sábado, 13 de marzo de 2004

En defensa propia

El Correo Digital, Sábado, 13 de marzo de 2004

En defensa propia

OPINION
ARTÍCULOS


JOSEBA ARREGI/


Más de uno de aquéllos a quienes los medios de comunicación pidieron su opinión como víctimas y testigos de la matanza llevada a cabo por el terror en Madrid señalaron la sensación de impotencia que les albergaba en ese momento. Es una sensación ya conocida por aquéllos que de una u otra manera han estado cerca de las acciones terroristas, bien por proximidad de parentesco, por proximidad física o por cercanía política, no necesariamente partidista.

El terror es la privatización de la guerra. Por eso es tan difícil responder al terror. Se escapa, en su propia naturaleza, de la categorización a la que estamos acostumbrados y que nos permite resolver las cuestiones vitales de una manera mínimamente satisfactoria. Impotencia porque todo parece en el terror irracional: inexplicable, injustificado, incontrolable, imprevisible. Ésas son, precisamente, las armas del terror. Y éso es lo que persigue: con más o menos cadáveres, esta vez con casi doscientos, intimidar toda una sociedad, inculcarle el miedo, hacerle sentirse amenazada, hacerle sentirse impotente ante un enemigo huidizo, incalculable, para que termine cediendo.

El sentimiento de impotencia que a todos nos ha embargado más de una vez es comprensible. Y debe ser superado. Especialmente por quienes tienen responsabilidades. Pero todos tenemos que tener claro por qué nos atacan y qué es lo que tenemos que defender. El terror, sea de Al-Qaida, si ha sido la organización autora de la masacre de Madrid, sea el de ETA, persigue destruir el sistema político de libertades individuales, derechos ciudadanos y pluralismo que son los Estados modernos democráticos.

Unos, Al-Qaida, para imponer su cultura religiosa, su visión del mundo, su forma de entender la sociedad sometida a normas de obligado y estricto cumplimiento, a creencias obligadas para todos los ciudadanos, sin que nadie tenga la libertad de discrepar y estando los derechos vinculados al cumplimiento de las normas y de las creencias impuestas. Otros, ETA, pretenden destruir el sistema de Estados, pretenden destruir el Estado para imponer una sociedad homogénea en el sentimiento de pertenencia exclusivo a lo que ellos denominan la nación vasca, cuya encarnación, inicio y resumen son ellos mismos, los miembros de ETA.

Odian el sistema político alcanzado en Occidente con mucho sufrimiento, atravesando muchas dificultades, porque odian el pluralismo. Pretenden situaciones uniformes, siendo ellos quienes definen la norma de la uniformidad. Desprecian la libertad. Desprecian al individuo. No existe más que lo colectivo, sea el colectivo de creyentes, sea el colectivo de pertenecientes a lo que ellos denominan pueblo. Y para los colectivos la existencia individual siempre es disponible, sin importancia, una nimiedad comparada con la existencia y la vida del colectivo.

No es, por supuesto, perfecto lo que tenemos. Nunca lo será. La imperfección es una de las características fundamentales del sistema político que es el Estado de Derecho. Precisamente por eso es garantía de libertad. Y precisamente por eso es necesario superar la sensación de impotencia y defender lo que hemos alcanzado. Porque siempre está amenazado, porque depende de que todos le insuflemos vida continuamente para que no se agoste. Porque además de los peligros interiores, de la pasividad, de la corrupción, de la desidia, de la prepotencia de poder de unos y moral de otros, está amenazada por aquéllos que tienen miedo de la libertad.

Es necesario estar unidos en la defensa de la democracia, de la libertad individual, del Estado de Derecho, del pluralismo. No una unidad vacía, de buenos sentimientos, sino una unidad en el convencimiento de los principios que hacen posible la convivencia en la diferencia. Una unidad que evite la apropiación partidista de la Constitución y evite al mismo tiempo el jugar frívolamente con su contenido. Una unidad que se aleje del aprovechamiento electoral del terrorismo, pero una unidad que sepa lo que está en juego y no lo ponga permanentemente a disposición.

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