sábado, 22 de septiembre de 2007

África existe

22.10.2006
JUAN BENGOECHEA JESÚS FERRERO/
OPINIÓN/África existe

El Correo


África ha sido el peor desastre económico de nuestra era. A mediados del siglo XIX, su PIB por habitante era un tercio del registrado en Occidente. Al iniciarse la centuria actual representaba sólo una quinceava parte. En el caso del área subsahariana es mucho más que un fracaso: es una tragedia. La mitad de su población vive en la extrema pobreza, un tercio sufre hambre y siete de cada cien adultos tienen sida. Lo peor de todo es que esa tragedia nos ha cogido por sorpresa. Durante la década que siguió a la independencia, la mayoría de los especialistas estaban convencidos de que el problema residía en Asia. Eran los tiempos en que Gunnar Myrdal -premio Nobel de Economía- publicó su celebrada obra sobre el drama asiático. Esto demuestra que para la historia no hay casos perdidos siempre que se sepa aprovechar las oportunidades. Y hoy las oportunidades para ese continente se llaman globalización y solidaridad, tal y como reconoció el pasado año en Escocia el G-8.

La ola de prosperidad de la economía mundial también ha llegado a África: su PIB ha crecido en torno al 4,5%. La bonanza ha estado liderada por los países exportadores de petróleo, aunque el comportamiento del resto ha sido mejor de lo esperado. En general, el aumento del precio de las materias primas le ha beneficiado, ya que es productora de muchas de ellas. Lo mismo puede decirse del incremento de la ayuda internacional, que le ha permitido liberar recursos para gastos sociales. Pero el factor clave ha sido la relativa estabilidad política vivida en los últimos años. Los conflictos violentos han disminuido y se observan progresos en el respeto a los derechos humanos. Aún así, a juzgar por las tensiones surgidas en períodos electorales, es mucho lo que falta por hacer para asentar la democracia. Donde apenas ha habido avances es en la lucha contra la corrupción: el continente tiene el dudoso honor de encabezar el ranking mundial en ese nocivo hábito.

La globalización, aunque necesaria, no es suficiente para reducir la pobreza de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Para lograrlo, el crecimiento económico debería ser casi el doble del registrado en los últimos años. Pero esa tasa resulta inalcanzable porque África es demasiado pobre; se halla atrapada en una trampa que le impide generar el ahorro requerido para el desarrollo de su capital tecnológico y humano. Una de las causas de esa 'trampa de pobreza' es la geografía, ya que la practica totalidad del continente es tropical. Desgraciadamente, crecimiento y trópico son un poco como agua y aceite, debido a que la productividad agrícola es baja y a que los habitantes sufren terribles pandemias. A esta inhóspita geografía se añade una herencia colonial que ha dejado África dividida en estados artificiales, pequeños y mal comunicados; incapaces de crear mercados con suficiente masa crítica para resultar atractivos a los inversores.

Por si todo esto no fuera suficiente, ese continente se enfrenta al mayor boom demográfico del mundo. Las previsiones de la ONU es que en 2050 su población sea más del doble de la actual. Esta explosión demográfica representa una carga insostenible para unos presupuestos paupérrimos, lo que convierte a África en la región con menor tasa de escolarización infantil. Para aligerar esa carga, los gobiernos fomentan la emigración, que además les proporciona remesas para financiar el déficit exterior. El destino natural de estos emigrantes es Europa, dada su proximidad geográfica y los vínculos culturales heredados de la etapa colonial. A esto se unen el abultado diferencial de rentas y el 'efecto llamada' de los ya instalados. Todo ello deja entrever que la corriente migratoria desde el otro lado del Estrecho no ha hecho más que empezar, lo cual debería hacernos reflexionar sobre la necesidad de adoptar con urgencia una política común de inmigración en la UE.

Para liberarse de esa 'trampa de pobreza' el continente africano necesita solidaridad, y, por razones obvias, Europa tendría que ser la más interesada en prestársela. África ha sido la principal beneficiaria de las diversas iniciativas internacionales de condonación de deuda, la última de las cuales fue aprobada en marzo. Pero esas iniciativas tienen un carácter puntual y lo que se requiere, tal y como nos ha recordado recientemente la ONU o el propio Tony Blair, es un «gran empujón» que acabe con el círculo vicioso de la pobreza. Su materialización práctica consistiría en doblar la ayuda a África durante los próximos cinco años para que pueda cumplir los Objetivos del Milenio. Es una meta realista, compatible con el Consenso de Monterrey, en el que los países ricos se comprometieron dedicar al desarrollo el 0,7% de su PIB. Cuatro años después sólo cinco hacen honor a esa promesa: Dinamarca, Finlandia, Luxemburgo, Noruega y Suecia.

La ayuda tiene que venir acompañada de reformas para hacerla más efectiva. Los organismos internacionales insisten en la necesidad de mejorar la calidad de la gobernanza, a fin de desterrar la corrupción de la cultura política. Asimismo subrayan las ventajas de la cooperación y de la integración regional para hacer frente a los déficit en materia de infraestructuras. La experiencia demuestra, en cualquier caso, que los africanos necesitan creer en esas reformas. Y aquí reside lo que para algunos constituye el nudo gordiano del problema: la falta de fe de los dirigentes en sus capacidades y en el futuro de sus países. No deja de resultar una trágica ironía que todos los años miles de universitarios emigren hacia Europa o Estados Unidos en busca de trabajo. Lo mismo cabe decir de la fuga de capitales que, según algunos estudios, ha convertido al continente en un acreedor neto frente al resto del mundo. En definitiva, África también necesita aprender a ayudarse a sí misma.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20061022/economia_viz/opinion-africa-existe_20061022.html

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