elemento clave de la Segunda Intifada, que estalló a finales de septiembre de 2000, al año de la terminación de la guerra de Kosovo y en pleno auge del intervencionismo filantrópico. Éste, sin embargo, experimentaría un cierto descrédito a raíz de los atentados islamistas en Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001 y de la consiguiente reactivación de la doctrina norteamericana de la seguridad nacional, que primó el concepto de «guerra contra el terrorismo» (bajo el que latía el más tradicional de «guerra preventiva»). Sin embargo, el desánimo de las democracias occidentales ante el estancamiento de la situación bélica en Irak y Afganistán permitió que el islamismo provocara, en el entorno de Israel, dos nuevos conflictos que respondían a una misma lógica: se trataba de plantear la desaparición del Estado judío como condición de un hipotético apaciguamiento global. Ambos siguieron, ampliándola, la pauta clásica de los terrorismos antiestatales, es decir, la conocida espiral acción-represión. Se provoca mediante un conjunto de atentados la respuesta violenta del Estado, y se presenta ésta, a continuación, como un crimen de lesa humanidad. Así procedieron Hezbolá, desde el Líbano, en 2006, y Hamás, desde Gaza, en 2008, con los mismos métodos: ataques con cohetes contra territorio israelí y secuestros de jóvenes soldados, mera clase de tropa. Como era previsible, el Ejército israelí invadió el Líbano y Gaza, donde los terroristas convirtieron a la población chiíta, en un caso, y a los civiles gazanos, en el otro, en sus escudos humanos. Una buena parte de los corresponsales de prensa y diversas organizaciones humanitarias les hicieron el trabajo propagandístico.

Como lo han hecho ahora, ante la provocación de una flotilla sedicentemente humanitaria y la desafortunada actuación del Ejército israelí, cuyos responsables deberían haber previsto otros modos de interceptarla que no pasaran por el abordaje desde helicópteros, bajando a sus soldados uno a uno hacia una masa hostil armada de bates y navajas. Desde aquel 3 de octubre de 1993 en que los Rangers americanos se metieron ellos solos en la trampa de Mogadiscio no se recuerda torpeza semejante. Es lamentable, por supuesto, la muerte de los nueve turcos del Mavi Marmara, pero confieso que los supuestos turistas del ideal no me inspiran simpatía alguna. Ni siquiera Hedy Epstein, la dulce abuelita judía «superviviente del Holocausto» (una aclaración: fue evacuada a Inglaterra en 1939, aunque sus padres, es cierto, murieron en Auschwitz), que hace causa común con negacionistas como Ahmadineyad en el empeño de diabolizar a Israel, donde viven aún bastantes miles de auténticos sobrevivientes de los campos nazis de la muerte.


http://www.abc.es/20100606/opinion-firmas/humanitarios-20100606.html

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