sábado, 13 de marzo de 2004

Viva Madrid

El Correo Digital, Sábado, 13 de marzo de 2004

Viva Madrid

OPINION
ARTÍCULOS


RICARDO UTRILLLA/


Todas las grandes urbes de Occidente tienen características comunes, pero pocas como Madrid destacan por la espontánea solidaridad de sus habitantes con el vecino o el visitante. Ha hecho falta una tragedia como la vivida estos días para demostrarlo y para que sea reconocido a escala mundial. Y sin embargo, a la vista de todos, o casi todos, estaba.

Ahora que 'The New York Times' proclama «todos somos madrileños» convendría examinar más de cerca lo que hace de los madrileños lo que son. Como otras grandes capitales, es Madrid no sólo el lugar donde se concentran ciudadanos llegados de otras regiones y países. Es además, y sobre todo, un pueblo. Es decir, una unidad urbana que ha conservado sus esencias pueblerinas, las mejores, mientras se seguía dotando de grandes avenidas y rascacielos. El hecho de haber sido durante siglos capital de imperio o de nación en nada ha deteriorado esa esencia.

Sólo condicionamientos políticos de baja ralea han mantenido la imagen de un Madrid centralista y opresor, alimentada por el hecho de haber sido capital con monarquía, república, dictadura o democracia. París, por ejemplo, ha sido también secular capital de imperio y de nación y sin embargo no son sus habitantes conocidos precisamente por su cordialidad y confraternización con el que llega, venga de donde venga. Muy al contrario, tienen los parisienses una especie de 'orgullo nacional' que les hace sentirse superiores a los 'balourds', a los paletos recién llegados. En Madrid, sin embargo, no hay paletos. Cualquiera que en él resida pueda gritar gozosamente, como en los viejos tiempos: «¿Viva Madrid, que es mi tierra!».

Sólo quienes siguen aferrados a la imagen del Madrid franquista, interesados anacrónicos, verdaderos paletos ellos sí, en el peor sentido del término, pueden pretender que el Madrid actual, en un país de 17 autonomías, es una especie de Israel para los palestinos de su entorno. No hay más que examinar la lista de víctimas del último macroatentado. No se encontrarán en ella altos cargos de la Administración, inspectores de Hacienda ni siquiera jerarquías eclesiásticas. Sólo obreros y estudiantes, algún que otro administrativo o humilde oficinista, amén de numerosos inmigrantes. Temibles enemigos del pueblo todos ellos.

Puede que sólo se trate de un despiste o de una no declarada mala voluntad, pero el caso es que presentar a Madrid como el opresor explotador resulta, a fin de cuentas, no sólo hiriente para los madrileños sino también, y sobre todo, ridículo. Las más importantes y trascendentes decisiones para los españoles no se toman ya en Madrid, sino que andan desperdigadas por las autonomías y, en último término para muchas de ellas, en Bruselas, por no hablar de la Bolsa de Nueva York y similares. Pretender que los males de una región española vienen esencialmente de Madrid es, en definitiva, simplemente infantil.

En la capital de España están presentes y abrigados ciudadanos de todos los rincones de la Península y de más allá, sin que nadie, salvo un puñado de termocéfalos, se lo eche en cara. Madrid lo acepta todo y del mejor grado. ¿Si hasta su baile más característico, el chotis, es de origen escocés apenas disimulado! Y no ocultan los madrileños su contento de que así sean las cosas. De Madrid al cielo, proclaman. Pero no en el sentido que han querido darle los desalmados que han hecho volar por los aires a más de un millar de madrileños.

No hay comentarios: