domingo, 18 de marzo de 2012

Los ejes de su carreta

FERNANDO SAVATER

18.03.2012 El Correo



¿Por qué tenemos que gesticular como si todos tuviésemos que emprender un largo y azaroso camino, cuando los únicos que tienen que moverse hacia la legalidad son los que hasta ahora la han conculcado?



Puede que yo tenga una mente demasiado simple y cerrada ante las sutilezas de la alta política, pero no consigo aclararme en este nuevo tiempo que aseguran ha llegado a nuestras costas. No sé si disfrutamos de la estabilidad de un anticiclón o no debemos guardar todavía el chubasquero porque se anuncia la posibilidad inminente de otra borrasca. En dos palabras: nubosidad variable. Por un lado, se asegura y requeteasegura que la violencia terrorista ha sido definitivamente cancelada por sus voluntariosos administradores, a pesar de que aún sigan llevando pistola y coleccionando explosivos por la fuerza de la costumbre. ¡Es tan difícil renunciar a los viejos hábitos...! Tampoco se puede pedir que de un día para otro los carnívoros se aficionen a las verduritas y el yogur. Por otro, se nos recomienda a todos -sobre todo a quienes hemos padecido directamente la agresión y la coacción de los feroces salvapatrias- que demos los pasos necesarios y hagamos los gestos imprescindibles para llegar «al cese definitivo de la violencias.., o sea, ese final que nos aseguran ya ha llegado. Admito que debo ser muy duro de mollera, pero no acabo de entenderlo.

Del lehendakari López para abajo -y hacia sus costados- todo el mundo parece tener su «hoja de ruta». Euskadi se ha convertido en una agencia de viajes, aunque no sabemos si hacia un paraíso caribeño o directos a los arrecifes. Según parece viajamos en el Costa Concordia, pero aún no está claro si van a servirnos la deliciosa cena amenizada con música de cámara o tendremos que disputarnos dentro de nada las plazas en los botes salvavidas. Y en cualquier caso, agradeceríamos que el capitán no fuese el primero en retirarse prudentemente a tierra firme para desde allí dirigir la complicada maniobra...o pidiese asilo político en cualquier nave pirata.

Tener una «hoja de rutas es muy aconsejable cuando se pretende viajar a alguna parte, pero parece superfluo cuando ya se está donde se quiere estar. ¿A dónde vamos a ir los que desde hace décadas nos sentimos contentos en un Estado de derecho y constitucional? Y sobre todo: ¿por qué tenemos que gesticular como si todos tuviésemos que emprender un largo y azaroso camino, cuando los únicos que tienen que moverse hacia la legalidad son los que hasta ahora la han conculcado? Precisamente nosotros -o algunos de nosotros, para no exagerar- hemos resistido durante décadas los embates del terrorismo desde aquel viejo grito de combate que ya se hizo popular en la dictadura: no nos moverán. O sea, no nos moverán de la Constitución y el Estatuto, no nos desplazarán de la España democrática, no nos obligarán a convertirnos en enemigos de nuestras instituciones, de nuestras fuerzas de seguridad y sobre todo de nuestros conciudadanos, aunque muchos de ellos mantengan pacíficamente actitudes políticas distintas a las nuestras. Querían movernos, derribarnos o hacernos huir, pero en lo esencial no lo han conseguido. Es cierto que a algunos les ha costado la vida esta firmeza y que otros han preferido emigrar antes que renunciar por miedo a las ideas y los valores en los que estaban. Pero ahora son los que no nos dejaban estar en paz quienes tienen que recorrer el camino hacia nosotros, no al revés. Dejemos las «hojas de ruta» a quienes tienen que peregrinar hacia donde los demás les esperamos desde hace tanto, sin rencor pero también sin complacencia ni flaqueza.

Lo más asombroso es que se nos diga que entre todos tenemos que lograr un «marco de convivencia». ¿En qué hemos pecado contra la santa convivencia los que respetamos y defendemos la Constitución y el Estatuto, que son precisamente el reglamento de la convivencia en el Estado de derecho? ¿En qué han pecado contra la convivencia las víctimas, sus familiares y quienes han padecido amenazas o coacciones terroristas? ¿Qué lecciones de convivencia necesitamos y sobre todo de quién vamos ahora a recibirlas? Los etarras presos están cumpliendo condena precisamente por haber atentado contra la convivencia, no por haber querido mejorarla. Si satisfacen individualmente los requisitos legales para el acercamiento o para aliviar de otro modo el rigor de sus penas, que disfruten en buena hora de tales formas de generosidad social. Pero no hay que confundir el buen comportamiento de quienes se enmiendan con los supuestos méritos de una ETA que no se disuelve y sigue orgullosa de su siniestra trayectoria. La fidelidad a ETA en las cárceles o fuera de ellas no debe obtener ninguna ventaja institucional: porque sería indecente y sin decencia pública no hay convivencia que valga.

En una de sus canciones emblemáticas, el gran Atahualpa Yupanqui se negaba a engrasar los ejes de su carreta porque su chirrido aliviaba en parte la soledad. Los ciudadanos demócratas que hemos padecido el terrorismo y no le hemos pagado con su misma moneda no tenemos obligación de engrasar los ejes de la carreta en la que quienes han apoyado al terrorismo hasta hace bien poco y no lo han condenado todavía aspiran a volver al orden democrático. Son ellos quienes deben hacer la ruta de regreso, sin arrogancias ni desplantes. Seguro que les será más fácil y rentable hacerse buenos que a nosotros aguantarles cuando eran malos...



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