El Correo Digital, Viernes, 12 de marzo de 2004
Sin palabras
OPINIÓN
SANTIAGO GONZÁLEZ/
No importan tanto los sentimientos de los gobernantes, sino que cumplan con sus obligaciones
A medida que pasaba el tiempo aumentaba la contabilidad del horror. El 11 de marzo ha quedado inscrito como el día más luctuoso de nuestra historia con un múltiple atentado que hasta la hora de escribir estas líneas se había cobrado 192 víctimas mortales y más de 1.400 heridos.
Con el transcurso de las horas empezó a ir a más la confusión. El lehendakari compareció con urgencia ante los medios y acusó a ETA del atentado de Madrid. Arnaldo Otegi se presentó a media mañana para negar rotundamente la responsabilidad de ETA y colgársela al terrorismo islámico. Poco después, el ministro de Interior descalificaba expresamente como «intoxicación» la versión de Otegi. A mediodía, un informativo especial de ETB se apuntaba a la incertidumbre entre las opiniones del dirigente radical y Acebes. También dudaba entre ETA y AlQaeda un comentario editorial de 'Deia'. «No sabemos si ha sido ETA o no ha sido», comentaba en ETB Jonan Fernández. Medios de la lucha antiterrorista daban a conocer la composición del explosivo: una mezcla de titadyne y dinamita, que es la marca de ETA desde los robos de los polvorines de Bretaña y Grenoble.
El hallazgo por la tarde en Alcalá de Henares de una furgoneta robada en cuyo asiento delantero había siete detonadores y una cinta grabada en árabe con versículos del Corán, vino a introducir la confusión total en una jornada marcada por la tragedia. El despiste se hizo general cuando el ministro Acebes compareció al final de la tarde para admitir que había ordenado a las Fuerzas de Seguridad la consideración de una segunda posibilidad de trabajo: que tras la masacre podía estar el terrorismo islámico, aunque la línea preferente de las investigaciones seguía estando en la autoría de ETA. Poco después, la BBC anunciaba que una supuesta carta de AlQaeda a un periódico árabe editado en Londres reivindicaba el atentado, aunque ayer, a la hora de escribir estas líneas había dudas sobre su credibilidad. El explosivo utilizado y el 'modus operandi' apuntan hacia ETA, que en los últimos dos meses había intentado perpetrar un atentado similar el día de Nochebuena y con las dos furgonetas interceptadas en Cuenca.
La intervención del lehendakari expresaba ayer el estupor de la inmensa mayoría, aunque alguna de sus aseveraciones era discutible: «No son vascos de ninguna manera quienes cometen estas atrocidades; son simplemente alimañas, simplemente asesinos». Ibarretxe habrá acertado en la primera parte de la propuesta, si se confirma la hipótesis del terrorismo islámico. Pero no son alimañas. El único animal capaz de alimentar el odio contra sus iguales en toda la escala zoológica es el ser humano, sólo las personas son capaces de la crueldad y el ensañamiento. Las alimañas y las fieras se guían por el instinto; matan por la supervivencia, para defender su camada y su guarida, para saciar el hambre o conjurar el miedo.
Si se confirmara la autoría de ETA, habría que convenir que sí son vascos. Términos como vasco o español son sólo gentilicios, no adjetivos calificativos. No parece pertinente discutir la condición de vasco a los que han llegado tantas veces hasta el asesinato para afirmar sus señas de identidad, para subrayar su cualidad de vascos. Aun suponiendo que no fuese gentilicio y que el ser vasco admitiera grados, ¿quién podría discutir la identidad a quien mata a fuer de vasco? Un terrorista tan cualificado como Iñaki de Juana Chaos lo explicaba en un artículo periodístico: «la mayoría de los vascos lo que queremos es ser vascos» ('Egin', 1 de junio de 1998). En estos momentos hay dos hipótesis probables: que sean seres humanos, vascos y nacionalistas o que sean seres humanos, árabes e integristas. Es evidente también que en ambos casos son asesinos.
No es éste un momento para que los responsables políticos muestren su ética de la convicción, sino la de la responsabilidad. Las únicas emociones que importan en ocasiones como ésta son las de las víctimas. Lo que interesa de los gobernantes no son tanto sus buenos sentimientos como que cumplan sus obligaciones.
Aún es pronto, no sólo para establecer sin ningún género de dudas quiénes son los autores de la masacre que ha enlutado a Madrid y a toda España, sino también para prever en qué medida va a afectar tanto horror a la sociedad española. En cualquier caso, la reacción de ésta debe ser, como ayer mismo, unívoca y la de sus representantes políticos no puede variar en función de quién reivindique el monstruoso crimen. Ese debería ser el objetivo de la unidad de los partidos invocada ayer de manera tan unánime como imprecisa: únanse para cumplir la ley, para acabar con el terrorismo en todas sus manifestaciones con todas las armas (ni una más) del Estado de Derecho.
viernes, 12 de marzo de 2004
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