viernes, 12 de marzo de 2004

El espejismo del IRA

El País Digital, Viernes, 12 de marzo de 2004

El espejismo del IRA

MATANZA EN MADRID

TRIBUNA: ROGELIO ALONSO

Rogelio Alonso es profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos y coordinador de la Unidad de Análisis y Documentación sobre Terrorismo.


EL PAÍS | España - 12-03-2004


El diálogo con el IRA no precedió a su derrota, sino que fue consecuencia de la misma


A comienzos de la década de los setenta, el grupo terrorista IRA inició una indiscriminada campaña de atentados en Londres e Irlanda del Norte. La persona al frente de una de las células terroristas responsable de dichas acciones explicaba al autor de este artículo la motivación de su organización: "Lo lógica era crear terror, puro terror, no sólo bombas u objetivos económicos". Otro de los terroristas corroboraba esa intencionalidad e incluso defendía medidas como las siguientes: "¡Vayamos a Inglaterra y coloquemos bombas en campos de fútbol! ¡Que nos escuchen en Inglaterra!". Uno de sus compañeros llegó a proponer la utilización de lanzallamas con el deliberado deseo de provocar impactantes imágenes cuando los medios de comunicación reflejaran el estado de las víctimas.

Esa racionalización se basaba en la creencia de que de ese modo se provocaría una respuesta estatal desproporcionada que contribuiría a reforzar al grupo terrorista. Pero también se perseguía otro efecto, presentar al grupo terrorista como un actor cruel, poderoso y carente de inhibiciones a la hora de utilizar el terror. Creían los terroristas que de ese modo la negociación con ellos quedaría garantizada.

La lógica de ETA puede asemejarse a la del IRA, organización en la que los terroristas vascos han buscado referentes constantemente. Así lo demuestran los insistentes intentos de perpetrar atentados denominados como "espectaculares" en la terminología de dichas organizaciones. Durante los años noventa, el IRA decidió incrementar sus atentados en la capital británica con enormes explosiones inspirando al terrorismo etarra, que ya buscó atentar en Torre Picasso en 1999 y que vio frustrado hace dos semanas otro intento de atentar en la capital con una potente bomba. Es importante tener presente estos datos para analizar la masacre cometida por ETA.

Cierto es que la repulsa y el rechazo social ante tamaña brutalidad va a ser unánime en los próximos días. Las imágenes de los heridos ensangrentados que nos muestran y mostrarán los medios de comunicación, los terribles testimonios de los testigos con el horror y el miedo en sus rostros, las manifestaciones ciudadanas y otros elementos contribuirán a reforzar el rechazo a la organización terrorista capaz de llevar a cabo semejante atrocidad. Pero a medida que el terror transmitido en esa inmediatez vaya tomando distancia, cuando poco a poco los ciudadanos que no se han visto directamente afectados por tan sanguinaria violencia recuperen su normalidad cotidiana, otros efectos del terrorismo perpetrado en Madrid perdurarán. En esos momentos se determinará en gran medida el éxito o el fracaso de ETA.

Existe el peligro de que el terrorista interprete que el infierno causado hoy era necesario y eficaz. Así lo entenderán los miembros de la organización si empiezan a escucharse los siguientes argumentos: sólo se pondrá fin a esta barbarie si se negocia con ETA, pues es imposible evitar que un individuo cometa un atentado como el reciente cuando lo desee a pesar de que las fuerzas de seguridad impidan muchos otros. El terrorista persigue este tipo de análisis a través del chantaje emocional que le proporcionan esas víctimas destrozadas por la explosión, esos niños indefensos con la piel en carne viva, esa mujer con la voz temblorosa que gime ante la cámara con la mirada perdida ante el horror que acaba de presenciar. Es por ello por lo que la respuesta al crimen de ETA exige descartar ese planteamiento que identifica la negociación o el diálogo con la organización terrorista como la única salida. Si se aceptara ese camino no se estaría acercando la paz sino todo lo contrario, pues se estaría transmitiendo al terrorista que su violencia es eficaz y que un incremento de la letalidad le reporta concesiones. En las próximas semanas habrá quien defienda que ahora que ETA está débil, esta carnicería le permite presentarse ante su propios activistas con una fortaleza de la que realmente carece y que por ello hay que aprovechar esta situación para buscar el final dialogado con ella. Este escenario es el que ansía el terrorista mediante el condicionante de la tragedia humana que han causado. Probablemente, incluso se escucharán voces que señalen que el final de la violencia en Irlanda del Norte llegó cuando se asumió la necesidad de dialogar con el IRA y ante el convencimiento de que no se podía acabar con este grupo policial y militarmente.

Sin embargo, el referente norirlandés nos muestra que la derrota de la organización sí es posible, que el diálogo no precedió a dicha derrota, sino que fue la consecuencia de la misma y sólo surgió cuando se anunció la voluntad de poner término al terrorismo. Como confesaba una antigua activista arrestada tras colocar en 1972 un coche bomba en Londres, "una vez el IRA aceptó un determinado camino, o sea, el alto el fuego, la gente estaba dispuesta a echarles una mano". Otro antiguo preso respaldaba esta opinión: "Militarmente, los republicanos han sido derrotados. Lo que pasa es que el trato que hicieron fue que la escapatoria que les dejarían sería una situación en la que se hablaba de resolución del conflicto, ese tipo de lenguaje que se empezó a utilizar cuyo propósito era un enorme ejercicio de relaciones públicas". Todo esto, no se olvide, sucedió cuando la organización admitió su derrota tras negársele concesiones o beneficios por su violencia.

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